LADINOISTAS, UNA PATRIA PORTÁTIL
Charla y panel sobre la cultura ladina. La encarnan israelíes cuyos padres llegaron desde comunidades judeo-españolas. Conscientes de que el ladino no volverá a ser lengua materna, hoy glorifican ese origen.
Es probable que los historiadores consideren las pasadas dos décadas, en el marco de la cultura judeo-española (ladina), como una época de mucha actividad, notable por los esfuerzos para prevenir el declive y la desaparición de la cultura judeo-española tanto del mapa judío como del internacional. Muchos estudiosos dentro de la academia, activistas individuales y organizaciones han lanzado una amplia variedad de proyectos destinados a mostrar la creciente conciencia de la singularidad y el carácter de la cultura ladina. En mi conferencia presentaré mi propuesta para el uso de un nuevo término: ladinoista. El término fue acuñado hace unos años en Israel y se refiere a individuos que se han organizado en grupos con el interés común de enfrentar los desafíos que implica preservar y desarrollar el idioma ladino y su cultura.
Los ladinoistas son israelíes cuyos padres inmigraron a Israel provenientes de comunidades judeo-españolas de la región mediterránea, desde países como Bulgaria, la ex Yugoslavia, Grecia y Turquía. Si en lugar de ladinoistas llamara a estas personas ladinoeses, en un paralelo lingüístico a ingleses o franceses, uno podría decir que los ingleses tienen Inglaterra y los franceses tienen Francia, pero no hay un país Ladino, o tal vez sí, solo que no tiene fronteras políticas ni geográficas. Los ladinoistas, en efecto, se consideran a sí mismos provenientes del país Ladino, una región también llamada cuenca mediterránea oriental, los Balcanes o el ex Imperio Otomano, donde los judíos españoles se asentaron después de la expulsión de España en 1492, y continuaron hablando ladino durante los siguientes 450 años.
El término ladinoista empezó a usarse durante las acciones de uno de los muchos grupos sociales en Israel. El grupo específico que acuñó el término ha estado activo desde hace muchos años, y creo que es un caso ejemplar que representa a otros grupos de israelíes interesados en el ladino y la cultura ladina. He descubierto que estos ladinoistas tienen mucho en común con otros ladinoistas, similares contextos sociales y culturales aunque el cuadro completo sea más complejo. A primera vista estos ladinoistas, como los demás, formaron un grupo porque sentían que su legado cultural se diluía en el pasado y que no podría pasar a las generaciones venideras en todo su esplendor.
Aunque los ladinoistas no tienen un manifiesto oficial, su deseo y motivación de preservar el idioma y la cultura son cruciales para todos aquellos que se identifican a sí mismos como ladinoistas. Quieren preservar el idioma, e incluso hablarlo de la manera más precisa posible. Quieren glorificar su cultura y con ese propósito fotografían, documentan y están sumamente conscientes de cada artículo, fragmento de información, película, evento musical, pieza teatral o de cualquier figura que provenga de la esfera judeo-española y que alcance lo más alto de la sociedad israelí.
Los ladinoistas son muy sociables. Es una alegría para ellos abrir su casa a invitados, les encanta dar comidas y preparar los mejores platos tradicionales judeo-españoles. Se sienten orgullosos de la comida judeoespañola y de que sea más relevante que nunca en la sociedad israelí de hoy. Cuando los invitados son importantes, los ladinoistas hacen un especial viaje de compras al mercado ladino israelí, el mercado Levinsky en Tel Aviv o al mercado Mahane Yehuda en Jerusalén, solo para estar seguros de tener las olivas adecuadas y los quesos perfectos. Uno podría decir que la comi- da judeo-española los excita, les provoca una nostalgia incontrolable y los remite a sus infancias en Israel, cuando eran niños que crecían en el regazo de la tradición judeo-española.
Los ladinoistas se definen más como ladinoistas y menos como turcos, griegos o búlgaros. Para ser más precisos, en los últimos años han reemplazado el componente territorial de la identidad de sus padres por la identidad lingüística. Los ladinoistas nunca se identificarán como españoles –como provenientes de España, porque para ellos España es una antigua región histórica–. Es mucho más cómodo para ellos identificarse como provenientes de Turquía, Grecia y Bulgaria que de España.
Para ellos, el idioma encarna cada aspecto de sus vidas y es mucho más importante que cualquier otro componente de su iden- tidad. Un típico ladinoista define su identidad como una mezcla de cultura israelí y cultura ladina, y la proporción de las dos culturas es la decisión personal de cada individuo. Hasta hace no mucho tiempo, era mal visto pertenecer a una gran familia de israelíes ladino-parlantes. Incluso los ladinoistas, que ante todo eran israelíes, no se atrevían a pensar de otro modo. En los últimos años, sin embargo, se han mostrado más dispuestos a enriquecer su identidad israelí con elementos de la cultura ladina.
Estas personas no escriben memorias de sus padres ni de sus comunidades. No son historiadores de la cultura ni investigadores, sino más bien individuos que se han reunido como grupos de amigos que quieren dar voz a sus emociones, y eso dentro de un escenario protegido, familiar, entre aquellos que son sus semejantes, cuya infancia y adolescencia ha sido influenciada por el ladino y la actitud de la sociedad israelí hacia los muchos grupos étnicos que la componen, incluyendo el grupo judeo-español. Cuando los ladinoistas cruzan conscientemente las fronteras de la isrealidad, descubren que las fronteras no son líneas claramente demarcadas.
Los ladinoistas y sus amigos conversan un hebreo salpicado de ladino, pero creen que también podrían conversar en ladino. Algunos invierten gran cantidad de tiempo y esfuerzo para aprender ladino. Han creado su propio foro de conversación en ladino, y algunos ladinoistas tienen la costumbre de reunirse en lo que ellos denominan Mohabet, para formar parte del grupo de conversación de ladino.
Lo que los padres de estos ladinoistas no consiguieron, eso es lo que están haciendo
los propios ladinoistas, y están muy enfocados en el proceso. Han osado separar los elementos que constituyen la identidad israelí –una identidad construida con gran esfuerzo por sus padres, que pusieron mucho empeño en ocultar su pasado judeo-español–. La mayoría de los ladinoistas anhela las visiones de aquellas infancias, cuando crecían con sus padres en las comunidades judeo-españolas ladino-parlantes, en los países de la cuenca del mediterráneo. Ahora están sacándole la cáscara a su identidad ladina, de a una capa por vez. Son plenamente conscientes de que el ladino no volverá a ser el idioma nativo de los hogares judeo-españoles en el pleno sentido de la palabra, pero no dejan de anhelar este idioma y hacen todo lo posible para glorificarlo, y se ven a sí mismos y a sus familias como un tipo de puente no-oficial entre España, como patria lejana, y el país Ladino, como una patria imaginada. Su preocupación con el país Ladino y su representante más cercano –España–, con las visitas a aquel país y las caminatas por las calles de sus ciudades y las conversaciones con sus habitantes en un dudoso ladino-español, todo eso es lo más cerca que pueden llegar de restablecer el hogar que les fue arrebatado a los abuelos de sus abuelos. Estos ladinoparlantes saben que ellos y solo ellos tienen la capacidad de restablecer la parte del continuum de la historia del Pueblo Judío. El ladino es, por lo tanto, una patria portátil. Los exiliados españoles lo llevaron por el camino del exilio al Imperio Otomano; los residentes de dicho imperio lo llevaron en su memoria por muchas generaciones, y cuando se los forzó al exilio de los campos de exterminio, lo llevaron consigo en los trenes de la muerte. Los que inmigraron a Israel lo trajeron, envuelto en su memoria, y lucharon para que no desapareciera definitivamente. Ahora sus hijos –los ladinoistas– están haciendo justamente eso.