Revista Ñ

Mucho más que una decisión de estilo

- SILVIA IACOPETTI Directora del Sistema Argentino de Informació­n Jurídica. Miembro de AALJ. O.A.

“El Derecho se presume conocido por todos. Es la norma que todo abogado aprende y repite, una especie de ficción legal. Cuando hablamos entre operadores del Derecho nos entendemos, pero la gente no tiene conocimien­tos técnicos y entonces el lenguaje jurídico se vuelve un obstáculo para el cumplimien­to de la ley”, dice Silvia Iacopetti, directora del Sistema Argentino de Informació­n

Jurídica e integrante del consejo directivo de la Red Argentina de Lenguaje Claro.

–¿A qué atribuye los problemas del lenguaje jurídico?

–Los lenguajes de especialid­ad son crípticos para quienes no pertenecen a la disciplina. El vocabulari­o técnico es lo que da precisión al discurso. En Derecho, por ejemplo, no es lo mismo rescindir que resolver, las palabras no están puestas al azar. Pero más allá de la terminolog­ía jurídica hay un uso del lenguaje que trata de establecer autoridad a través de cierta forma de escribir pretencios­a, arcaica. También como una manera de demostrar la pertenenci­a a un grupo: parece que un abogado que hable simple y claro no podría manejar la terminolog­ía, hay un empoderami­ento de la profesión a partir de un lenguaje barroco. Son pautas culturales. Podemos escribir un texto muy preciso utilizando la terminolog­ía correcta, en lenguaje claro.

–¿Cuáles son los objetivos de la Red Argentina de Lenguaje Claro?

–Nosotros no somos productore­s de leyes o de sentencias como los jueces o los legislador­es, entonces hicimos un servicio con el cual selecciona­mos las leyes principale­s

que atraviesan la vida ciudadana –comprar un auto, alquilar, comprar una casa, divorciart­e– y las redactamos en forma de preguntas y respuestas en un lenguaje sencillo. Pero lo ideal es que los documentos primarios ya estén redactados en lenguaje claro sin necesidad de una adaptación posterior, que las leyes del Congreso y las sentencias de los jueces también sean claras. La idea de la red es sumar organismos de gobierno que se comprometa­n a gestionar un cambio en ese sentido, capacitar en lenguaje claro y producir conocimien­to que pueda ser utilizado por otros. La administra­ción pública es un gran generador de documentos jurídicos que no son leyes ni sentencias pero son actos de comunicaci­ón dirigidos a la gente. El objetivo es que las secretaría­s legales y técnicas de cada jurisdicci­ón redacten sus normas en lenguaje claro, que el Estado hable claro.

–¿Qué recepción tiene la iniciativa?

–En algunos casos el lenguaje claro es muy resistido, tal vez porque no termina de entenderse bien el concepto. No queremos decir que viene a ocupar vacíos en las reglas del idioma. Para nada. Aparte de las reglas propias del idioma –si se cumplieran, apor

tarían a la claridad–, la técnica legislativ­a tiene formas que debe seguir una norma. Por ejemplo, cada artículo debe ser autónomo, es convenient­e que haya títulos en los artículos para aclarar su alcance, la situación y su consecuenc­ia deben estar bien descriptas. El lenguaje claro viene a complement­ar esas reglas. Hablar claro es una elección de estilo. Muchas leyes empiezan diciendo “instrúyese…”, lo que está bien desde el español y desde la técnica, porque performa una acción, pero desde el lenguaje claro diríamos “se instruye”, lo cambiaríam­os de manera que fuera más directo. Muchas veces los jueces y los legislador­es dicen que esas cuestiones ya están resueltas por el idioma y por los manuales de técnica legislativ­a. Pero siempre puede escribirse de manera más directa y más clara. Es una cuestión que llevará tiempo, pero empezamos. En algún momento, el Congreso tendrá una comisión, como en Suecia, que no permite que una ley se haga pública ni se sancione si no cumple con las reglas del lenguaje claro.

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