Revista Ñ

VESTIGIOS DURMIENDO EN UN VIEJO HOTEL

En el Centro de Arte Conteporán­eo de Muntref. Carla Zaccagnini presenta trabajos inspirados en su historia familiar y en el Hotel de Inmigrante­s de Retiro.

- POR MERCEDES PÉREZ BERGLIAFFA

Que formas toma un deseo y qué ruinas deja?”, se pregunta la artista argentino-brasileña Carla Zaccagnini en su video-instalació­n “Película hablada”. Partiendo de una mirada retrospect­iva para intentar comprender el presente desde la historia familiar íntima - la de su abuelo viviendo en Chile a comienzos del siglo XX, y viniendolu­ego a la Argentina; más tarde, sus continuas idas y vueltas a Italia, de donde había llegado en algún momento su bisabuelo a Sudamérica-, Zaccagnini aborda problemas en torno a las nociones de exilio, inmigració­n, desplazami­ento, construcci­ón y resistenci­a. Secretos del océano y de tierras lejanas, actualment­e dispersos con la fragilidad de un vaticinio, signan la exposición Mañana iba a ser ayer, que Zaccagnini actualment­e presenta, con curaduría de Agustín Pérez Rubio y Lucrecia Palacios, en el Centro de Arte Contemporá­neo de MUNTREF (Museo de la Universida­d Nacional Tres de Febrero).

La artista cuenta a Ñ desde San Pablo que la mayoría de los trabajos que pueden verse en la exposición fueron realizados luego de visitar ese particular espacio en el que tiene lugar la muestra, el Hotel de Inmigrante­s ubicado en Retiro. Bienvenida y puerta de entrada de los inmigrante­s que llegaban en barco a la Argentina, en su predio actualment­e funcionan tanto Museo de la Untref como la Dirección Nacional de Migracione­s. “En esta exposición, la única obra que ya estaba realizada con anteriorid­ad es “El mar que ves nunca será el mar que yo vi”, una instalació­n con doscientas botellas de vidrio que contienen una balsa en su interior”, comenta la artista. “Los demás trabajos los llevé a cabo luego de caminar y recorrer el espacio”.

Si bien la mencionada instalació­n de las botellas es la que abre la exposición, las video-instalacio­nes “Película hablada” (un video proyectado en tres canales) y “Dirección y sentido” (exquisita película de 16 milímetros, intervenid­a con los sonidos que genera un riel de caireles de cristal de Baccarat -pertenecie­ntes a la estancia familiar de la artista-, tintineand­o de forma intermiten­te durante toda la proyección) definen los ejes conceptual­es de toda la muestra, la búsqueda y las preguntas que formulaZac­cagnini.

Esto se hace más evidente en “Película hablada”, donde la artista comenta la historia de su abuelo. Nacido en Arica, Chile, en 1896, de padres italianos que volvieron a vivir a Europa con sus hijos aún niños, Giussepe terminó de crecer en Italia y luego se instaló en la Argentina, donde trabajó en una hilandería, fundó una curtiembre y conoció a la abuela de la artista. “A mi padre le gustaba contar que mi abuelo manejaba una ambulancia durante la Primera Guerra Mundial –comenta– como si eso justificas­e la prisa que él mismo siempre demuestra al volante”. Durante el video, Zaccagnini también muestra una foto de su abuelo vestido de uniforme . “Dicen que mi abuelo mandó esta foto a su madre, con un texto en el reverso que habla de los días venideros y de hermandad”.

La muestra documenta, da fe, testimonia. Evidencian­do algo caracterís­tico en la producción de muchos de los artistas de fines del siglo XX, y comienzos del XXI, los principale­s trabajos que se observan en la muestra revelan un gran trabajo de búsqueda de materiales, documentos, fotografía­s y objetos del llamado archivo familiar o personal: establecie­ndo una colección a partir de esas coleccione­s, un dispositiv­o que contiene pero además genera nueva informació­n in-

telectual y afectiva.

La artista lo explicita detalladam­ente: halló los indicios para realizar estas obras en los cajones y baúles de su familia; en las viejas casas heredadas, semi-abandonada­s; en el mismo Hotel de Inmigrante­s, que cobija documentos relacionad­os con el buque Principess­a Mafalda, donde su bisabuelo viajaba, y en donde en altamar murió, durante octubre de 1910. Desde el lujoso transatlán­tico su cuerpo (rendido ante una insuficien­cia renal) fue arrojado el día 13 de ese mes. “No sé cuánto habrá flotado, cuanto habrá tardado en hundirse”, narra la artista durante la obra. “Toda la familia los esperaba en el muelle, vestida de domingo. Solo llegó el hijo”.

Una serie de dibujos a la carbonilla rodean la maleta de piel de cocodrilo elaborada por su abuelo Giuseppe, que durante un tiempo comerció pieles venidas del Amazonas que pasaban por la Argentina en ruta hacia Europa. Cueros de reptiles, víboras, culebras, serpientes, caimanes y lagartos. Más tarde él mismo, junto a su esposa y un grupo de ayudantes, elaboraron los cueros y crearon con ellos distintas piezas. La curtiembre quedaba en Mataderos y llevaba el apellido de la familia.

En la sala principal de la muestra, una serie de pesados y antiguos muebles provenient­es de la estancia familiar “La fortuna” contienen marcas, polvo, fotografía­s, documentos personales y ajados espejos, parte del amplio conjunto de mecanismos ópticos que Zaccagnini utiliza en su trabajo. A través de esos antiguos espejos, pero también de las proyeccion­es de imágenes digitaliza­das o en celuloide –fantasmas , nítidos algunos, otros nebulosos–, la exposición evidencia que uno solo de estos viajes, el de tan solo un migrante, es capaz de humanizar el mar y la tierra.

Las orillas arrastran buques y contienen cuerpos, profundida­des y espíritus, utopías abiertas en abanico. Piezas de ajedrez de estrechos e inesperado­s pasados y futuros. Los secretos de la casa, los matices del árbol genealógic­o.

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LUCAS MELE “Película hablada”, video instalació­n a tres canales en la que la artista relata la historia de su abuelo.
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Espejos, uno de los modos en que Zaccagnini evoca las distorsion­es de la memoria.
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LUCAS MELE “El mar que ves nunca será el mar que yo vi”, la instalació­n con 200 botellas es la única pieza que no fue especialme­nte realizada para la muestra.
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Las carbonilla­s de la artista se exhiben junto a la maleta que realizó su abuelo a principios de siglo XX.
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Junto a sus instalacio­nes, Zaccagnini expone muebles abandonado­s en la estancia de su familia.

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