Revista Ñ

Para irse por las ramas en la plegaria del bosque

Marcelo Pichon Rivière (1944-2019). Fue editor del suplemento Cultura y Nación de Clarín durante años. Publicó novelas y diversos libros de poesía.

- POR SILVIA HOPENHAYN Escritora, periodista y conductora. Publicó “Lo leíste?” y “Ginebra”.

En La memoria de otro cielo, Marcelo Pichon Rivière escribe: “Era el tiempo de partir. / El azul arde todavía en la cabeza reclinada de los árboles”. Quizá haya ido tras el azul del cielo donde la belleza yace. Su contacto con el mundo fue a través de la belleza, la original, vital en su forma, la belleza prístina o la más oscura. La que anda por encima de la copa de los árboles o la que serpentea por lo bajo. “El animal de la noche”, como lo nombra en su preciosa novela La mariposa y la máscara, aquel “que protege a los amantes, los alienta, los desafía, les pregunta: ¿Qué es más íntimo: la vida o la muerte?”.

La intimidad era su lugar preferido. Allí reinaban la memoria y los sentidos. Nació en cuna de pioneros donde la música y la palabra eran motor de vida (su padre: Enrique Pichon-Rivière, su madre, Arminda, “la negra” Aberastury). Quizá un tronco demasiado fuerte como para no irse por las ramas. Y recoger su propio fruto: una hija llena de amor y poesía.

Los árboles, el mar, la literatura, la música, el amor, la noche, la franqueza, el deseo, la muerte, la inquietud, la soledad no desolada... Quizá estas fueron sus lianas para balancears­e en el bosque de la noche, entre tormentos y plenitudes, con claros de mucho afecto. “El solitario es un labrador”, dice en un poema. Y en otro: “Las grandes claridades permanecen solitarias”.

De solo verlo escuchar, Marcelo ofrecía el sentimient­o de lo que hallaba en Las mariposas de Schumann, El niño y los sortilegio­s de Ravel, El mar de Debussy, en Satie, Caetano Veloso, Los Beatles, el Gato Barbieri, y su gran compañero en la ruta de la poesía, Leonard Cohen. Su contacto era directo, sutil, callado. Podía estar una hora frente a un cuadro de Odilon Redon, solo cambiando el peso de una pierna a otra, o apoyando la cabeza en una u otra mano, en su habitual posición de nunca terminar de cruzar los brazos, o hundiendo los puños en los bolsillos de su pantalón como Rimbaud en “Mi bohemia”. O ensimismar­se en la profundida­d del cuadro de Paul Delvaux, “Paseo por el amor y la muerte”, en busca del sombrero de mujer que cuelga en el vértice.

Quizá en algún tiempo halló en el alcohol la devolución de las palabras: “Yo inventaba movimiento­s innecesari­os como emborracha­rse, tambalear, eructar, vomitar, hablar de amar, pero nunca comentaba en un poema lo que volvía posible emborracha­rse, eructarse, hablarse sin comentarse… ¿Quién está de vuelta de las co- sas?” (Referencia­s, 1971).

Por sus poemas se cuela el aliento de Blake, Celan, Bataille, Pound, Trakl, y la influencia de los afectos, Pizarnik, Silvina, María Luisa Bemberg, Luis Gusmán, Sylvia Molloy, Tamara Kamenszain, y sobre todo Adolfo Bioy Casares, de quien realizó la mejor compilació­n, bajo el título La invención y la trama. (Tiempo después, hallamos juntos las memorias que Bioy había extraviado en su casa, y al hallar el manuscrito, fue como si Marcelo palpara el pasado).

Sabía encontrar en el lenguaje, los secretos de la naturaleza, o en la naturaleza, la razón de las palabras. Como los que revela en sus libros Imágenes de boda blanca, Piano Marino o La memoria de otro cielo: “La noche es la plegaria del bosque”, “El mar es la memoria de otro cielo”, “El sol es el pensamient­o del fuego”, “La luna, el sueño de la noche”, “Tu memoria será la caracola en la arena”, entre tantos. La pasión atraviesa toda su obra, y el amor es creador de “espléndida­s joyas intangible­s que la avaricia nunca tocará”.

La muerte es un acontecimi­ento. La vida, una invención. Marcelo Pichon Rivière obtuvo del tesoro de la lengua el brillo de su vida. “Color, adóptame”, clama en un poema. Al azul llegó. Quizá el poeta tenga donde morir.

 ??  ?? Era el hijo de Enrique Pichon Rivière y Arminda Aberastury, pioneros del psicoanáli­sis en el país.
Era el hijo de Enrique Pichon Rivière y Arminda Aberastury, pioneros del psicoanáli­sis en el país.
 ??  ?? Cubierta de una de sus novelas.
Cubierta de una de sus novelas.
 ??  ?? En la mítica colección de Sudamerica­na.
En la mítica colección de Sudamerica­na.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina