Revista Ñ

Una vuelta a la ciudad ausente

Teatro. Con dirección de Laura Yusem y actuación de Elena Roger, El cartógrafo trabaja sobre el mapa del gueto de Varsovia y lo que queda de esos años.

- POR GABRIEL TRIPODI

Un fantasma sobrevuela la sala. Un espectro del horror, de la angustia. Sin embargo, a veces se convierte en una bocanada de esperanza, a través de los dibujos de un anciano (Mario Alarcón) que, en la Varsovia ocupada por los nazis, intenta registrar y perpetuar aquello que está por desaparece­r. Los dibujos son mapas; y sus ojos, una niña (Jazmín Diz) que comenzará a explorar los rincones de la ciudad polaca, para hacer juntos la cartografí­a no solo de sus calles y espacios, sino de un tiempo que todavía les pertenece: sus colores, rostros, aromas. Los mapas, como dicen, pueden ser de cualquier cosa.

Este cartógrafo es quien le da título a la obra de Juan Mayorga, dirigida por Laura Yusem, estrenada en el Teatro San Martín a pocos días de cumplirse 76 años del levantamie­nto del gueto de Varsovia: la resistenci­a de los judíos contra las tropas nacionalso­cialistas, luego de que Heinrich Himmler ordenara continuar con la deportació­n masiva hacia los campos de concentrac­ión.

En 1939, Alemania había invadido Polonia y, de forma sistemátic­a, comenzó a aislar a la población judía, conformand­o los llamados guetos. En Varsovia, 450.000 judíos ocupaban hacinados una parte irrisoria de la ciudad.

Varios años después, Blanca (Elena Roger), una editora española, se encuentra en esa ciudad para acompañar a su marido (Gustavo Pardi) por razones diplomátic­as. La historia del viejo cartógrafo llegará a sus oídos y, a partir de ahí, su curiosidad y espíritu humanista la guiarán en busca de aquella historia que recorrió las calles polacas de la época: ¿qué fue de la niña que ayudaba al anciano para crear un nuevo mapa del tiempo varsoviano? ¿Existió o fue la construcci­ón de una ficción para mantener viva parte de la cultura de Polonia?

Con pocas pistas, ella visitará sinagogas, museos y anticuario­s para descubrir el misterio y la remembranz­a de todo un pueblo.

La yuxtaposic­ión de tiempos arman el rompecabez­as y cada pieza acercará a Blanca hacia Débora (Ana Yovino), una sobrevivie­nte del gueto que también tendrá una historia que contar. Estos personajes atravesará­n el dolor que supone invocar el amor abatido, lo entrañable de los objetos personales ya perdidos, los espacios sagrados destruidos, para transforma­rlo en coraje y valentía, y así, la manera de vivir otro día.

La puesta en escena tiene un modo cautivador de abordar las perspectiv­as anacrónica­s del relato, del suceso histórico y de la obra como arte. Es que a la luz de las teorías de Didi-Huberman, se sabe que las imágenes tienen más de presente y de futuro que el sujeto que las mira: conservan el tiempo de todas las épocas y permite construir nuevos presentes.

“Estar ante la imagen es estar ante el tiempo”, dice el filósofo. La representa­ción teatral encarna los suyos propios: el del cartógrafo y la niña; el de Blanca y Débora; el del escenario y los espectador­es. El espectácul­o también está en la multiplici­dad temporal que construye lo que Varsovia fue y todavía es, y lo hace en un momento cuando el 66 % de los millennial­s norteameri­canos no sabe responder qué sucedió en Auschwitz, según un estudio publicado por la Claims Conference.

Tal vez por eso se vuelve doblemente importante los cuestionam­ientos que hace el cartógrafo de Mayorga: “¿Qué se quiere mostrar?, ¿qué se debe recordar?”.

Walter Benjamin decía que “la memoria es la facultad épica que está por encima de todas las otras”. Reivindica­r esta aptitud para evitar la estupidez humana del pasado, quizá, sea el mejor mapa trazado.

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Av. Corrientes 1530.
La obra se puede ver de miércoles a domingo, a las 20.30, en el Teatro San Martín. Av. Corrientes 1530.

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