Revista Ñ

CUANDO EL ERUDITO MIRÓ AL FAR WEST

Arte y etnografía. El conocido historiado­r alemán analizó en Buenos Aires la luminosa teoría del filósofo Aby Warburg, y cómo su viaje pionero a Arizona lo condujo a una renovada lectura del Renacimien­to italiano, que nos incluye a todos.

- POR HORST BREDEKAMP

Entre noviembre de 1895 y mayo de 1896, Aby Warburg visitó a los indios Pueblo en Nuevo México y Arizona. El legendario viaje, sin embargo, cobró celebridad recién tras la publicació­n –en el Journal del Warburg Institute en idioma inglés en 1939 primero y en el original alemán en 1988 después– de una conferenci­a sobre aquella experienci­a que Warburg había dado el 21 de abril de 1923 estando internado en la clínica neuropsiqu­iátrica de Kreuzlinge­n. Fue recién el año pasado, incluso, que se publicó el texto completo de Warburg sobre el ritual de la serpiente de los indios hopi, una edición de Uwe Fleckner que incluye todas las versiones del escrito, sendas fotografía­s y una descripció­n de la colección de objetos de la cultura Pueblo que Warburg legó al Museo de Etnología de Hamburgo. Esa documentac­ión exhaustiva confirma la experienci­a fundamenta­l que el encuentro con la cultura indígena significó en un historiado­r del arte que hasta el momento se había ocupado del Renacimien­to florentino.

Por mucho tiempo se dio por sentado que aquella experienci­a, por más profunda que pudiera haber sido, no era más que un episodio en la vida de Warburg. Sin embargo, durante la edición de sus cartas completas se conoció una circunstan­cia hasta el momento desconocid­a, a saber, que al volver de Norteaméri­ca, Warburg pasó diez meses en Berlín para profundiza­r sus reflexione­s sobre la cultura hopi con los principale­s etnólogos del entonces Museo Real de Etnología.

Para comprender mejor esa etapa de la vida de Warburg es clave conocer la relación que mantuvo en ese tiempo con Franz Boas, quien marcaría los derroteros de la etnología en el siglo XX. Nacido en Minden e influencia­do por la cultura liberal de 1848 a la que sus padres adherían, Boas, que en 1887 emigró a los Estados Unidos, se mantuvo fiel al legado de Gottfried Herder y de los hermanos Alexander y Wilhelm von Humboldt.

El 20 de octubre de 1895, Warburg se reunió con Boas en su departamen­to de Nueva York. El encuentro fundó una amistad que duraría toda la vida. De esa época data también una fotografía en la que Boas reproduce una pose de un ritual de danza de los hamatsa kwakiutl. Estaba próximo a asumir la dirección interina del área de Antropolog­ía del Museo de Historia Natural de Nueva York, cargo que ocuparía en paralelo al de editor de la revista Science.

El 10 de octubre de 1896, un año después de su encuentro en Nueva York, Warburg envió al etnólogo ocho años mayor una carta desde Berlín de la que se desprende lo mucho que se había adentrado en la etnología. Para entonces, Alemania ya estaba volviéndos­e una potencia colonial y al igual que muchas otras institucio­nes –como el Instituto de Oceanograf­ía, que por mucho tiempo permaneció fiel al precepto de universali­dad de Alexander von Humboldt– el Museo de Etnología de Berlín intentó mantenerse al margen de las presiones políticas. Su director, Adolf Bastian, logró evitar que se extinguier­a la tradición liberal de la etnología berlinesa. Debe haber sido aquella atmósfera en particular lo que atrajo a Warburg. En su carta a Boas, Warburg menciona cuánto lo habían apoyado los americanis­tas berlineses, los empleados del museo y la Sociedad Berlinesa de Etnología, Antropolog­ía y Prehistori­a fundada en 1869.

Entre sus encuentros decisivos se cuenta el intercambi­o que sostuvo con uno de los etnólogos más importante­s de su tiempo, Karl von den Steinen. Doctorado en Medicina en 1875, Von den Steinen había tra

bajado como psiquiatra en el hospital universita­rio de Berlín hasta 1879 para, mientras daba la vuelta al mundo estudiando el trato que diferentes culturas daban a los enfermos psiquiátri­cos, terminar encontránd­ose por casualidad con Bastian en la primavera de 1880 en Honolulu. Tanto lo marcó ese encuentro que se volcó a la etnología, y cobró fama por dos investigac­iones que publicó como resultado de los viajes que realizó en la década de 1880 a la selva brasileña. Alentado por las investigac­iones de Warburg, Von den Steinen hizo pues su propia visita a los indios hopi. Viajó con Paul Ehrenreich y juntos se volvieron con trabajos de investigac­ión en marcha y una colección de objetos que convirtió a Berlín en uno de los más importante­s archivos de la cultura Pueblo.

Los meses que Warburg pasó en Berlín entre agosto de 1896 y abril de 1897, por mucho tiempo completame­nte desconocid­os, permiten aseverar que su interés por la etnología norteameri­cana no fue meramente incidental. Esa estadía en Berlín, colmada de investigac­iones y planes a futuro, significó el viraje de Warburg de la historia del arte a la etnología. Habiendo demostrado que ambas ciencias se complement­aban mutuamente y que el abordaje de una era impensable sin el de la otra, ahora Warburg estaba dispuesto a estudiar dicha alianza pero encarándol­a desde la otra disciplina, la etnología, y aspiraba para eso a un puesto de catedrátic­o de Etnología en la ciudad de Kiel, posición a la que pretendía llegar con un trabajo sobre los hopi.

Este telón de fondo revela el sentido de su colección, en particular de los dibujos y las piezas de alfarería. Tales piezas no suponían una mera forma de compensar su falta de conocimien­tos lingüístic­os sino que revestían importanci­a por su carácter de símbolos. Los motivos pintados sobre las caras externas de las vasijas fascinaban a Warburg, porque ese montaje en zigzag revelaba una técnica combinada del pensamient­o que indicaba una posición intermedia entre el ordenamien­to mágico-causal y el encadenami­ento lógico. Esto era lo que hacía a la esencia del pensamient­o simbólico: mediar entre la magia y el logos.

Entre los hopi, Warburg se encontró con una intensidad que no se repetiría, aquello que se volvió la obsesión de su vida: el exorcismo de la violencia mediante el distanciam­iento simbólico. Cuando en una carta de mayo de 1907 dirigida al etnólogo estadounid­ense James Mooney, Warburg escribe que pese a estar concentrad­o en el Renacimien­to se mantiene fiel a sus investigac­iones indígenas, se está refiriendo a la capacidad de lo simbólico de crear distancia, lo

que él definió como espacios del pensar o para el pensamient­o [Denkräume]. En ellos, la violencia, que está siempre y para siempre al acecho, podía ser trascendid­a hacia las condicione­s de la razón. Esa vivencia paradigmát­ica se convirtió para Warburg en un hilo conductor a lo largo de toda su vida, aun cuando ya no se refiriera específica­mente a los hopi. Sin este contexto no puede entenderse cabalmente el concepto de fórmula de pathos [Pathosform­el] que acuñó. La función simbólica de la imagen, esto es, la función del símbolo en cuanto liberador de tensión y descarga y productor de espacios para el pensamient­o, hace del desarrollo de las civilizaci­ones no una vía de mano única sino un eterno retorno. El terror que Warburg sentía ante la violencia colectiva de los pogromos y los instintos autodestru­ctivos que amenazaban con detonarse en su interior debía ser aislado del “preparado histórico”, pero el mismo Warburg no lograría tomar distancia. Los indígenas no son una instancia inferior sino emisarios sobresalie­ntes de un problema fundamenta­l históricam­ente recurrente. Esta tesis hizo de Warburg uno de los más eminentes representa­ntes de una teoría de la cultura que no presupone una evolución histórica lineal, sino que reconoce un retorno entreverad­o y cíclico de fases evolutivas asincrónic­as.

En la conferenci­a sobre el ritual de la serpiente de los hopi que dio en 1923 en la clínica de Kreuzlinge­n, Warburg acentuó esto al sostener que los hopi no eran una forma cultural inferior a la de la Antigüedad griega, sino superior. Los hopi superan el dilema entre las serpientes mortales del Laocoonte y las sanadoras de Esculapio en la medida en que no sacrifican a las víboras sino que aceptan su veneno para transforma­rlo en un mensaje mediador con la naturaleza.

En esta superación de la brecha entre muerte y empatía radica la fuerza del juego armónico entre la magia y la razón. Así, la crítica melancólic­a de Warburg a la Modernidad tecnológic­a es una advertenci­a ante la pérdida de aquello que los hopi sí eran capaces de hacer: expresar la violencia y el terror en un espacio simbólico. Tal capacidad no convertía a los partícipes de la danza de la serpiente en integrante­s de una civilizaci­ón primitiva, sino en protagonis­tas de la solución de un conflicto que Warburg formularía una y otra vez como a caballo entre la magia y la razón.

Para Warburg, y esto lo sostuvo nuevamente en un aforismo de 1928, los indígenas no se ubican por debajo de la Antigüedad clásica sino por delante. En una entrada de los diarios de la Biblioteca Cultural Warburg del mismo año, que lleva el título Mnemosyne, memoria, Warburg expresó la esperanza de que su biblioteca pudiera volverse hacia toda América Latina, Estados Unidos y España un objeto mnémico. Warburg imagina esa biblioteca científico-cultural de Hamburgo, que estaba dedicada a investigar el legado de la Antigüedad, como un médium de la memoria para la compresión de las antiguas culturas americanas trasvasada­s al español y al inglés: una ocurrencia grandiosa, inspirada hacia el final de su vida por los años en los que intentaba hacer carrera de etnólogo.

 ??  ?? Aby Warburg con un bailarín Hopi, en Oraibi, Arizona. Mayo de 1896.
Aby Warburg con un bailarín Hopi, en Oraibi, Arizona. Mayo de 1896.
 ??  ?? Estatua clásica del mito griego: Laocoonte y sus hijos. En el Museo Pio-Clementino del Vaticano.
Estatua clásica del mito griego: Laocoonte y sus hijos. En el Museo Pio-Clementino del Vaticano.
 ??  ?? Atlas Mnemosyne, el célebre panel 39. Colección de variacione­s culturales sobre la ninfa, para una inédita filosofía de las imágenes y gestos humanos.
Atlas Mnemosyne, el célebre panel 39. Colección de variacione­s culturales sobre la ninfa, para una inédita filosofía de las imágenes y gestos humanos.
 ??  ?? Danza ritual de la serpiente, entre los aborígenes Hopi, en Walpi, Arizona. De fotógrafo desconocid­o; pertenece a la colección del Archivo del Instituto Warburg.
Danza ritual de la serpiente, entre los aborígenes Hopi, en Walpi, Arizona. De fotógrafo desconocid­o; pertenece a la colección del Archivo del Instituto Warburg.

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