Revista Ñ

Una rana siguiendo un reloj de sol

Anne Sexton. La poeta estadounid­ense fue una de las voces más originales del siglo XX. En sus versos, la intensidad, el riesgo y el desconcier­to campearon a sus anchas gracias a una impecable destreza técnica.

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Cómo bailamos

La noche de la boda de mi primo usé azul. Tenía diecinueve y bailamos, Padre, orbitamos. Nos movimos como ángeles bañándose a sí mismos. Nos movimos como dos pájaros prendidos fuego. Después nos movimos como el mar en un frasco, más lento, cada vez más lento. La orquesta tocó “Oh cómo bailamos en la noche que nos casamos”. Y bailamos el vals como una bandeja giratoria y nosotros éramos queridos, muy queridos. Ahora que estás tendido, inútil como un perro ciego, ahora que ya no acechas, la canción suena en mi cabeza. Oxígeno puro fue el champagne que bebimos y chocamos nuestras copas, una a una. El champagne respiró como un buceador y las copas eran de cristal y la novia y el novio se apretujaro­n en sus sueños como bailarines de las maratones del 1930. Madre era bella y bailó con veinte hombres. Bailaste conmigo sin decir nunca una palabra. En vez la serpiente habló mientras me sostienes cerca. La serpiente, esa charlatana, se despertó y se apretó contra mí como un gran dios y nos curvamos juntos como dos cisnes solitarios.

El pájaro de la ambición

Entonces a esto hemos llegado, insomnio a las 3:15 a.m., el reloj repica su motor

como una rana siguiendo un reloj de sol incluso teniendo un espasmo eléctrico en el cuarto de hora.

El negocio de las palabras me mantiene despierta. Estoy tomando chocolatad­a, esa mamá marrón y tibia.

Me gustaría una vida simple, pero durante toda la noche voy poniendo lejos poemas en una caja larga.

Es mi caja de la inmortalid­ad, mi plan para el después, mi ataúd.

Toda la noche alas negras se sacuden en mi corazón.

Cada una un pájaro de la ambición.

El pájaro quiere que lo tiren desde un lugar alto como el Puente Tallahatch­ie.

Él quiere prender un fósforo de la cocina e inmolarse.

Él quiere volar hacia la mano de Miguel Ángel y aparecer pintado en un cielo raso.

Él quiere perforar el nido del avispón y salir con una deidad prolongada.

Él quiere comer pan y vino y sacar a la luz a un hombre que flota felizmente en el Carib

Él quiere ser presionado como una llave así puede liberar a los Reyes Magos.

Él quiere despedirse entre extraños repartiend­o pedacitos de su corazón como hors d’oeuvres.

Él quiere morir cambiándos­e sus ropas y salir corriendo al sol como un diamante.

Él quiere, yo quiero.

Querido Dios, ¿no sería bastante bueno solo beber chocolatad­a?

Me tengo que conseguir un pájaro nuevo y una caja de la inmortalid­ad nueva.

Hay bastante locura dentro de esta.

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