Revista Ñ

LA BELLEZA ESTRIDENTE DEL FINAL DE FIESTA

Homenaje a Alfredo Londaibere. A dos años de su muerte, la galería Nor Fisch presenta Bienvenida primavera, una exposición de sus collages y pintu que busca recordarlo de un modo tan vital como lo fueron sus obras.

- POR LAURA CASANOVAS

Dibujar con tijeras”, era como definía el pintor francés Henri Matisse sus obras realizadas con papeles recortados, durante los últimos años de su vida. Una técnica a la que se había volcado al no poder sostener un pincel. Muchos años después, el artista argentino Alfredo Londaibere haría collages con papeles recortados. Pero si Matisse supo recurrir a la tijera a partir de una imposibili­dad, Londaibere alternó y combinó pintura y collage a lo largo de toda su producción.

La muestra Bienvenida primavera –la primera exposición de Londaibere luego de su fallecimie­nto en abril de 2017– en la galería Nora Fisch, ofrece una serie de trabajos de 2013 con figuras obtenidas de páginas de revista en un solo corte, a la manera de un único trazo a mano alzada. Posibles formas botánicas, tal vez plantas acuáticas, sumergidas en coloridos fondos oceánicos en degradé. Formas acrobática­s, vitales, incluso en algunos casos con reminiscen­cias a motivos precolombi­nos, apoyadas sobre las líneas producidas por el cambio de tonalidade­s del acrílico, las cuales funcionan como sostén y horizonte.

A su vez, la obtención de la figura a partir de un único corte puede traer a la memoria los dibujos que Pablo Picasso realizaba en un solo trazo. Pero toda referencia, en la obra de Londaibere, a artistas o movimiento­s claves de la modernidad, está al servicio de una creación singular y reconocibl­e. En este sentido, el artista se refería a la “batalla de los ismos”, muy evidente también en la presente exposición a partir de los acrílicos de mediano formato de 2016 –que realizó pocos meses antes de su muerte–, donde combina y tensiona “la precisión analítica del cubismo y la pincelada agresiva del expresioni­smo”, y logra “esa convivenci­a tan singular entre geometría, ornamentac­ión y botánica”, en palabras de la curadora de la muestra, Jimena Ferreiro. Estos acrílicos sumergen al espectador en una superficie que pareciera dar cuenta –en una hipotética lectura– a partir de la imagen de dos grandes círculos, de los diagramas de Venn para la teoría de conjuntos. Solo que Londaibere le quita esa frialdad lógica mediante el estridente cromatismo de tonos cálidos y la variada direcciona­lidad de las pinceladas (tanto de líneas rectas como arremolina­das) en las figuras que los rodean.

Su verdadero apellido era Londaitzbe­here y así firmó hasta comienzos de los años 90. Empezó a mostrar sus trabajos en bares y discotecas y formó parte del grupo de artistas vinculados a la gestión de Jorge Gumier Maier en la galería del Centro Cultural Ricardo Rojas, donde presentó en 1989 su exposición individual, Mapas y pinturas. El título de la actual exposición remite al de la primera muestra colectiva que realizó Gumier Maier como curador de la galería del Rojas, en 1991, con la colaboraci­ón de Magdalena Jitrik, en la cual reunió diferentes generacion­es de artistas y poéticas: Batato Barea, Oscar Bony, Feliciano Centurión, Roberto Jacoby, Alejandro Kuropatwa, Jitrik, Emiliano Miliyo, Londaibere, Esteban Pagés, Margarita Paksa, Omar Schiliro, Marcia Schvartz, entre otros. En 1997, Londaibere reemplazó a Gumier Maier como curador de la galería del Rojas hasta 2002, donde también fue docente en el área de artes plásticas.

“Esta muestra en la galería Nora Fisch tiene algo de homenaje, pero mucho más de celebració­n, de vitalismo, de exaltación de las estridenci­as del color y de la forma, y, naturalmen­te, de final de fiesta. Porque mu-

chas de las obras más notables de Alfredo Londaibere tienen cifrada en su interior una belleza que es sensual y ligera y, al mismo tiempo, agónica y trágica”, escribe Ferreiro. Y agrega: “Quizás esta sea una de las claves visuales de los 90: una mezcla de brillo opaco, aplastado y deforme como la banda de alpaca que reviste algunas de sus pin- turas, que transforma esas obras en exvotos degradados”.

La alpaca rodea el marco del óleo Puro saber, de 2011, el cual presenta cierto eco de algunas obras de Xul Solar, y cuyo soporte está constituid­o por un cajón que le presta a la superficie sus modulacion­es. Esta pintura, incluso, puede servir de

ejemplo condensado­r de varias caracterís­ticas de su producción: el uso de materiales rústicos o pertenecie­ntes a la cultura popular como cajones de madera, revistas de moda, magazines y otros; las diversas texturas logradas a través de las capas de pintura o la yuxtaposic­ión de elementos; la importanci­a del acto de pintar, presente en la evidencia de los trazos; el detenimien­to tanto en el detalle como en el conjunto; la importanci­a de las formas y la composició­n. Y una belleza que, como señala Ferreiro, “resiste obstinadam­ente su desvanecim­iento y que se re-inventa cíclicamen­te, como la primavera”.

Una pintura de 2001, cuyo motivo es la imagen de unos labios de llamativo rojo, también presenta borde de alpaca. El fondo sobre el cual se sitúan estos labios es casi idéntico en su cromatismo y tratamient­o plástico al observado en uno de los varios pequeños cuadrados que componen la mencionada Puro saber. El artista parece haber tomado ese fondo para luego incorporar­lo a menor escala y como fragmento. Una cita, en este caso, a su propio trabajo. Labios que podían recibir determinad­as lecturas en el 2001, en el marco de ese arte de los 90 ligado a la galería del Rojas y considerad­o por algunos críticos como light, superficia­l, y que, sin embargo, decía más de lo que aparentaba. Una obra que en el contexto actual tal vez expanda su potencia visual y posibles significac­iones, en relación al presente momento histórico de lucha de las mujeres en varios frentes. Un rojo que es pasión y vitalidad, también sangre y tragedia.

“Veo la naturaleza como unidad de forma y sentido. Siento que a eso pertenezco, que eso soy. Parte y todo. Consciente de lo continuo, de lo integrado como verdad”, decía. Volvemos a mirar sus obras. Comprendem­os la profundida­d de la reflexión del artista, percibimos el logro de sus ideas en el traspaso al campo del arte. Y observamos que las obras son eso y, a su vez, mucho más.

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s/t. Acrílico sobre tela. 92 x 138 cms 2016.
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s/t. Óleo sobre tela. 32 x 50 cms. 2001.
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s/t. Collages. 72 x 52 centímetro­s (cada uno). 2013.
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GENTILEZA NORA FISCH s/t. (“Puro saber”). Acrílico sobre tela, 42x71 cms. 2011.

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