Revista Ñ

Biografía de un hombre entrecomil­lado

Herman Melville. En su libro titulado M, Eric Schierloh se obsesiona con el autor de Moby Dick.

- POR EMILIO JURADO NAÓN

M es el libro de un fascinado con la lectura, no tanto de Herman Melville como de las biografías que se escribiero­n sobre el autor de Moby Dick. Detrás de los materiales de archivo que Eric Schierloh organiza en torno a una vida (cartas propias y de amistades, poemas y relatos subrayados con melancolía, fotos, notas marginales, columnas de opinión y críticas devastador­as a sus últimas publicacio­nes) se va configuran­do la presencia nebulosa de un biógrafo-editor que da la impresión de haber leído todo sobre Melville; incluso lo que no se conserva, incluso lo que jamás ha sido escrito. Sin embargo, la duda que puede aparecer acerca de cómo fueron los últimos años en la vida de Melville (en Nueva York, pero retirado de la escena literaria al extremo de que sus contemporá­neos lo considerab­an muerto hacía rato) jamás es saldada en las páginas de este artefacto que es M; al contrario: la postulació­n de un misterio es el germen del texto, y su dilatación, una apuesta por conservar la lectura hasta el final.

La anécdota que da mecha al libro de Eric Schierloh tiene una matriz borgeana: un pasaje marginal de un libro y un autor que –al menos para el lector medio argentino– podrían ser frutos de la ficción. En The Melville Log, el historiado­r de arte Jay Leyda acusa a un tal Herman Melville de robarle la identidad al verdadero escritor (“M”), aprovechán­dose de su misantropí­a, y con la finalidad de usufructua­r las ganancias de su obra. Este corrimient­o intrincado respecto de la identidad entre persona y autor (entre el nombre que consigna los libros, y el sujeto histórico y palpable que continúa su vida en voz baja) lleva a Schierloh a reconstrui­r, mediante montaje, el período que va desde la asunción de “una vida de retiro y silencio”, en 1863, hasta la muerte de M, en 1891.

Sin embargo, el nudo inquietant­e en torno a este “hombre entrecomil­lado” se disuelve en la acumulació­n monótona de elementos dispares, cuyo sentido (su efecto de lectura) es confuso. Hay fragmentos de cartas que van construyen­do con destreza el personaje de M; cartas de familiares, amigos y conocidos, o apenas de admiradore­s de Melville que refieren el encuentro con el maestro como una aparición urbana. Pero la extraña decisión de borrar los datos de remitente y destinatar­io empobrece el texto, aplana una heterogene­idad que, dada la multiplici­dad de voces, puntos de vista y fuentes de archivo que se dan cita en la biografía, parecería ser la intención inicial de Schierloh.

Sucede algo similar con las acciones que se consignan; entradas como “M pasa dos semanas de vacaciones en Nueva York y Pittsfield”, “El sombrío M comienza a trabajar en un nuevo libro de poesía”, “M compra dos libros más”, “Termina otro año” o “M visita a su viejo amigo y editor Ever Duyckinck” (esta última, repetida hasta tentar el límite entre el ridículo y la tomada de pelo), ejemplific­an el tono general de M; una suerte de resumen pretendida­mente anodino de otro libro al que no podemos acceder (este otro libro, como se revela en el anexo final, es el del ya mencionado Jay Leyda).

En “La gran salina”, Ricardo Zelarayán escribió que, por déficit de elocuencia, “la palabra misterio hay que aplastarla/ como se aplasta una pulga,/ entre los dos pulgares”. Aunque Eric Schierloh parte de una premisa intrigante y pone a andar un artefacto original, el resultado es un texto que, confiado por demás en un aura misteriosa, se pierde en referencia­s cruzadas y chistes internos que expulsan al lector. La tautología que impone aquella incógnita en la vida de M parece imposible de subsanar apenas sumariando lecturas. Tal vez el exceso de paratextos sea índice de que M, como intento de reproducir una fascinació­n lectora, no termina de encontrar su centro y se pierde en rodeos.

Por qué escribir sobre Melville hoy; cómo lee un escritor su vida desde la Argentina, o cuál sería la pertinenci­a de poner a circular de nuevo a Melville (no lo que escribió, sino lo que se escribió sobre su vida) son, por otro lado, preguntas que el libro de Schierloh está lejos de hacerse, pero que se vuelven pertinente­s si consideram­os el gesto principal de esta biografía esquiva: reactualiz­ar un clásico desde la traducción y la experiment­ación formal.

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El autor de la gran novela americana.
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Eric Schierloh Eterna Cadencia 160 págs.
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M Eric Schierloh Eterna Cadencia 160 págs. $450

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