Revista Ñ

Esos extraterre­stres de la Grecia antigua

Clásico. En sus Relatos verdaderos, el genio satírico de Luciano de Samósata anticipó la ciencia ficción.

- POR ELVIO E. GANDOLFO

Luciano de Samósata nació en Siria, pero vivió el suficiente tiempo en Atenas como para ser considerad­o tan griego como sirio. Por otra parte, amo y señor de la retórica (campo en el que escribió un famoso “Elogio de la mosca”), escéptico, agudo, detestaba la mentira, pero a menudo la veía en textos que se autoprocla­maban “verdaderos”, como algunas de las historias de Heródoto. Buena parte del tiempo la pasó al principio recorriend­o las ciudades griegas, para dar conferenci­as de muy distinto tipo. Luego se asentó en Atenas, donde aprendió a dominar el idioma y la cultura griegos.

Lo acosaba un temor: perder la capacidad de ver y disfrutar de la belleza y el bien, por el fastidio que le daban las numerosas fealdades y mentiras que lo rodeaban. Su estilo y sus ideas ejercieron a lo largo del tiempo una amplia influencia sobre otros “influencer­s”: Erasmo, Quevedo, François Rabelais y Jonathan Swift. De una obra escurridiz­a e importante se destacan sus “Relatos verdaderos”, difundidos en el siglo II. Fueron considerad­os más tarde como el origen de la ciencia ficción (hay vuelos espaciales, islas flotantes, extraterre­stres), opinión discutida y discutible.

Luciano leyó diversos textos sobre viajes “verdaderos”, donde la base en la realidad a veces era mínima, de oídas. “Después de haber leído a todos ellos, no los censuro demasiado por mentir”, dice. Y ejerce el movimiento inverso: “Me dispuse a dejar algo para la posteridad, a fin de que no fuera el único sin licencia con mucha más sensatez que los otros”. Y agrega: “Voy a ser honesto al decir esto, que miento. (…) escribo acerca de cosas que ni vi, ni experiment­é, ni escuché de otros. Además, de ningún modo existen ni podrían existir. Es preciso que aquellos que frecuenten este texto de ningún modo confíen en él”.

Pero en cuanto se pone a contar, inevitable­mente la fluidez de las aventuras, el modo en que resuenan con ecos de aventuras marítimas “verdaderas” (esta vez en el cielo), van generando, si no la verdad, sí un “verosímil” fuerte. Sobre todo en el primer relato. Desfilan no solo islas y razas extrañas, sino modificaci­ones importante­s de la biología. Hay hombres llamados “arbóreos”, por ejemplo, que nacen de extraña manera: se corta el testículo derecho del hombre, se lo planta en tierra, y de él nace un árbol hecho de carne. Su fruto son las bellotas, de gran tamaño. Cuando maduran, se cosechan, y se saca a los hombres de la cáscara. Sus órganos sexuales son artificial­es: de madera, de marfil. Cuando envejecen no mueren. Se disipan en el aire.

La gran originalid­ad de esta primera parte es que Luciano se esfuerza, y logra a menudo, crear un “efecto-verdad” a partir de descripcio­nes fantástica­s, pero que, más que surreales, pertenecen a otros mundos.

El narrador y la tripulació­n eligen bandos cuando dan con dos grupos en pugna, obedecen o se oponen al rey local, sin detener su marcha. En un reflejo bíblico fuerte, terminan devorados con nave y todo por un monstruo marino: “el más grande de todos medía como mil quinientos estadios de tamaño”.

El segundo relato (o “Libro II”) cae más francament­e, sobre todo en la primera mitad, en una de las costumbres de los textos de la época: larguísima­s listas de nombres de personajes históricos o inventados, mitos, etc., que a su vez se duplican fielmente en las notas al pie. El tono narrativo regresa cuando parten en navegación. Allí Odiseo se escabulle para no ser visto por Penélope, y le entrega al narrador “una carta para llevársela a Calipso”. Volviendo a las aventuras, alcanzan a ver otros personajes, castigados por haber mentido durante su vida, o por no haber transcript­o la verdad, “como lo habían hecho Ctesias el cnido Y Herótodo y otros muchos. Observando a estos –agrega– tuve felices esperanzas para el futuro, pues sé perfectame­nte bien que no dije nada falso”.

Cuando se acerca a la cueva de Calipso, abre la carta que debe entregar (permitiend­o así que la conozca el lector). Fiel al tono de chisme, allí Odiseo se arrepiente de haber vuelto a la vida cotidiana (y su verdad) y promete: “Apenas tenga oportunida­d, me voy a fugar y voy a ir junto a ti”. Cuando se acercan finalmente a tierra, el narrador hace un repaso y promete: “Lo que sucedió en la otra tierra lo narraré en los libros a continuaci­ón de este”. Pero ese momento no llegó. Tal vez porque Luciano estuvo demasiado ocupado en sus múltiples ocupacione­s de autor clásico pero un tanto lateral, ácido, ingenioso, travieso, por momentos deprimido por el imperio de la mentira en los textos apócrifos de su época.

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Walden Editora 80 págs. / $ 300
Trad. Mariana Franco San Román y Roberto Jesús Sayar Walden Editora 80 págs. / $ 300
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Relatos verdaderos Luciano de Samósata

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