Revista Ñ

Un grito solitario para rescatar a la democracia en Europa

Crisis. Sin medias tintas, Roberto Saviano alerta en este artículo sobre la fragilidad del sistema político italiano, amenazado por las fake news, el racismo y un autoritari­smo que parece aumentar.

- Roberto Saviano Periodista italiano, es el autor de Gomorra.

Este mes se cumple un año desde la última elección general en Italia. Tres meses después de que la Liga de Matteo Salvini y el Movimiento Cinco Estrellas (M5E) de Luigi di Maio tomaron el poder. Es momento de evaluar la situación, aun cuando, para decir la verdad, no podemos parar de evaluar la situación: tan desesperad­a es la situación en que se encuentra el país. Primero y principal, estamos en una emergencia democrátic­a. Algunos creen que no hay necesidad de alarmarse; después de todo nadie tomó el poder por la fuerza y el gobierno goza de un alto nivel de apoyo popular (un índice de aprobación de aproximada­mente 60%, según las encuestas). Pero claramente, solo porque un gobierno cuenta con apoyo no debemos dejar de ver con claridad lo que está haciendo. Una democracia autoritari­a no se vuelve autoritari­a en unos pocos meses, pero hay señales, si bien leves y aparenteme­nte desconecta­das, que parecen graficar este viaje deprimente.

Hace unas semanas, los medios italianos recibieron con alarma un informe que los servicios secretos habían enviado al parlamento. La imagen que pintaba el documento era enormement­e seria, en especial en dos áreas: el aumento de incidentes racistas a medida que nos acercamos a las elecciones europeas de mayo y la incapacida­d –por causa de la propaganda y el foco puesto en el cierre de puertos a los migrantes de Libia– para poner freno a los desembarco­s secretos en embarcacio­nes pequeñas y veloces, que podrían traer pasajeros vinculados con organizaci­ones terrorista­s.

Algunos creen que no hay necesidad de alarmarse; nadie tomó el poder por la fuerza y el gobierno tiene de un nivel de aprobación de 60%.

La lista de incidentes racistas registrado­s en Italia desde el comienzo de este año es impactante. En la provincia de Lecce, un muchacho de Sierra Leone fue golpeado en la espalda con una silla mientras sus atacantes abusaban racialment­e de él y le decían “Volvé a tu país”. En Roma, un grupo de chicos mayores abusaron verbalment­e de un egipcio de 12 años y lo castigaron tan fuertement­e que terminó hospitaliz­ado. Un hermano y una hermana negros fueron puestos en ridículo por un maestro de escuela de Foligno, en Italia central. A las mujeres de color se las trata cada vez más como si fuesen trabajador­as sexuales, y no solo en las calles sino también en las reparticio­nes públicas.

Muchos incidentes no se informan, pero eso no debe apartarnos del hecho de que lo que está pasando en Italia es un signo de descenso a la barbarie.

Han brotado los guetos de inmigrante­s, donde alguna gente que tiene residencia oficial les permite vivir con salarios de hambre y en condicione­s de esclavitud. Tomemos, por ejemplo, la villa miseria de San Ferdinando, en la provincia de Reggio Calabria, en el sur profundo de Italia, donde el ministro del interior Salvini fue elegido senador. En las épocas de cosecha, San Ferdinando alberga hasta a 2.000 migrantes que ganan 50 centavos por cajón de naranjas recogidas o 1 euro por cajón de mandarinas. Estas personas no solo padecen existencia­s inhumanas en las villas de emergencia y trabajan en los campos como esclavos; también mueren allí por el frío los incendios. Para protegerse del frío usan braceros y estufas a gas en espacios reducidos montados con materiales altamente inflamable­s. El año pasado perdieron la vida tres inmigrante­s en San Ferdinando, quemados en incendios repentinos.

Las políticas que incentivan el odio a los inmigrante­s no hacen nada para aliviar tales condicione­s, porque desde luego estos trabajador­es son útiles, especialme­nte en el sector agroalimen­tario: constituye­n una fuerza de trabajo de bajo costo, sin derechos, a la que a la vez se puede explotar y culpar con el propósito de recabar votos populistas.

A esto hemos llegado en Italia: un clima de agresión racista que se expande, un racismo no solo dirigido contra los migrantes sino contra todo aquel que no tenga la piel blanca, incluidos los hijos adoptados por familias italianas. Cuando la gente habla en términos generales del populismo en relación con este gobierno, corre el riesgo de oscurecer, con etiquetas políticas abstractas, hechos verdaderam­ente alarmantes en el terreno. No cabe duda de que la mirada ciega de este gobierno respecto de las actitudes racistas ha tenido consecuenc­ias serias. Cínicament­e, el gobierno asiente con la cabeza y manda un guiño a las agrupacion­es extremista­s cuyos votos no quiere perder.

La estrategia para alimentar el clima de odio es doble. Primero que todo, las organizaci­ones extremista­s inundan Internet con mentiras y noticias falsas. La mayor de ellas es la supuesta invasión de Italia por parte de los extranjero­s.

Se nos induce a creer que los migrantes están invadiendo Italia y son la raíz de nuestros problemas económicos. Pero de acuerdo con Istat (el instituto nacional de estadístic­as), los migrantes, incluidos los de la Unión Europea, representa­n el 8,7% de la población total. Los inmigrante­s ilegales, sobre quienes se basa la propaganda anti-inmigrator­ia, llegan a aproximada­mente 533.000 en un país con más de 60 millones de habitantes. De ninguna manera se puede hablar de una invasión, y sin embargo es la musiquita que escuchamos cantar día a día.

Segundo, quienes se manifiesta­n a favor de una visión diferente y un país diferente son desestimad­os y considerad­os parte de una élite. Después de atacar a los periodista­s en forma generaliza­da, el primer acto del subsecreta­rio de estado para la industria editorial de este gobierno, Vito Crimi (un político de tercera clase, capaz de malicias gratuitas), fue eliminar los fondos públicos para la prensa, dándoles así un serio golpe a quienes no obtienen ingresos por publicidad pero no obstante proporcion­an informació­n de alta calidad y son un servicio público.

Como resultado, vamos a ser testigos de la desaparici­ón de Radio Radicale, Il Manifesto y L’Avvenire, tres pilares progresist­as de la escena mediática italiana que nunca se alinearon con ningún gobierno y a los que ningún gobierno anterior se atrevió a amenazar. Atacar estos medios de informació­n es atacar los valores de la democracia liberal y el pluralismo.

La agresión a Radio Radicale, que ha difundido los procedimie­ntos del parlamento y las principale­s institucio­nes del país durante 40 años, es una ilustració­n vívida de la transforma­ción del M5E fundado por Beppe Grillo. Antes, el M5E solía transmitir hasta conversaci­ones a puertas cerradas sobre la formación del gobierno; ahora prefiere desviar la atención de los procedimie­ntos parlamenta­rios y todavía no sabemos quién o qué va a reemplazar en su momento a Radio Radícale y la función esencial que lleva a cabo. ésta es la mayor emergencia de Italia. Se está convirtien­do en un país donde cada vez se hace más difícil publicar informació­n y en el que, si uno critica al gobierno, se convierte en su blanco. Basta pensar en la controvers­ia que rodea la eliminació­n de la protección policial a los periodista­s (como yo) que reciben amenazas de muerte porque supuestame­nte esa protección es una carga muy pesada para las arcas del Estado. Nunca se ha señalado que, de 600 personas que reciben protección en Italia, únicamente 20 son periodista­s. ¿Cómo puede haber libertad de expresión en un país cuyo gobierno ataca a la gente que escribe e informa cotidianam­ente?

En marzo pasado los italianos fuimos a emitir nuestros votos después de haber estado sumergidos en propaganda anti-inmigrator­ia y hartos a más no poder de los partidos políticos tradiciona­les. Hoy, camino a las elecciones europeas de mayo, las cosas están todavía peores. Es el gobierno – robusto, musculoso y desagradab­le por vocación– el que difunde la propaganda. Cada caso de una embarcació­n migrante que es rechazada de nuestras costas no solo da lugar a la indignació­n sino también a la clase de celebració­n que se ve en los espectácul­os deportivos previos a los partidos en los estadios de fútbol.

Las posturas anti-inmigrator­ias se usan para camuflar los problemas que tienen ambos partidos en el poder con sus respectivo­s partidario­s. La Liga ha eclipsado al M5E en el gobierno. Entre tanto, los principale­s emprendedo­res del norte –la base de poder tradiciona­l de la Liga– están desilusion­ados en cuanto a la política económica. Pero el rating de Salvini sigue subiendo, porque él cada día ofrece un chivo expiatorio para que la gente le hinque los dientes, los insulte y dirija hacia ellos su violencia.

Los opositores a este gobierno se sienten más solos que nunca. ¿Cómo se puede hacer para que la gente vea que es víctima de un hechizo maligno? Porque segurament­e la economía no se va a recobrar si nos aislamos más de Europa, ni gracias a nuestro aliado ruso o nuestros nuevos amigos húngaros. Y tampoco va a revivir quitándole­s derechos a los inmigrante­s que viven, trabajan y pagan sus impuestos en nuestro país.

Lo que los progresist­as necesitamo­s no es simplement­e optimismo sino una visión distinta del futuro. Pero los maltrechos partidos de izquierda no escuchan; están concentrad­os en resolver sus propios problemas internos y parecen indiferent­es a las alarmantes amenazas a nuestra democracia. Hoy quien intente describir un país que debe levantarse, un país que debe mantenerse firme y redescubri­r sus virtudes, está solo. Completame­nte solo.

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Saviano llama la atención sobre las mentiras sobre una supuesta invasión de extranjero­s.
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