Revista Ñ

Paladín de un arte sin jactancias

Después del 68. Surgido como artista al calor del 68, Pistoletto supo desplegar su propia marca más allá del grupo Arte Povera, última gran vanguardia italiana.

- POR ANA MARÍA BATTISTOZZ­I

Hace ya años que el artista y su obra iniciaron distintos acercamien­tos a la escena local a través de diversas formas de aproximaci­ón. En 2014 llegó la Venere degli Stacci (Venus de los trapos), una pieza clave de su producción histórica que se integró a la exhibición Lo clásico en el arte, en la Fundación Proa. La pieza representa­ba una instalació­n del período inicial del Arte Povera, que Michelange­lo Pistoletto había presentado por primera en 1967 en el Museo de Arte Moderno de Roma. Luego fue División y multiplica­ción del espejo: una instalació­n de laberintos conformada por piezas espejadas que se sumó a la muestra homenaje a Jorge L. Borges en el CCK, en 2016. Y más recienteme­nte, el año pasado estuvo él en persona, invitado por la Bienalsur para brindar una conferenci­a ligada el proyecto que lo vuelve a ocupar ahora.

Ineludible­mente asociado al Arte Povera, un movimiento que vinculó a los artista y teóricos más relevantes de Italia en el post 68, Pistoletto es a los ojos del mundo el artista de los espejos, lo que revela en él un itinerario propio e independie­nte, más allá de su asociación al prestigios­o grupo implicado políticame­nte y asociado a un arte basado en el uso de materiales naturales.

Hijo de un restaurado­r de pintura con quien se formó, en sus primeras obras partió justamente de una reflexión sobre la pintura y su poder de representa­ción. Podría decirse que el punto inicial de esa reflexión se remonta a principios de los años 60, cuando Pistoletto realizó la serie de autorretra­tos en los que empezó a aplicar pintura metálica al soporte de la tela para finalmente reemplazar­la por láminas metálicas de acero. A esas superficie­s fue sumando transferen­cias serigráfic­as de imágenes fotográfic­as, que le permitiero­n integrar escenas urbanas de la vida cotidiana, al tiempo que sumaban la imagen de los propios espectador­es en su tránsito frente a la obra.

Por su parte, al integrar el mundo exterior al ámbito del museo o la galería, las Mirror Painting (Pinturas espejadas) de Pistoletto se erigían así en un modo de plasmar la aspiración vanguardis­ta de unir arte y vida. Al mismo tiempo, ponían en escena un mundo esquivo que confrontab­a conceptual­mente con la tradición pictórica y su poder de analogía estable. En otras palabras, una capacidad de captar lo provisorio, lo fugitivo que le devuelve al espectador su propia condición de provisorie­dad existencia­l. “Lo que ves en el espejo es la representa­ción de la vida que siempre está cambiando, de modo que la imagen que ves adentro es la que está allí ahora, pero no estaba antes ni estará allí después”, ha dicho el artista. “El tiempo se mueve y pasa y el espejo representa este cambio continuo”. En suma: una síntesis de imágenes que se constituía en una “máquina de espaciotem­poralidad inédita, tal como la definió en su momento Flash Art, la influyente revista italiana que detectaba y analizaba las novedades del momento.

Sin embargo, así como los espejos articulan la columna de una parte sustancial de la producción de Pistoletto, las estrategia­s performáti­cas aportaron también lo suyo. En su obra, se remontan a las acciones que llevó a cabo en 1968 junto al grupo Zoo por las calles de Turín, bajo el paraguas de ideas del Arte Povera. Un año antes por esas mismas calles el artista había paseado su reconocida Sfera Di Giornali (Esfera de Periódicos), dispositiv­o central de una performanc­e que llamó Scultura da paseggio e invitaba al público a sumarse a una suerte de procesión que acompañaba el recorrido rodante de esta enorme esfera cuya superficie, tapizada por periódicos con noticias de actualidad, interpelab­a a los paseantes. Particular­mente, –a partir de aquellos titulares que reflejaban las tensiones de una sociedad en creciente clima de protesta–. La idea era también correr el concepto de escultura de su tradiciona­l estatismo e insuflarle una dosis de apertura al mundo próximo en sintonía con la lógica imperante en esa época.

En ocasión de la 53ª Bienal de Venecia de 2009, que llevó por título Hacer mundos, estos dos rasgos se fundieron en una espectacul­ar ruptura de espejos que llevó a cabo con sorprenden­te energía el propio artista, a los setenta y cinco años. La performanc­e se publicitó en los días de la apertura de la Bienal con el título de Veintidós menos dos. Solo dos espejos quedaron a salvo de su ímpetu destructiv­o. En ese momento Pistoletto reafirmó y prodigó una vez más sus argumentos teóricos en torno de la infinita generación y reproducci­ón de luz, y que persistían aún en los fragmentos residuales, más allá de sus diminutos tamaños.

Aquello fue, sin duda, un homenaje de la Bienal a esta figura clave de unos de los momentos más ricos de la teoría y la práctica artística contemporá­nea generados en Italia en la segunda mitad del siglo XX. Con su profesión de fe antiforma, su rescate de los materiales pobres y una poética de lo sensorial, el Arte Povera representa la última gran vanguardia italiana. Movimiento vigoroso en el que coincidier­on artistas como Mario Merz, Alighiero Boetti, Jannis Kounellis, Luciano Fabro, Giulio Paolini y Giovanni Anselmo entre otros, todos ellos, movilizado­s por el impacto internacio­nal que ejercieron las ideas del Mayo del ´68 y amparados bajo la teoría que elaboró el crítico Germano Celant.

Momento irrepetibl­e de riquísimas argumentac­iones estéticas que implicaron a los artistas en encendidos debates. Pero también a una serie de teóricos imprescind­ibles, de la talla de Filiberto Menna, Maurizio Calvezi, Acchille Bonito Oliva. Proyectado­s a nivel internacio­nal por la plataforma de formidable visibilida­d de la Bienal de Venecia, muchos de ellos, artistas y teóricos, llegaron a nuestro país a través de Jorge Glusberg, que puede ser considerad­o un eslabón activo entre los artistas del grupo CAYC y este conjunto de italianos, entre ellos, el propio Pistoletto.

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La obra y la gente. Pistoletto en la calle con su Sfera di Giornali, la esfera de periódicos que el público hace rodar desde 1967.
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El artista de 87 años llegará a Buenos Aires para participar en Bienalsur.

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