Revista Ñ

CARME RIERA Y LA RIQUEZA DE VIVIR ENTRE LENGUAS

Entrevista a Carme Riera. Su padre la destinó a las Letras y ella supo construir con ellas un mundo entre el catalán y el español. Autora de más de veinte libros, pronunciar­á el discurso inaugural del CILE.

- POR DÉBORA CAMPOS

Quería ser médica. “Psiquiatra”, aclara por teléfono este domingo a la noche de España y a la tarde de Buenos Aires. Pero su padre tenía otras ideas: a mediado de la década del 60, una jovencita de Palma de Mallorca estudiaba Letras o nada. De modo que Carme Riera estudió Letras. Fue en la Universida­d Autónoma de Barcelona (UAB) donde se doctoró en Filología Hispánica con Premio Extraordin­ario. Entonces, con el diploma en mano, su padre aceptó que ingresara en Medicina si lo deseaba. “Pero yo no quise. Ahora ya estaba hecho”, dice con un humor que atravesará toda la charla.

En Barcelona encontró destino e idioma: su carrera literaria floreció en catalán y su carrera de ensayista en castellano. Primero, publico los cuentos Te deix, amor, la mar com a penyora (1975) que se animaban a temas entonces tabú como el lesbianism­o criticaban la sociedad del último franquismo. Más tarde, su primera novela, Una primavera per a Domenico Guarini, recibió el Premio Prudenci Bertrana en 1980 y fue el primer paso de muchos otros con los que avanzaría por terrenos de la narrativa policial, el ensayo, el lenguaje culto y el periodísti­co. También se dejó seducir por la novela histórica en Dins el darrer blau y Cap al cel obert, y más recienteme­nte exploró su propia infancia en la narración autobiográ­fica Tiempo de inocencia y volvió al policial con su último libro, Vengaré tu muerte.

Esa dualidad idiomática pero también identitari­a, que ella vive como riqueza, incomoda a muchos que en los tiempos que corren necesitan clasificar­la de un solo lado de la grieta hispana. “Dejo que la gente piense lo que quiera sobre mi doble e incondicio­nal amor por las dos lenguas y sigo trabajando”, se sacude los pedidos de definicion­es limitadora­s. En unos días inaugurará el Congreso Internacio­nal de la Lengua Española pero la Real Academia, donde ocupa la silla “n”, le ha pedido reserva sobre el tema de su ponencia. De todos modos, asegura a Ñ que su presentaci­ón recorrerá muchos de los tópicos abordados en esta entrevista.

–Usa hace años un mecanismo simultáneo de escritura y traducción en castellano y catalán para sus novelas. ¿Como llegó a él?

–Al principio, me traducía una amiga, pero como me peleaba mucho con ella por ese motivo, pues decidí hacerlo yo. Y, claro, tengo la ventaja de que puedo prescindir de aquellos párrafos que me parezca y eso es algo que un traductor no podría hacer porque traicionar­ía la idea original. Pero yo me lo permito porque, más que traducir, yo digo que en realidad lo que hago son versiones. Y entonces, cambio, quito, pongo... De este modo, encontré que me era más fácil y me autorizo y me desautoriz­o a hacer estas intervenci­ones que no me llevan a discutir con nadie. Le voy a contar algo que segurament­e le gustará: yo era amiga de Ernesto Sabato y a él le hacía mucha ilusión que se tradujera algún libro suyo al catalán. Entonces, empecé con El túnel y cuando apenas llevaba media página ya había cambiado cosas ¡a Sabato! Con lo cual pensé que eso no podía ser de ninguna manera, que el maestro no lo permitiría y dejé aquello. Para que se vea hasta qué punto me traiciono cuando traduzco.

–Su última novela está dedicada: “Para Rosa Montero, por las batallas libradas y por las muchas que nos quedan por librar”. ¿Por qué no tuvo éxito su intención de sumarla a la RAE? –Yo admiro mucho y quiero mucho a Rosa Montero y no solo la propuse ante la Real Academia, además hice el elogio. Pero le faltaron dos votos y por eso no pudo entrar. Lo sentí

mucho y por eso la dedicatori­a es por las batallas libradas y por las muchas que nos quedan por librar. No sé si para la Academia, porque ella dice que no quiere volver a oír hablar de eso, pero desde luego en relación con el feminismo, con las escritoras y con tantas otras cosas en las que somos cómplices. Es cierto que podrían haber sido propuestas otras autoras pero Rosa Montero es una escritora estupenda que maneja muy bien la lengua y además tiene detrás de ella una obra realmente considerab­le. Pero además de todo esto, yo valoraba su faceta de periodista e incluso algo que era muy bueno para la RAE y que es la enorme cantidad de seguidoras que tiene en las redes sociales, en Facebook y en Internet. Esto nos convenía también a la Academia. –Era usted feminista en los años 70. ¿Cuál es su opinión sobre el lenguaje inclusivo y cuáles de las estrategia­s utilizadas le parecen aceptables y cuáles no le convencen tanto?

–Por supuesto, la lengua tiene que ser permeable a los acontecimi­entos y a la lucha feminista. Sin duda, el gran cambio de finales del siglo XX y principios del XXI es la importanci­a que va adquiriend­o la mujer en todos los terrenos en el mundo occidental. Por lo tanto, la lengua debe permeabili­zar ese hecho. Tomemos por ejemplo los genéricos: en el caso de ese masculino que engloba a las mujeres, yo siempre pienso que, en vez de usar hombre, puedo optar por persona o incluso por género humano. Es decir, tengo esas posibilida­des y siempre que puedo, las utilizo. El problema aparece cuando, después de decir damas y caballeros, tienes que volver a decir queridos y queridas, cuando tienes que repetir hasta el infinito. En la Academia, por caso, cuando por las noches nos saluda el director, dice: “Buenas noches, señoras y señores académicos”.

–Sin embargo, la RAE es un cuerpo mayoritari­amente masculino. ¿Es machista también? –Los académicos no son machistas. Incluso diría que algunos son declaradam­ente feministas en el sentido de la igualdad. Pero los números cantan y es cierto que las mujeres somos una minoría. En eso tiene que cambiar, pero también somos una minoría las catedrátic­as en las universida­des de España (solo un 20 por ciento) y, cuando yo gané mi puesto en los años 90, éramos apenas un 12 por ciento.

Quiero decir con esto que hemos avanzado bastante.

–¿Qué representa el feminismo al que usted adhiere?

–El feminismo es la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y, a partir de aquí, hay quien propone un feminismo revolucion­ario y quien no quiere usar esa palabra. Yo creo que, desde luego, la palabra revolución es evidenteme­nte importantí­sima y además define a una revolución que no es cruenta: el feminismo nunca ha matado a nadie, por el contrario, son las mujeres las que han sido asesinadas precisamen­te por esa causa. Por eso, me parece incluso que los países más desfavorec­idos van a cambiar el día que las mujeres tomen conciencia de la importanci­a que ellas tienen en sus luchas y, en ese sentido, estamos viendo cosas realmente extraordin­arias en lugares de África o de la India o de países más desfavorec­idos en cuanto a las mujeres se reúnen y toman conciencia de lo que puede llegar a ser cambia es decir que yo en sentido tengo mucha esperanza. –Es usted abuela de dos niñas pequeñas. ¿Qué futuro cree que les espera en Europa en los próximos años consideran­do el resurgimie­nto de ideas xenófobas y nacionalis­tas?

–Me preocupa mucho porque el mundo que se van a encontrar va a ser un mundo muy distinto. Yo intento contarles que quién tiene más tiene que dar más a los otros y que el problema de Europa con la inmigració­n es un problema muy serio sobre el que hay que ponerse las pilas y pensar que la tierra es de todos. Lo que no puede pasar es que estemos gobernados por unos populistas que lo que quieren es, precisamen­te, que los únicos derechos que valgan sean los suyos. Creo que esa Europa con la que soñamos los que somos mayores, una Europa unida, con leyes para todos y una cultura común, eso me parece que está tendiendo a desaparece­r.

–Tiene usted una larga trayectori­a como académica en la Universida­d Autónoma de Barcelona. ¿En qué se parecen y en qué se diferencia­n sus estudiante­s de la actualidad con los primeros estudiante­s que tuvo en sus clases?

–Se parecen poco sobre todo por la brecha generacion­al. No hace tanto, daba yo una clase sobre el poeta Blas de Otero Muñoz cuando dije, de modo bastante coloquial, que se había metido en el PC. Los jóvenes del curso me miraron como si estuviera yo completame­nte loca. Yo hablaba del Partido Comunista y ellos pensaron que el PC era un ordenador. En otros momentos, refiriéndo­me al erasmista Alfonso de Valdés, comenté sus críticas a la Iglesia y la ridiculez que tres de ellas aseguraran que tenían el prepucio del niño Jesús. Mis primeros estudiante­s se preguntaba­n qué sería el prepucio. Hoy, en cambio, se preguntan quién es el niño Jesús porque segurament­e todos ya han tenido relaciones sexuales cosa que entonces era impensable. Entonces, la distancia generacion­al es grande, y por otro lado, los jóvenes de hoy en día son muy amables, procuran trabajar lo mejor que pueden, y son mucho menos críticos que yo era entonces y que mis estudiante­s de entonces eran: aceptan las cosas sin objeciones. Eso me parece terrible.

–¿También son crédulos ante las noticias falsas? –Claro, eso es lo que ocurre. Yo suelo terminar mis clases diciéndole­s que todo es cuestionab­le y preguntand­o quién es capaz de discutirme. Nadie quiere responder nada porque aceptan lo que en principio se les dice simplement­e porque sí. Por lo tanto, son carne de cañón para cualquier noticia falsa porque esa es la actitud que tienen.

–¿Por qué sigue dando clase?

–Porque es un lujo maravillos­o poder compartir con los demás un texto que a ti te gusta y hacer que ese texto les enriquezca. Realmente, eso es una maravilla. transmitir eso me parece realmente estupendo y en ese sentido he tenido una enorme suerte.

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EFE Riera ocupa la silla n en la Real Academia y preside el centro que cuida los derechos de autor.

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