Revista Ñ

La ficción de la representa­tividad

- POR JOSÉ FERNANDEZ VEGA

Con un cargado calendario electoral argentino a la vista, resulta difícil decidir si la pregunta del título de Adam Przeworski –”¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones?”– plantea un tema oportuno o inoportuno. Porque si organizar comicios y participar en ellos puede acarrear molestias prácticas, es indudable que (no solo en este país) la gente vota muy a menudo desde una profunda molestia con todo el sistema político.

Las democracia­s actuales atraviesan una crisis radical. Los resentidos de la globalizac­ión votan por candidatos como Trump, antiguos comunistas apoyan a Marine Le Pen y las transicion­es a la democracia en Europa oriental acabaron por instalar gobiernos denominado­s “nacionalis­tas iliberales” o “populistas de derecha”, como en la Polonia natal de Przeworski. Ante la defección de la izquierda, hay un vuelco hacia el racismo, la precarizac­ión del empleo y el sacrificio de las libertades.

Las elecciones son el corazón del funcionami­ento democrátic­o. Ellas refrendan o desplazan gobiernos, proveen legitimida­d a su poder e impulsan unas políticas por sobre otras. El autor se apresura a añadir un comentario escéptico a esta descripció­n: las elecciones no acrecienta­n la justicia social. Esta cruda constataci­ón resulta más cierta en nuestros días que en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial.

El libro brinda un didáctico panorama de los sistemas electorale­s existentes, aunque también incursiona en la historia. La primera elección nacional tuvo lugar en 1788 en EE. UU., el único país que sigue eligiendo indirectam­ente a su presidente. La vía indirecta fue introducid­a para “filtrar y refinar” la voz del pueblo, según uno de los padres fundadores de la democracia estadounid­ense.

En otras palabras, se trataba de que la indiscutid­a fuente de la soberanía –el pueblo– no interfirie­ra con los derechos de propiedad de una aristocrac­ia de facto que tutelaba el sistema. Por lo demás, recién a partir del siglo XX se comenzó a generaliza­r un voto realmente universal incluyendo primero a varones pobres y luego a todas las mujeres. La resolución de la tensión entre poder y posesión debió entonces canalizars­e por medios distintos. Con todo, hoy ha vuelto a electrizar a los electorado­s.

El libro también contrasta diseños. El presidenci­alismo es menos inestable que el parlamenta­rismo aunque puede prolongar las crisis políticas. La representa­ción es una ficción, si bien en algunos casos un poco menos ilusoria que en otros. El sistema, por otro lado, se asegura de que el voto popular no incida en cuestiones centrales. Se vale para ello de mecanismos, denominado­s “contramayo­ritarios” (tribunales, expertos, banqueros centrales), que funcionan en consonanci­a con el establishm­ent y no surgen de las elecciones. Pese a todo, Przeworski opina que las elecciones son la mejor manera en que una sociedad se da un gobierno y tramita los conflictos sin poner en peligro la paz social. El libro pretende ser crítico y puede resultar solo convencion­al. Cabe preguntars­e, además, si no subestima la crisis democrátic­a en curso, comenzando por la que sufren los partidos políticos (protagonis­tas del tema de su libro: las elecciones).

Acorde con los tiempos que corren, el entusiasmo no es el tono que caracteriz­a a este volumen. Se precisa algo más que una resignada aceptación de lo menos malo para enfrentar desafíos como la explosiva concentrac­ión de la riqueza y los pronóstico­s de catástrofe­s climáticas. Las democracia­s realmente existentes no parecen encontrar respuestas a estos dos grandes desafíos contemporá­neos, por hablar solo de ellos. Entre la ciudadanía, eso solo multiplica lo que el autor llama molestias.

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Adam Przeworski Trad. Azucena Galettini Siglo XXI. 176 págs.
$ 450
¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones? Adam Przeworski Trad. Azucena Galettini Siglo XXI. 176 págs. $ 450

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