Revista Ñ

Una mujer entre jazzeros

Melisa Bertossi. Nacida en un pueblo santafesin­o, estudió en Nueva York y Amsterdam y vive en Barcelona. Ahora vuelve para el Festival de Santa Fe.

- POR SANDRA DE LA FUENTE

En días en que la agenda feminista ocupa la primera plana de todos los medios, vale la pena escuchar el punto de vista de la saxofonist­a Melisa Bertossi. Nacida en San Carlos Centro, provincia de Santa Fe, aceptó que para cumplir con el sueño de sonar como Stan Getz debería emigrar: Nueva York y Amsterdam hasta recalar en la preciosa Barcelona, donde toca cada noche.

Bertossi vuelve a su provincia de origen, como artista invitada por el Festival de Santa Fe. Tocará con el pianista Miguel Marengo, el baterista Hugo García, el contrabaji­sta Cristian Bórtoli y el guitarrist­a Pablo de Luca.

El festival, que va por su vigésimose­gunda edición, cuenta con cuatro sedes –Teatro Municipal, Paraninfo UNL Centro Cultural Provincial y Mercado del Progreso–, en las que se desarrolla­n desde clínicas y 20 conciertos, hasta el 23 de marzo. Escalandru­m (grupo que lidera Pipi Piazzolla), Hernán Jacinto y Nailor Azevedo forman parte de la programaci­ón.

“No compro posiciones ideológica­s en paquete; me gusta pensar que cada situación es diferente y analizar cosa a cosa”, dice cuando aparece el tema del día: feminismo sí o no. “Colectivos, expresione­s feministas, pañuelos, lenguaje inclusivo, no tengo una opinión formada sobre todo. Sí puedo decir que aliento a las mujeres que destapan situacione­s de abuso y maltrato, y las que buscan igualdad de género, sin caer en el vale todo para castigar a los hombres, solo por ser hombres. Con la edad una ve venir los problemas y aprende a rodearse de mejores personas. Hay hombres muy respetuoso­s, están los del medio y también los desubicado­s, a quienes hay que aprender a pararles la mano. Pero también hay mujeres que se comportan como machos alfa”.

–El mundo del jazz tiene cierta fama de misoginia y machismo. ¿Te tocó vivirla?

–Hay más hombres que mujeres en el mundo del jazz, pero para mí no es un orgullo ni una lucha ni una reivindica­ción salir a tocar. Es simple: nací mujer y me gusta el jazz. Aprendí a lidiar con lo que me toque vivir día a día. Y estoy contenta con lo que conseguí. Como alguna vez me contó Luis Salinas que le dijo Serrat: soy feliz, pero no se lo cuentes a nadie.

–Saliste de San Carlos, tu pueblo santafesin­o, directamen­te para Nueva York en enero del 2001. Contame cómo realizaste ese salto inconmensu­rable.

–Tenía 22 años y eran tiempos de convertibi­lidad. No era tan difícil llegar a Nueva York y yo tenía hambre de aprender. No recuerdo mi vida sin el deseo de hacer música. Y de tocar el saxo.

–¿Cómo fue que descubrist­e el saxo?

–Tengo el registro de haber pasado por una escuela municipal y de haber escuchado que alguien practicaba. Ahí me dije que yo quería aprender a tocar ese instrument­o. Todo lo que había en casa para escuchar eran esos casetes de Glenn Miller y Louis Armstrong, que venían con las Seleccione­s del Reader’s Digest. La misma munici- palidad me prestó un saxo alto y pude aprender algo. Un tiempo después, ya estaba tomando clases con Carlos Michelini. Me gustaba el saxo tenor y quería tocar jazz. Entré al Jazz Ensamble Junior, una big band santafesin­a. Pero sabía que los mejores músicos estaban en Manhattan así que, a los 22 años, dejé el traductora­do de inglés, que era la carrera oficial en la que me había anotado, e inconscien­te de todo, me fui a estudiar allá. Llegué un viernes y el lunes ya había conseguido trabajo en una sala de ensayos: ganaba 6 dólares la hora. Atendía el teléfono durante el día y limpiaba los baños por la noche. Tocaba el cielo con las manos porque a ese sitio iban Michael Brecker, Lee Konitz o Joshua Redman. Los escuchaba detrás de la puerta y cuando tenía la oportunida­d les preguntaba qué estudiar, qué escuchar, cómo seguir. En esos años no hacía falta visa para entrar a los Estados Unidos, me quedaba tres meses, salía por unos días y volvía entrar. Pero el atentado a las Torres Gemelas puso fin a mi sueño americano. Fue ahí que me hablaron de Amsterdam, porque hay una buena escuela de jazz y es barato. Allá fui, me tomaron una audición y entré a la carrera. Volví a la Argentina en el 2013, pero el título de Amsterdam no me habilitaba a dar clases. Unas vacaciones me llevaron a Barcelona y acá me quedé. A poco de llegar, el baterista Joao Vieira me regaló dos horas de estudio para grabar mis temas. Y ahí salió un disco con el pianista argentino Mariano Camarasa, el guitarrist­a Olivier Jambois, el contrabaji­sta Manel Fortià y el mismo Joao. En Barcelona pude estudiar con Llibert Fortuni, que me abrió la cabeza al mundo del bop. –Estudiaste en Europa y en Estados Unidos. ¿Encontrás diferentes puntos de vista en el enfoque musical?

–Sí, y muy profundos. En Amsterdam se centraban en el error. Corregir era lo esencial. En Estados Unidos buscan tu punto fuerte y te ayudan a desarrolla­rlo.

–La historia de “tú puedes lograrlo” que cuenta el cine.

–Sí, para mí fue muy positivo, me entusiasmó a dar rienda a mi personalid­ad. Te anima a ser diferente, a ser lo que sos y a progresar. No reniego de la técnica y la buena formación: todos los días les doy pelea al bop y a Charlie Parker, y todos los días me la ganan. Pero no dejaré de insistir.

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LAURA SORIANO “Aliento a las mujeres sin caer en el vale todo para castigar a los hombres”, dice Bertossi.

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