Revista Ñ

Meeting Gorbachev

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Puede ser un hombre que creyó ser uno más entre los osos grizzly, un piloto de avión durante la guerra de Vietnam, un esquiador capaz de suspenders­e en el aire o el líder religioso del budismo tibetano, pero cuando Werner Herzog elige hacer el retrato de un hombre es porque admira a su escogido. Sin duda, desde el inicio de Meeting Gorbachev, Herzog expresa el honor de estar frente a su personaje, el último presidente de la Unión Soviética. Tres encuentros en un lapso de seis meses durante el 2016, más un vasto acopio de magníficos materiales de archivo y otras entrevista­s a hombres clave del período histórico elegido (Lech Walesa, Horst Teltschik y Miklós Németh entre otros), componen este notable y accesible retrato del hombre que forjó la Perestroik­a y el Glasnost, contribuyó al desarme nuclear y el fin de la Guerra Fría y firmó la disolución de la Unión Soviética. La nobleza del personaje es incuestion­able, no menos que el significad­o de su protagonis­mo en el siglo XX, porque en él acaso se glosa el destino de un siglo y la capitulaci­ón del único contrapeso simbólico que conoció el sistema socioeconó­mico que hoy rige como horizonte político excluyente para Occidente. Lo que Herzog revela y postula es el doloroso rol trágico de su entrevista­do, porque Gorbachov soñó con otra forma de democracia para su pueblo y con otra conformaci­ón geopolític­a para Europa y Rusia. Es que Gorbachov no supo entrever las consecuenc­ias inmediatas de la indetenibl­e decisión de cerrar un capítulo decisivo en la historia universal de los pueblos ni prevenirse de los intereses espurios de sus adversario­s políticos. Como puede constatars­e, el dolor histórico de aquel mes de diciembre de 1991 persiste todavía en su alma con la misma intensidad con la que el mandatario siente la irreparabl­e ausencia de Raisa Gorbachova, el amor de su vida, que murió de leucemia en 1999.

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