CONGRESO DE LA LENGUA: LOS ACENTOS QUE INVOCAN EL FUTURO
Voces y tensiones en la gran comarca. Nuestro idioma intenta dejar atrás las históricas disyuntivas entre Latinoamérica y España. La gran cita cordobesa debatirá su proyección como lengua franca del comercio y la innovación y pondrá la lupa en la sociedad
Rodolfo Walsh hablaba del “violento oficio de escribir”. Jorge L. Borges retrucaba en un ensayo a un alarmado Américo Castro, en defensa de nuestro vernáculo rioplatense, a favor de “el idioma de los argentinos”. Y Juan María Gutiérrez, en un gesto de afirmación de la soberanía lingüística, eligió rechazar en 1875 el sitial que se le ofrecía en la Real Academia Española.
Lo cierto es que el terreno de la lengua, lejos de resultar un espacio neutro o armónico, se presenta como un ámbito de tensiones, arena para luchas diversas: políticas, sociales, de género. La celebración del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) en la ciudad de Córdoba, del 27 al 30 de marzo, precedido por un Festival en la plaza pública y un coloquio de periodistas, se propone como foro de reflexión y análisis de los problemas y retos del español. De los ocho congresos hasta ahora realizados, es el segundo que se lleva a cabo en nuestro país. Fue precedido por el de Rosario, en 2004.
Como no podía ser de otra manera, este congreso impulsado por el Instituto Cervantes, la Real Academia Española y 23 academias de la Lengua de América, además de organismos provinciales y nacionales, llega precedido por polémicas de distinto tipo, desde las ligadas con las marcas de género propias del castellano y el lenguaje inclusivo hasta las relacionadas con la soberanía y los derechos lingüísticos.
Con sede en “La Docta”, así llamada porque en 1613 se fundó allí la primera universidad del país y la segunda de América latina, la Universidad de Córdoba –donde se desarrollarán muchas de sus actividades–, el CILE reunirá a destacados lingüistas y académicos –entre ellos Ignacio Bosque, Alfredo Matus, José Luis Moure– , escritoras y escritores –Mario Vargas Llosa, María Teresa Andruetto, Juan Villoro, Jorge Edwards, Sergio Ramírez, Ana María Shúa, Martín Caparrós, Elsa Osorio, Jorge Fernández Díaz, Jorge Volpi, Luisa Valenzuela, Elvio E. Gandolfo, Perla Suez, son algunos de ellos–, estudiosos de la literatura –Martín Prieto, Christopher Domínguez– pero también artistas, músicos y periodistas como Norma Morandini, Juan Cruz. Además, el cantante Joaquín Sabina compartirá una mesa con los poetas Guillermo Saavedra y Elvira Sastre; Alejandro Dolina integrará otra, lo que muestra la intención de que el evento trascienda las fronteras habituales de los foros académicos.
En torno al CILE –que requiere inscripción previa y entrada paga– se realizarán, a partir del 20 de marzo, el Festival de la Palabra –con eje en la Feria del Libro–, un seminario para periodistas y otro para profesores de español –ambos el 25 y 26 de marzo–. Un dato no menor es que el Congreso será inaugurado por el Premio Nobel Mario Vargas Llosa; el rey de España, Felipe VI; el presidente, Mauricio Macri; además de autoridades académicas y provinciales.
“El lema del congreso, ‘América y el futuro del español’, es una declaración de principios –afirmó Luis García Montero, director del Instituto Cervantes–. De hecho, una mesa inicial debatirá ese tema. Por un lado, expresa la convicción de que el español será lo que quiera América, y es lo que vamos a debatir los más de 250 de especialistas venidos de los cinco continentes. La pujanza del español es un hecho. Actualmente la comunidad hispanohablante supone el 7,6% de la población mundial y, además, configuramos un eje de identidad cultural y lingüística formado por 23 países”.
Por su parte, el presidente de la Academia Argentina de Letras, José Luis Moure, agregó que “hoy en día el español es, por su número de hablantes, por su distribución geográfica, el español de América, que es hoy el centro desde el cual se mira el conjunto del idioma, Esto sin hacer ningún recorte a la importancia del español peninsular,” afirmó.
El español como lengua universal; lengua e interculturalidad; los retos del español en la educación del siglo XXI; el español y la sociedad digital y la competitividad del español como lengua para la innovación y el emprendimiento –aptitud, esta última, que uno atribuiría de manera casi unívoca al inglés– serán algunas coordenadas del congreso. La gran cúpula de intercambios verbales digitales que casi duplica el mundo real ocupará otras importantes sesiones. También se debatirá, entre escritores y periodistas, el estatuto de la lengua en la era de la posverdad y las patrañas públicas.
“Yo fui quien bregó porque la palabra educación estuviera en el lema del CILE –subrayó Moure–. Un congreso de este tipo demanda una importante inversión, de manera que hay que tener en cuenta las necesidades del país, hay grandes insuficiencias en el aprendizaje de la lengua, en el manejo de su registro culto o alto”. Entre las actividades educativas del CILE, las Academias de la Lengua, junto con el Ministerio de Educación, impulsaron un concurso de bibliotecas escolares llamado Palabras en acción.
La afirmación de que el futuro del español está en América pareciera entrar en contradicción con la percepción muy instalada de la hegemonía de las instituciones españolas sobre sus pares americanas en la organización de este congreso.
Un encuentro paralelo, a realizarse también en Córdoba (titulado “Encuentro Internacional: derechos lingüísticos como derechos humanos”), se propone como un contracoloquio desde la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.
Las impulsoras de este encuentro se plantan en disputa con las políticas que organizan estos congresos. Argumentan que “se trata de congresos de promoción del español que forman parte de una línea política de Madrid”. Es evidente que el Estado español tiene varios frentes lingüísticos al interior de su territorio e intenta presentar una lengua homogénea, sin conflictos, como si esta garantizara la unidad de un país que encuentra la oposición franca de la región de Cataluña. “Se construye una comunidad iberoamericana en oposición a una comunidad latinoamericana”, sostiene Beatriz Bixio, profesora de la Escuela de Letras de la UNC. “Promocionar tanto el español desmerece la lucha de las comunidades originarias, para quienes el español es signo de colonización,” agrega Bixio.
El español como servicio
Para comprender los debates actuales en torno al Congreso de la Lengua conviene remontarse a los años 90, cuando su principal impulsor, el Instituto Cervantes, se propuso “promover universalmente la enseñanza, el estudio y el uso del español y contribuir a la difusión de las culturas hispánicas en el exterior”, acentuando el carácter de “patrimonio común” del idioma en los países hispanohablantes.
El Cervantes se expandió a 44 países, creando 87 centros, en ciudades tan distantes como como Shanghái, Nueva Delhi, Kuala Lumpur y Sidney. Su principal autoridad es el mismísimo rey de España y su existencia parece responder a una verdadera política de Estado. En sus documentos se enfatiza el “valor económico” del español y su aptitud como lengua de negocios, al contar con más hablantes nativos que el inglés, responsable del 16 % del PBI de España. Bautizando esta expansión como la “batalla del idioma”, el académico José del Valle señaló en 2004 y 2007 la coincidencia de esta promoción de la hispanofonía con el desembarco, en los 90, de empresas españolas globales, desde editoriales a bancos y petroleras. Los impulsores actuales del contracongreso también esgrimen este argumento.
Pero hay otra pulseada en juego que atañe a la Argentina, que en su hora hizo correr ríos de tinta: la administración de los diplomas de español. Desde los años 80, la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y su Laboratorio de Idiomas daban cursos de español para extranjeros. “Existía la preocupación por contar con un certificado argentino del nivel de idioma. Así nació el Certificado de Español Lengua y Uso (CELU), que hoy se administra en un consorcio de 59 universidades nacionales”, narra la lingüista Leonor Acuña, una de las impulsoras de este examen avalado por los ministerios de Educación y Relaciones Exteriores y reconocido en 2004 por Brasil.
Sin embargo, en 2016, desconociendo este certificado –CELU-, el Consejo Superior de la UBA adhirió al diploma SIELE, Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española, impulsado por el Instituto Cervantes junto con la Universidad Autónoma de México, la Universidad de Salamanca y administrado por la empresa Telefónica. Se trata de una prueba internacional semejante al TOEFL para el inglés, que se realiza online. En ese momento, hicieron oír sus reclamos consejeros de la misma universidad, además de escritores e intelectuales como Tamara Kamenszain y Noé Jitrik, entre otros.
Al respecto, Luis García Montero dio otro punto de vista: “Hasta ahora no existía un certificado internacional en español emitido por instituciones de varios países hispanohablantes. El SIELE es un avance y permite al alumno usar cualquiera de las variedades lingüísticas” del idioma.