Revista Ñ

¿SOMOS TODOS LOS QUE ESTAMOS?

El retrato grupal. El fotógrafo Daniel Merle, en este caso como curador, reúne unas 60 obras de sus colegas para reflexiona­r sobre un género de larga tradición en la historia del arte, y los modos en que ha reflejado la realidad argentina.

- POR EDUARDO VILLAR

Somos en grupo, estamos en infinidad de grupos. Desde el nacimiento mismo. Y muy probableme­nte el primer día de vida somos parte de un retrato grupal, cada uno con su padre y su madre (con todas las variables que hoy son posibles y cada vez más habituales). Santísima o no, esa trinidad es para casi todos el inicio de una larguísima sucesión de retratos de grupo que finaliza solo con la vida.

De los diferentes sentidos, la relación con la historia del arte y las transforma­ciones que ha tenido en la Argentina el género del retrato grupal –especialme­nte el fotográfic­o– desde el siglo XIX hasta la actualidad trata la muestra Más allá del ritual que nadie interesado en la fotografía como un medio para reflexiona­r sobre la realidad debería dejar de recorrer estos días en ArtexArte Fundación Alfonso y Luz Castillo. Con curaduría de Daniel Merle –él mismo fotógrafo– las aproximada­mente sesenta obras de la muestra se organizan en dos pisos del espacio a partir de cuatro ejes temáticos, aunque algunas fotos sin duda podrían muy bien pertenecer a dos o más de esos ejes. El primero, “Ceremonias y encuentros”, aborda la fotografía de grupos como ritual (registro de asuntos familiares, acontecimi­entos políticos, etc.). El segundo, “Escenarios compartido­s”, tiene que ver con lo que Merle llama el “dispositiv­o” y abre en la exposición un sendero tan interesant­e como inesperado: algunos retratos grupales en los que no aparece ni rastro de la figura humana sino que aluden al grupo por otros caminos. Por ejemplo, en la foto “Albergue Warnes”, de Enzo Velasco, que muestra el momento en que el gigantesco edificio colapsa, un instante después de ser dinamitado. La imagen es un retrato de la gente que vivía en él y también del fracaso de un proyecto de país. O “La última cena chatarra”, de Eduardo Tilcara, las huellas que 13 comensales han dejado sobre la mesa de un local de fast food.

El tercer núcleo de la muestra se titula “Los desafíos de la tradición” y es también sumamente interesant­e ya que revisa el canon y muestra los mandatos o, menos rígidament­e, las normas o regulacion­es estéticas que las personas siguen hoy o han seguido en otros momentos de la historia para hacer sus retratos o para posar en ellos. Finalmente, “Somos nostros” está integrado por fotos que tienen que ver con la identidad y es sin duda la sección más emotiva de la muestra.

En el último piso hay una yapa: una obra colectiva en progreso que va construyén­dose a medida que la gente responde a la convocator­ia del curador y aporta su foto de grupo, su propia selfie grupal. Con esas decenas o cientos de fotos tamaño postal, Merle va creando a su vez una mancha que crece en la pared de la galería como una gran comunidad de grupos, que podría leerse en alguna medida como una metáfora de cómo los diferentes grupos y comunidade­s fueron formando la sociedad argentina.

El primer sector de la muestra incluye tres obras que pueden sorprender por tratarse no de fotografía­s sino de pinturas. Sin embargo “La Banda Lisa” (ca. 1897), en la que Ángel Della Valle retrata una pequeña banda militar en la pampa; “El día de la primera comunión”, pintura de Juan Pablo Renzi que de alguna manera se enlaza con el “Autorretra­to” de Marcos López en otro sector de la muestra; y “La noche de los viernes” (1914), de Mario Augusto Canale, en la que se ve una reunión de amigos, son tres retratos grupales en los que se advierte claramente un lenguaje fotográfic­o y muestran las raíces pictóricas del género.

El de Della Valle no es el único retrato de grupo militar. Hay otro de Diego Goldberg que es retrospect­ivamente aterrador: “Reunión de jefes del ejército de América Latina” (Uruguay, 1975) muestra sobre una tarima a una veintena de los que en esa década ya estaban dirigiendo (o a punto de hacerlo) una feroz represión en casi todo el continente. Todos hacen la venia con gesto marcial. Delante de ellos, debajo de la tarina, y casi tan uniformada­s como ellos, los acompañan con un aplauso una decena de las que parecen ser sus mujeres. Trágica ironía: casi todas llevan en la cabeza un pañuelo que no hay manera de no asociar con los que empezarían a identifica­r apenas un par de años después a las Madres de Plaza de Mayo.

También en este sector de “Ceremonias y encuentros” dedicado al ritual está la pieza “Amigos del fotógrafo reunidos en su casa”, de Fernando Paillet, que se reproduce aquí y que se conecta con otra foto icónica que Marcos López tomó en Córdoba más de sesenta años después: “Asado en Mediolaza”, también exhibida en esta muestra, que cita “La última cena” de Leonardo, retrato grupal del siglo XV.

Son tres las fotos de Marcos López que Merle eligió para esta muestra. La primera, ya mencionada, es una de sus imágenes más tempranas, de 1984: “Autorretra­to” donde no aparece en persona. Se ve, en cambio, el cuarto de su madre en la casa familiar de Santa Fe donde hay varios retratos infantiles del artista y uno de su juventud. Pero en ese papel floreado de las paredes y en la cantidad de objetos que pelean por un lugar en esa escena recargada se advierten las marcas de identidad que lo convierten en el fotógrafo

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Cecilia Reynoso. De la serie “Los Flores y las flores”, 2009.

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