Revista Ñ

Reflexione­s sobre la soledad de la víctima

- POR V.B.

“Me preocupaba la cuestión de la matriz cultural que subyace a los femicidios”, dice el escritor y periodista Osvaldo Aguirre que se dedico a investigar durante años para reconstrui­r en La oscuridad dentro de mí. El relato femicida cinco casos que se volvieron paradigmát­icos: el femicidio de Carla Figueroa asesinada por Marcelo Tomaselli; el de Elke Yvars Beck realizado por Claudio Ángel López; el asesinato de Claudia Schaefer en manos de Fernando Farré, el femicidio de Gabriela Parra ejecutado por Alejandro Daniel Bajeneta y, finalmente, el de Nicole Sessarego Bórquez, la estudiante que asesinó Lucas Azcona sin conocerla. El conjunto refleja los prejuicios de la Justicia, las dificultad­es de las víctimas y las formas de agresión que se encubren bajo estereotip­os.

–Escribís en la introducci­ón que incluso cuando callan los femicidas también están hablando de los hechos.

–Leí la frase de Rita Segato que dice que el delito no se agota en el hecho, sino que es una forma de habla y fue una especie de iluminació­n. Me pareció un desafío saber de qué habla un femicidio. La violencia está sostenida culturalme­nte en frases y en pensamient­os que son parte de la conversaci­ón cotidiana. Y eso lo vemos en la trama de los crímenes. En el caso de Farré, antes del crimen, hubo toda una serie de actos de violencia que tenían que ver con conversaci­ones y cosas que a él le decían y construyer­on de alguna forma el femicidio. Como si Farré mismo, a través de eso, se hubiera convencido de que estaba en el derecho de matar.

–Es curioso, el título La oscuridad dentro de mí parece decir lo opuesto.

–Sí, yo también pensé que podía llevar a abonar la idea de que había algo monstruoso o inexplicab­le que está dentro del femicida. Y estoy totalmente en desacuerdo con eso. Si bien puede dar lugar a esa idea, la intención es desmontar lo que puede parecer oscuro y ponerlo a la luz. Si uno piensa en la historia de Azcona, que dijo esa frase, ¿qué sería la oscuridad? Bueno, me parece que hay que adentrarse en las historias. –El caso de Azcona es el más desconcert­ante de los cinco, ¿Cómo fue la elección de los casos?

–El problema puede resultar abrumador, se pierden de vista las historias. Me interesaba tratar de elegir casos que pudieran mostrar distintas aspectos del problema. El de Carla Figueroa tenía que ver con el tema del avenimient­o y los términos en que se discutió. La distancia absoluta de la Justicia con respecto a las personas sobre cuyas vidas estaba decidiendo. Me importaba mucho la cuestión de la contextual­ización de cada caso, o sea, tratar de buscar distintos tipos de personas y de situacione­s que se tramaban.

–¿En qué medida te interesaba cuestionar también el modo en que se comunican en los medios estos casos?

–Trato de poner entre interrogan­tes los estereotip­os que dan forma a los relatos periodísti­cos. Trabajé mucho en el periodismo policial y trato de reflexiona­r sobre eso. Los estereotip­os siempre hablan de los valores sociales más atrasados. Cuando ponían en el centro de las sospechas al padrastro de Ángeles Rawson, estaban hablando desde una posición atrasada respecto de los valores familiares.

–¿Y qué te interesa de los relatos de los femicidas?

–Me interesa señalar lugares comunes que alegan, ponerlos a la vista. Esos lugares comunes funcionan como argumentos. Realmente quería escuchar su versión de la historia. No por una cuestión anecdótica, sino porque cuando cuentan una historia se están mostrando. Están mostrando su forma de ver el mundo, sus opiniones, las ideas que tuvieron y por qué lo hicieron. Más que escuchar al femicida quería escuchar al hecho. Y se escucha mejor cuando se tiene la mayor cantidad de elementos disponible­s. Viendo estos casos se me caía la idea tan difundida de que la violencia es algo que forma parte de la intimidad. Contra lo que se puede pensar habitualme­nte, la violencia es de conocimien­to público. Los femicidios son posibles porque en algún momento las víctimas se quedan solas. Entonces aparece la pregunta, ¿por qué puede ocurrir? Es una pregunta que ya no tenemos que hacer al femicida sino a la gente que lo rodea. Los que estuvieron enterados, los que sabían. O sea ninguno de estos casos era un secreto. Incluso en varios había intervenid­o la Justicia. Entonces si se sabía, ¿por qué pasó?

–¿Y cuál te parece que puede ser la causa? –Me doy por satisfecho con que haya preguntas porque justamente los estereotip­os nos hacen perder de vista la singularid­ad de los casos. Nos devuelven a lo que ya conocemos y no sirven para pensar nada. En cada caso puede haber una respuesta distinta, y a la vez, entre todos pueden iluminar parte del conjunto.

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“Trato de poner entre interrogan­tes los estereotip­os que dan forma a los relatos periodísti­cos”, dice Aguirre.

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