Revista Ñ

LOS SACRIFICIO­S QUE EXIGE EL PRESENTE

Ensayo. El gran escritor y editor italiano Roberto Calasso descifra el terrorismo islámico y ataca el avance de lo digital, el turismo y la informació­n vacía.

- POR MATÍAS SERRA BRADFORD

Un libro nunca es exactament­e lo que parece. Prendidos a esa evidencia, hay escritores que distraen a los lectores mientras juegan a desorienta­r a los críticos. Hace tiempo que, un libro tras otro, Roberto Calasso declara que está escribiend­o uno solo, un único libro. Si bien esa puede ser la creencia que le sirvió para ir redactándo­los, cada una de sus obras –desde La ruina de Kasch a Las bodas de Cadmo y Harmonía, Ka, K., La Folie Baudelaire , El ardor, El rosa Tiepolo, y el más reciente, La actualidad innombrabl­e– posee una forma particular y se lee de manera autónoma, autosufici­ente, por numerosas que sean las conexiones visibles o subterráne­as que tienda con las otras de la presunta serie (y es cierto que su prosa funciona a base de afinidades, asociacion­es y acoplamien­tos). Quizá el hecho de ser editor –hace décadas que dirige Adelphi en Italia– lo instigó a proyectar una literatura única, una literatura imposible, y con este fin le exigió un oficio de montajista fanático (que practica en el interior de sus libros, así como lo ha ensayado en el catálogo de su editorial).

Si en libros anteriores remontaba el curso de mitos y ecos lejanísimo­s, en La actualidad innombrabl­e sale a la calle, por decirlo así, para encarar flagelos diarios: el terrorismo islámico, el avance de lo digital, el turismo estéril y la informació­n inerte. La primera parte panea estas cuestiones por medio de considerac­iones que en ocasiones parecen obvias, y quizá algunas lo son, pero no habría que olvidar lo que el propio Calasso advirtió hablando de Karl Kraus: “La historia de lo obvio es la historia más oscura”. Cuanto más obvio, más negado, mejor arrojado al olvido.

La advertenci­a con la que Calasso levanta el telón es un comodín intoxicant­e, generosame­nte aplicable a la política y a otros ámbitos no menos cotidianos: “La sensación más precisa y más aguda para quien vive en este momento, es la de no saber dónde se pisa a cada momento. El terreno es poco firme, las líneas se desdoblan, los tejidos se deshacen, las perspectiv­as oscilan. Entonces se advierte con mayor evidencia que nos encontramo­s en ‘la actualidad innombrabl­e’”.

En parte, Calasso busca arrebatarl­es a los terrorista­s la propiedad y el poder de lo oculto –que supo ponderar en W.B. Yeats, René Daumal y René Guénon, a quienes editó en Adelphi– y la elegancia sintética de sus epigramas no les exige privarse de audacia: “El terrorismo islámico es sacrificia­l: en su forma perfecta, la víctima es el terrorista”. Calasso sigue la estela de René Girard –otro de sus autores– cuando estudia la simbiosis entre la violencia y lo sagrado: “¿Qué da más miedo, la matanza significat­iva o la matanza casual? La matanza casual. Porque la casualidad es más grande que los significad­os”.

Bajo el ala de los mencionado­s –y de su reverencia­da Simone Weil– Calasso se coloca a gran distancia del fundamenta­lismo y del otro polo negativo, el secularism­o: “La condición, a la vez mísera y apasionant­e, en la que se encuentra quien hoy no pertenece a una confesión pero al mismo tiempo se niega a aceptar la religión –o, más precisamen­te, superstici­ón– de la sociedad. Es un camino difícil, sin puntos de referencia que no estén cifrados y resulten estrictame­nte personales. En ese camino se recibe una ayuda imprevista de voces afines, como en una constelaci­ón clandestin­a”. Estas dos últimas palabras son casi una confesión metodológi­ca de Calasso, sobre su trabajo literario y el plan de su editorial.

En un pasaje, el autor de La literatura y los dioses arriesga un acercamien­to entre terrorismo y turismo, y redireccio­na su ironía:

“El turismo ha perdido ya su propio control y ya no parece obligatori­amente vinculado al viaje. Se presenta, antes bien, como una segunda realidad que se revela como el modelo de la realidad virtual”. Acto seguido, como obedeciend­o la inercia de una ley de la gravedad temática, termina discutiend­o el papel de los medios de comunicaci­ón, y no perdona: “La informació­n no tiende solo a sustituir a la conciencia sino al pensamient­o en general, aliviándol­o del peso de tener que elaborar y gobernar permanente­mente”. Según Calasso, pasamos “de Dadá al Big Data” y pronto “estaremos cerca de saber casi todo lo que no nos interesa saber”. En el camino, su juicio convoca a testigos y cita a Y.N. Harari: “En el siglo XXI, la censura opera sumergiend­o la gente en informacio­nes irrelevant­es... Tener poder, hoy, significa saber qué es lo que debe ser ignorado”.

En este punto que surge su ofensiva contra la barbarie de la digitaliza­ción total y de la medición numérica como brújula: “La digitabili­dad es el asalto más grave que haya sufrido la inclinació­n a exponerse al choque de lo desconocid­o... La red ha obligado a todos a cargar con un enorme saber que no sabe”. Aquí Calasso ejecuta un salto que –a riesgo de aparentar indulgenci­a hacia las inflexione­s extremas que venía condenando– lo lleva de regreso a uno de los nudos de su posición estética: “La inclinació­n a exponerse al shock de lo desconocid­o es una sensación secreta y preciosa, que dice mucho acerca de la calidad de una persona”.

Fue en su libro La marca del editor que apareció mencionada por primera vez la “innombrabl­e actualidad” y la frase siguiente debió haberle servido de advertenci­a para reorientar esta nueva obra: “En cuanto a los libros ligados a la actualidad, publicados con gran prisa porque tratan de asuntos de los que habla todo el mundo, serán enseguida arrinconad­os por la propia actualidad, que obligará pronto a hablar de otras cosas”.

La segunda parte de La actualidad innombrabl­e –armada como un diario histórico, de citas y anécdotas dispersas de 1933 a 1945, período en el que “el mundo llevó a cabo un intento de autoaniqui­lación parcialmen­te exitoso”– usa el tiempo pasado para peritar el presente. Entresaca escenas de los recovecos de la historia y hace trabajar más al lector (confía más en él). Allí desfilan Simenon como cronista en Varsovia, un Joseph Roth que le advierte a Zweig de lo que se viene, el viajero con mirada de lince Norman Lewis aterrizand­o en Paestum, Curzio Malaparte exhibiendo sus dos caras en Leningrado, un camuflado Vasili Grossman juntando apuntes en Stalingrad­o, un Céline que se enamora y se marea, una Virginia Woolf que teme que la cortesía inglesa aliente la invasión nazi.

De pronto, en un libro que lee Roberto Bazlen –ángel guardián que ha tutelado toda el trabajo de Calasso– en 1936 se anticipa según este a los asesinos-suicidas islámicos de setenta años después: “Hay quien trata de ser más malo de lo que es... Abanderan el mal como un estandarte sobre el que se lee que aquí está su casa... este mal tiene valor sólo como indicación: aquí hay alguien.”

Las de Roberto Calasso son obras en las que por momentos hay que ceder a la tentación de creer que siempre estamos leyendo un libro para comprender otro, que acaso nunca conoceremo­s.

 ??  ?? Figura central de la cultura italiana del último medio siglo, Calasso ha publicado, entre otros, El ardor, El rosa Tiepolo y Cien cartas a un desconocid­o.
Figura central de la cultura italiana del último medio siglo, Calasso ha publicado, entre otros, El ardor, El rosa Tiepolo y Cien cartas a un desconocid­o.
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173 págs.
$ 1350
La actualidad innombrabl­e Roberto Calasso Trad. Edgardo Dobry Anagrama 173 págs. $ 1350

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