MÁS DEMOCRACIA PARA EUROPA
Ian Kershaw. El historiador británico critica en esta entrevista “el daño autoinflingido” del Brexit y presenta su nuevo ensayo: Ascenso y crisis: Europa, 1950-2017.
Es uno de los historiadores británicos de referencia. Comenzó interesándose por la Alemania nazi y Hitler y ahora Ascenso y crisis. Europa, 1950-2017: un camino incierto (Crítica, 2019). Con él completa la historia del viejo continente en el siglo XX, iniciada hace tres años con Descenso a los infiernos. Ian Kershaw (Manchester, 1943), que ha analizado en estos dos libros las fuerzas que estuvieron a punto de destruir Europa, considera que la crisis económica de 2008 y la migratoria de 2015 han traído de vuelta a Europa viejos fantasmas y se han puesto en cuestión muchos de los valores y estructuras que creíamos asentados. No obstante, es optimista. Cree que el proyecto europeo va a sobrevivir, pero sostiene que hay que democratizarlo profundamente.
–La crisis económica y financiera ha dado paso a una crisis política y social. Brexit, populismos en auge… Los valores fundacionales de la Unión Europea se están cuestionando. ¿Cree que el proyecto europeo sobrevivirá? ¿Cómo? –Va a sobrevivir. Los frutos acumulados durante décadas no se perderán tan fácilmente. Pero podría cambiar de forma en los próximos años. Posiblemente, podría desarrollarse como un marco más flexible con un núcleo central en torno a la zona euro y una agrupación externa de países no pertenecientes a la zona euro.
–¿Qué haría para refundarlo? –Democratizarlo, incluída la Comisión, y
otorgar al Parlamento poderes más amplios, por ejemplo para elaborar leyes. Más allá de eso, crearía un nuevo pacto fiscal que ofrezca más margen para estimular el crecimiento. Esto implicaría un acuerdo legal vinculante para ahorrar un porcentaje específico del PBI durante los años de bonanza y gastar en inversiones nacionales un porcentaje específico del PBI en los años malos. Asimismo, establecería asambleas de ciudadanos que, durante unos tres años o más, indicarían lo que los ciudadanos de cada país de la UE desean y esperan. Sus iniciativas podrían alimentar reformas.
–¿Por qué están surgiendo con fuerza movimientos populistas que, siguiendo la estela de Donald Trump en los EE. UU., abogan por el proteccionismo? ¿Cómo cree que se pueden contrarrestar?
–Comprendiendo y afrontando algunas de las quejas económicas que expresan, pero también rechazando su ideología exclusivista y discriminatoria y enfatizando los beneficios y ventajas que nuestra comunidad de valores nos ha brindado en las últimas décadas. Pero llevará tiempo.
–Europa está envejeciendo y muchos de los países donde los partidos populistas están en el gobierno, como en Hungría, carecerán de jóvenes para atender a su mercado laboral e impulsar su economía. Pero cierran sus fronteras a los inmigrantes y se oponen a una política común. ¿Qué reflexión le suscita este tema?
– El reconocimiento del cambio necesario tardará en llegar. Incluso entonces, las fuentes de mano de obra inmigrante tendrán que ser limitadas y controladas. El apoyo al Brexit en Gran Bretaña ha demostrado claramente que los valores culturales pueden superar la amenaza de desventaja económica para gran parte de la población. –¿Cómo sería el mundo sin la Unión Europea? –Podemos ver en la historia cómo era Europa antes de la UE. Si colapsara, las rivalidades y enemistades nacionales ocuparían su lugar en Europa. A nivel internacional, habría un gran vacío. Ninguno de los países, ni siquiera Alemania, podría competir por su cuenta contra las potencias no europeas. Las amenazas de seguridad ya son grandes. –¿Cree que el Brexit sería el “error más grande” cometido por cualquier país importante en la historia de la posguerra?
–Desde mi punto de vista, es sin duda el mayor daño innecesario y autoinfligido realizado por cualquier país europeo, con el respaldo democrático de la mayoría de la población, desde la Segunda Guerra Mundial. –En Ascenso y crisis. Europa, 1950-2017: un camino incierto hay una narrativa optimista sobre nuestro presente. ¿Puede explicarlo?
–El libro termina con una nota ambivalente. Hay motivos más que suficientes para una seria preocupación por Europa. Pero los cambios desde la guerra han sido, a pesar de los altibajos, positivos. Hemos establecido y consolidado democracias, sociedades civiles, libertad, paz, prosperidad y valores liberales que son aceptados, incluso dado el aumento del populismo, por la abrumadora mayoría de la población. Todo esto da paso al optimismo sobre el futuro.