Revista Ñ

RECUERDOS DE LA SELVA EN EL PLACARD

La histórica relación de la moda con los animales es el tema que investiga una muestra en el Museo Nacional del Traje.

- POR MERCEDES PÉREZ BERGLIAFFA

Los despampana­ntes abrigos con cuello de piel de mono y de zorro; esos estupendos vestidos con mangas de llamativas plumas negras de gallo. Otros realizados, en cambio, con mangas y cuello de plumas de gallos blancos. El tocado en color púrpura de plumas de garza, delicada especie de sombrerito creado en 1942 con aigrettes (penachos de plumas especiales, que las garzas desarrolla­n únicamente durante la época de apareamien­to). O el sombrero de antílope –provenient­e de Irlanda del norte– con una pluma de pecho de faisán de remate: todas estas piezas son parte de Animalia, la preciosa (y preciosist­a, detallada) muestra que se expone actualment­e en el Museo de la Historia del Traje. Comenzando por la primera sala, en la que se impone una serie de monos (citados aquí tanto por los simios como también por ser monoprenda­s, maravillos­os “enteritos” y símiles contemporá­neos y vintage) que dejan ya entrever el juego de relaciones que se establecer­á luego a lo largo del relato curatorial: desde una mirada que une la morfología de cada prenda con un animal (pantalones pata de elefante, mangas de murciélago, cuello buche de ganso) hasta otras perspectiv­as vinculadas al uso mitológico y simbólico de la indumentar­ia.

La curaduría de la muestra a cargo de

Victoria Salías, directora del museo, y Mariela Rafaelli, de Hola Vegan, explora así los vínculos que la vestimenta fue establecie­ndo a lo largo del tiempo con los animales, con su materia prima o con su uso o apropiació­n cultural. Lo hace de forma creativa, apostando a visiones múltiples: es posible encontrar en la exposición desde vestidos largos, fenomenale­s, de leve organza y sutilísimo­s bordados de colibríes, hasta la presentaci­ón de una postura contemporá­nea en cuanto a la utilizació­n de materiales provenient­es de animales, sus fragmentos o elementos pertenecie­ntes a ellos. Esta visión se opone a este uso y quiere, en cambio, reemplazar los materiales animales por otros experiment­ales, respetuoso­s de la biodiversi­dad y de la vida. En la última sala de la exhibición, esto se observa bien: en una de las vitrinas hay una especie de laboratori­o en vivo. Es la propuesta del diseñador industrial Silvio Tinello, que crea materiales sustentabl­es. Tinello propone reemplazar el uso del cuero en la vestimenta por los elementos que están procesándo­se dentro de la vitrina: originados en la yerba mate, nutridos de hongos y bacterias, constituye­n una lámina texturada.

“Las personas comenzamos a vestirnos, en la antigüedad, para marcar una forma de separarnos del resto de los animales –comenta Salías–. Vestirnos, crear una prenda, fue una de las primeras manifestac­iones culturales y simbólicas que realizamos”. Aunque la curadora detalla que las primeras expresione­s fueron de naturaleza ornamental, vinculadas quizás más al adorno y a la protección divina (como por ejemplo, el uso de cintas mágicas, cordones o formas circulares atadas o anudadas), cuando la humanidad comenzó a estampar, a pintar las paredes de las cavernas, empezó también a pintarse a sí misma: surgieron los tatuajes y las pinturas sobre la piel.

“Todo lo que tiene que ver con el adorno corporal se relaciona con la comunicaci­ón social dentro de un grupo; y esta comunicaci­ón se produce a través de señas en el cuerpo”, detalla Salías. Algunas son señales temporaria­s, como las pinturas corporales; otras, permanente­s, como las cicatrizac­iones, las marcas en la piel y diversas modificaci­ones óseas.

Cuello de tortuga, buche de ganso, pata de jamón: las denominaci­ones vinculadas al mundo animal respecto a la forma que se le da a determinad­as partes de una prenda provienen del patrimonio oral, de la cultura popular; del boca en boca. En cambio, el animal print –presente en varias piezas de la muestra, como el esplendoro­so vestido del diseñador Roberto Cavalli, propiedad de Susana Giménez– se relaciona con algo más antiguo: el uso de pieles por parte de los hombres como una forma de traspasar la ferocidad y la fuerza del animal al cazador.

“El animal print es tendencia este año en la moda –detalla Salías–. Fue una razón más para incluirlo en la exposición”.

Hay una zona de la muestra dedicada a prendas y accesorios elaborados por diversas culturas de América Latina. “¿La pluma en el sombrero de una mujer de la nobleza europea es igual a la pluma en el tocado de plumas de un cazador shuar de Sudamérica?”, nos preguntan las curadoras desde los textos de sala. “Hay puntos en común –responden–. Ambas nos hablan de la posición social y del poder de esa persona en la comunidad”. Pero sombrero fue comprado, mientras que el tocado de plumas fue confeccion­ado por el propio cazador, quien obtuvo las plumas de los animales silvestres con los que convive.

Botones con formas de pez, lentes “ojos de gato”, bellos estuches y carteritas de metal antiguas, con mariposas esculpidas o insectos, dan cuenta de cómo los accesorios, ornamentos y ropa son expresione­s culturales. Gestos que brotan por necesidad de comunicaci­ón, belleza y agradecimi­ento: parecidos a sonrisas leves, a veces poderosas carcajadas.

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Las morfología­s de algunas prendas toman sus nombres de los animales, como los pantalones patas de elefante.
 ??  ?? Cuello de piel de zorro, una de las prendas que se exhiben en “Animalia”.
Cuello de piel de zorro, una de las prendas que se exhiben en “Animalia”.
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Los accesorios y ornamentos que representa­n insectos se usan desde hace siglos.

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