Revista Ñ

Los nombres oceánicos

Poesía. Se traduce por primera vez al castellano la obra de la afroestado­unidense Audre Lorde, que luchó una vida entera contra el machismo, el racismo y la discrimina­ción en todas sus variantes.

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Carbón

Yo es el negro absoluto que habla desde el interior de la tierra.

Hay muchos tipos de abierto cómo un diamante se vuelve un nudo de llama cómo el sonido se vuelve palabra coloreada por quién paga cuánto por hablar.

Algunas palabras son diamantes abiertos en el vidrio de una ventana gritando en el interior del choque del sol que pasa otras palabras son como apuestas engrampada­s en un libro perforado comprar y firmar y destrozar y lo que sea que sea, será de todas maneras el talón permanece un diente enfermo arrancado con un borde desparejo.

Algunas palabras, viven en mi garganta criadas como culebras otras conocen el sol hurgando sobre mi lengua como gitanos para explotar a través de mis labios como pequeños gorriones que salen del cascarón.

Algunas palabras me atormentan.

Amor es una palabra, otro tipo de abierto. La forma en que el diamante se vuelve un nudo de llama yo soy Negra porque provengo del interior de la tierra toma mi palabra como una joya en la luz abierta.

La señorita

Una vez fui inmortal al lado de un océano teniendo los nombres de la noche y vinieron los primeros hombres en trineos de fuego conduciend­o el sol. Fui engendrada en el cráter lunar de una virgen condenada a la luz a las interminab­les mañanas de un mundo seco alejando a la luna no importa hacia donde huyera buscando algún camino a casa, la mañana había señalado los ríos desgarrado­res para descansar en la cama reseca y brillante de mi madre mar. El tiempo llevó a la luna hacia el cuarto creciente y me encontraro­n mortal al lado de un cráter lunar susurrando los nombres oceánicos de la noche.

Lo que mi hija aprende del mar

Lo que mi hija aprende del mar de los truenos de verano de los acertijos que se esconden en un torbellino primaver lo aprenderá en mi ocaso y como niña cambiará cada otoño.

Lo que mi hija aprende a medida que pasan los inviernos ha madurado en mi propio cuerpo para entrar por sus ojos con la luz de la mañana.

Esto es porque más que la sangre o la leche que alguna vez le di una chica extraña se parará por detrás de un espejo soltando mis amarras de mar trueno sol.

De las maneras que ella probará sus otoños frágil o más cálida que el sueño y las palabras que usará para invierno ya me declaro condenada

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