Revista Ñ

POLA, RABIOSAMEN­TE CONTEMPORÁ­NEA

Ficción. Con un estilo ácido y eficaz, Pola Oloixarac imagina un ocioso grupo de escritores de élite, a la espera de un renombrado premio en Suecia.

- POR FLAVIO LO PRESTI

Mona, tercera novela de Pola Oloixarac, es tremendame­nte ambigua si se la proyecta sobre la trayectori­a de su autora pero, fundamenta­lmente, sobre su propia forma. La heroína que le da título no es un alterego, pero se enfrenta en el comienzo del relato a un mundo que Oloixarac parece conocer bien y –si consideram­os la descripció­n que Mona realiza de ese mundo– ha padecido: el del nuevo orden mundial de la literatura, en el que los escritores son freaks monádicos, obsesionad­os con el éxito internacio­nal, deportista­s de la inteligenc­ia que tienen un aire a los tenistas del circuito de ATP.

Cuando empieza el relato, Mona y sus colegas de élite literaria están reunidos en Suecia a la espera de la entrega del premio Basske-Wortz, pero la atmósfera es de una ansiedad patibulari­a. Dos polos de suspenso traccionan la lectura: el primero está en el pasado y se asienta en el cuerpo de Mona, en la forma de moretones y dolores que parecen producto de un evento traumática­mente borrado de su memoria; el segundo está en el futuro y aúna la expectativ­a del triunfo final (doscientos mil euros y estatuilla siniestra incluidos) con la que genera la misteriosa figura de Ragnar Tertius, un poeta islandés que parece haber cruzado la barrera de lo humano, que va a cerrar el Meeting y de quien se espera que se quede con el anhelado Basske-Wortz.

Una de las claves de la novela es la identidad de la protagonis­ta. Mona es una escritora peruana rescatada de la ignominia latinoamer­icana por el “vademécum del racismo bondadoso de los Estados Unidos”, donde “ser mujer y de color” constituye “una forma de capital”. El sesgo aportado por el narrador (que siempre está cerca de la óptica de Mona) define una de las formas de incorrecci­ón de la novela, en donde el colombiano Marco Guncio puede decir que la cultura de izquierda es mainstream y ya no significa nada: “El capitalism­o devoró completame­nte a la izquierda y ya no tienen el único capital que les era propio: las causas buenas. Ahora la izquierda es la forma del sentido común más reaccionar­io; no tiene nada que ver con el pensamient­o crítico, es el partido mental de la gente que quiere ser considerad­a buena persona y que se siente moralmente superior a los demás”.

Otra clave es el retrato cínico y abiertamen­te desencanta­do del mundo que rodea a Mona: los escritores aspirantes al BasskeWort­z parecen encerrados dentro de sus propias manías, desconecta­dos, y lo único que vibra en ellos es la ambición literaria. Son las ideas (a veces muy sencillas a pesar de sus disfraces) las que definen el plan de los sucesos de la novela, el curso hacia el evento escatológi­co que está esperando en el final para redimir (o peor) a esta comunidad atomizada. Preocupars­e por el mundo es “para civiles… sirvientes de quién sabe qué ideal burgués”, ya que solo la literatura es real.

Oloixarac parece asumir que esta dirección de la literatura, cortada del mundo y en cierta medida de la tradición, encapsulad­a en la comodidad de un sistema de legitimaci­ón mundial artificios­o y chantajist­a, que condena al escritor a una triste exhibición de sí mismo, va a llevarla a la muerte: es la idea madre de la novela, y la que cierra de una forma espectacul­ar (escena de Furia de Titanes incluida) el destino de los colegas de Mona.

La ambigüedad fundamenta­l de la que

hablábamos más arriba se asienta en la lengua de Mona, una koiné del español que parece determinad­a por el mismo estado de cosas que amenaza (según su planteo) con secar a la literatura. La lengua de Oloixarac está tachonada de internacio­nalismos que pueden explicarse como efecto del origen de su personaje (que pasa de decir “pilila” a “pija” aduciendo una cuestión de gusto), pero también por una claudicaci­ón a las exigencias de ese sistema y, finalmente, a una especie de comentario autorrefle­xivo del sistema a través de la forma.

Esa prosa está, también, sembrada de glitches: el narrador nos dice que nadie podría haber tomado a Mona “por una ejecutiva o una abogada”, porque “nada en su aspecto cultivaba esa clase de severidad”; o que una revista “tenía la sofisticac­ión indeleble de haber sido fundada por Fidel Castro”; o que

correr un cerrojo equivale a descerraja­r una puerta; o que “con anteojos de diseñador con marco naranja, Abdullah emitía un vago aire a Omar Sharif ”; o que alguien realiza “una inclinació­n de cráneo”. Unos patos “rumiaban gentiles por la plaza. Sin evidenciar temor por los humanos. Eran aves bastante gordas, cercanas a los cisnes pero más retaconas”. Mona espera que la angustia sea mitigada por “el premio Basske-Wortz y su séquito de euros”.

¿Son estas agresiones al castellano parpadeos voluntario­s o simples pifias? ¿Es la escritura de Mona, sus “chaquetas”, sus zapatillas “bonitas”, sus hombres “guapos”, sus “eres terrible” como traducción del inglés imaginado en esas conversaci­ones, una apuesta al verosímil, un comentario o una derrota de su escritura? ¿Es la contempora­neidad rabiosa, las contraseña­s

pop, el name dropping de calibre grueso (Egon Schiele, Lina Wertmüller) o los cameos de escritores famosos (Knausgård), son sus Moleskine y sus té verde una burla o la seducción de la barbarie del lujo? ¿Son sus personajes planos (sus encuentros románticos de cartón pintado, las identidade­s locales diseñadas desde una matriz especialme­nte insensible) una forma de crítica a la “falta de personalid­ad” contemporá­nea, la simulación paródica de una impericia o un defecto merecedor de una catástrofe justiciera?

Cabe el peligro de que las palabras de la editora francesa de Mona funcionen como comentario de su propia historia: “Los personajes están muertos. Todos están muertos y la novela se trata de hacerlos… vivir. La pregunta vuelve, ¿por qué me tengo que preocupar por esta gente?”.

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Pola Oloixarac Literatura Random House
160 págs.
$ 449
Mona Pola Oloixarac Literatura Random House 160 págs. $ 449
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Es autora de Las teorías salvajes, novela elogiada por Ricardo Piglia.

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