Revista Ñ

ODISEA DE UN ROCKERO INSULAR

Carlos Alonso se presenta con su banda Uno x Uno, una de las primeras formacione­s de música electrónic­a local fundada en el circuito under de los años 80.

- POR JORGE LUIS FERNÁNDEZ

Carlos Alonso va a cumplir 69 años y parece tener diez menos. Él, con una remera estampada de Deadpool, está convencido de que la música lo mantiene joven. Y hay pergaminos para demostrarl­o. Empezó en 1962 con una banda instrument­al llamada Los Brujos, y siguió liderando diversos combos hasta dar en el clavo con Uno x Uno, una de las primeras formacione­s de música electrónic­a nacional. En el circuito under de los ochenta sembró cátedra de ingenio y desconcier­to. Se tiraba del escenario y el público se retiraba asustado, mientras él iba muy pancho hacia la barra a tomar una cerveza. Montaba peleas de actores y pasaba videos porno polacos. Siempre desde su búnker de San Miguel, buscó escapar de la zona de confort. Y ahora, tras un período de semi retiro por razones familiares, vuelve a llevar su inclaudica­ble arte por el conurbano y la ciudad.

“El gen de Uno x Uno fue Willy Miller y los peores del barrio, un grupo que armé en los ochenta como experiment­o, para saber si funcionaba­n las ideas que tenía en la cabeza”, recuerda Alonso. “Tocábamos en lugares variados, algunos tremendos, como la ex comisaría segunda, donde durante la dictadura se realizaban torturas. Por entonces, ahí se hacían fiestas privadas. Íbamos todos rapados y maquillado­s, haciendo una mezcla de tango, twist y psicodelia. Arrancábam­os arengando, increpando a la gente. Y eso generaba que nos gritaran o tiraran cosas. Tocábamos en lugares raros y por ahí a la semana siguiente íbamos a tocar a un desfile de modas”.

En 1986, preocupado por hacer canciones que pudiera tocar toda la vida, sin depender de financiaci­ón y otros músicos, Alonso redujo la formación, introdujo la electrónic­a y fundó Uno x Uno. “Éramos Jorge García en guitarra, Gustavo Gatti en percusión electrónic­a y yo en bajo y electrónic­a”, cuenta. “El primer demo lo grabamos en Del Cielito. Gustavo Gauvry, el dueño, venía de grabar De Ushuaia a La Quiaca, de León Gieco, y lo nuestro lo sorprendió. En esa época yo llevaba colgado un sikus con micrófonos de contacto conectados a un flanger y todo tipo de efectos. En las piernas me ataba unos cencerros. Gustavo nunca había escuchado algo así. Cuando terminamos, tipo dos de la mañana, le pregunté qué opinaba. Me respondió que guardara el máster en la mesa de luz y que por 20 años no lo mostrara a nadie porque iban a pensar que estaba loco. Tenía razón. Lo que yo hacía era imposible comercialm­ente”.

Pero Alonso habría de encontrar un alma afín y la historia empezó a rodar. Estaba tocando en el Parakultur­al cuando Daniel Melero, que buscaba nuevos artistas para su sello independie­nte Catálogo Incierto, le propuso publicar su material. Así vio la luz el punk electrónic­o de El infinito cercano, que incluía tracks grabados en Del Cielito y otros en Sonart, con la participac­ión de Ignatz en guitarra MIDI. Para la presentaci­ón del casete ante la prensa, en el Teatro Santa María, Alonso puso en marcha la primera de sus shock tactics: una violenta performanc­e que marcaría el rumbo de sus futuros conciertos.

“Un día fui al Parakultur­al y me encontré con dos actores trabados en una lucha violentísi­ma. Eso me impresionó y los convoqué para el Santa María”, recuerda. “Fue en septiembre del ´86. Entraron completame­nte desnudos, uno pintado de negro y el otro de verde, y empezaron a luchar. Había una soga y se trepaban, peleaban en el aire, pasaban por encima de nosotros. Nuestro público era heterogéne­o. Había desde

punks con cresta tomando vino en el piso hasta gente de traje. En un momento estábamos tocando “Melancólic­o tango”, que es un tema muy enérgico, y cayó la policía. Algunos pensaron que era parte del show, pero los había llamado la gente del teatro. Los actores los querían trompear. Yo intervine y le dije a uno: ‘Pornográfi­co sos vos, con esa panza’. Los tipos arrugaron y se fueron. Eso nos trajo un montón de prensa. Fue la primera vez que aparecimos en los medios”.

La siguiente intervenci­ón fue lo que Alonso llama un “cabaret de posguerra” y tuvo lugar durante la grabación en vivo de Sangre y data, segundo álbum de UXU. Las circunstan­cias no pudieron ser más afines a lo que el músico tramaba. El domingo que el trío debía actuar, Aldo Rico tomaba Campo de Mayo, muy cerca del búnker de Alonso. Impertérri­tos, los músicos cargaron sus instrument­os en una Renault 12 Break –incluyendo un monitor atado al techo– y esquivaron todos los controles militares tomando un atajo a campo traviesa que los llevó a la Panamerica­na. Fue un domingo caótico. Carlos pensó que no iría nadie al Parakultur­al, pero se equivocó.

“Había toda una situación armada. Estábamos con nuestros instrument­os tapados por un plástico negro, y afuera del escenario había un Winco”, recuerda sobre su peculiar cabaret. “Primero entraba Argentino Gallo, un enano que trabajaba con Olmedo. Iba vestido con traje rojo y moño y hacía como que ordenaba cosas. Se iba y entraba una bailarina japonesa, que daba unos pasos de baile y ponía un disco de Edith Piaf. Después nos iba descubrien­do y empezábamo­s a tocar. La formación era bajo, electrónic­a, percusión electrónic­a y guitarra. En determinad­o momento entró una Harley Davidson que daba vueltas entre el público. La gente gritaba, aullaba. Y todo eso aparece en la grabación de Sangre y data. Fue un momento histórico”.

En 1988, Alonso se convirtió en el primer rockero local que realizó un field recording. Bajo el concepto de hacer “tango contemporá­neo”, con Gustavo Gatti visitó bares marginales de Dock Sud para grabar conversaci­ones de ambiente. “Nos interesaba el ruido de una máquina de café o un borrachín que aparecía cantando tango”, dice. Después, en su estudio de San Miguel, La Cabeza Graba (Alonso es ingeniero de grabación diplomado), el dúo combinó esos registros con música producida en el estudio durante una sola toma. El resultado fue el disco Buenos Aires psicótico, otra obra elogiosame­nte reseñada en la desapareci­da revista norteameri­cana Option, donde la música del dúo recibió el mote de tango industrial. “Quedé un poco pegado a ese término”, reflexiona.

Hasta 1993, Uno x Uno continuó como un dúo conformado por Alonso y el guitarrist­a Alberto Fiore, de El ojo vegetal. Hasta entonces UXU nunca había tenido baterista. Pero las sesiones de grabación de un grupo de jazz en La Cabeza Graba pusieron a Alonso en contacto con Horacio Contursi, un baterista diez años mayor que él. La partida de Fiore dio pie a la formación de un nuevo dúo con Contursi. “Éramos guitarra y batería –dice Alonso–. Yo usaba una guitarra de caja, para que hubiera más resonancia, y grabamos Flores japonesas, que para muchos es nuestro clásico. Horacio me dio la posibilida­d de cantar canciones acústicas y hacer al mismo tiempo algo más deforme. Eso lo llevé al disco, que lo mezclé muy grave y suena potente aún hoy”.

Tras varios años de cambios, la formación actual de UXU incluye a Arnaldo Taruel en batería y Héctor Ongarato, ex cantante de Los peores del barrio, en electrónic­a, bajo y coros. Lo único que permanece inalterabl­e es la base en San Miguel, pero aún eso puede cambiar.

 ??  ?? De atrás para adelante: Arnaldo Taruel (batería), Carlos Alonso (voz, guitarras, electrónic­a) y Héctor Ongarato (electrónic­a, bajo y coros).
De atrás para adelante: Arnaldo Taruel (batería), Carlos Alonso (voz, guitarras, electrónic­a) y Héctor Ongarato (electrónic­a, bajo y coros).

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