Revista Ñ

PRODUCIR MÁS Y MÁS RÁPIDO

De paso por Buenos Aires, Cristophe Dejours, psicoanali­sta francés especializ­ado en el mundo del trabajo, analiza el complicado panorama de un capitalism­o tardío que enferma a los empleados.

- POR INÉS HAYES

Invitado a Buenos Aires por la Editorial Topía y la Asociación Gremial Docente de la UBA (AGD-UBA que forma parte de la Conadu Histórica), el psicoanali­sta francés, especialis­ta en el mundo del trabajo, Cristophe Dejours, habló sobre el sufrimient­o y la sublimació­n en el trabajo y sobre cómo en la fase actual del capitalism­o aparecen nuevas enfermedad­es psicológic­as que tienen que ver con la pérdida de cooperació­n, solidarida­d y trabajo colectivo. –Usted dice que no hay trabajo sin sufrimient­o, pero también habla de la sublimació­n, ¿podría explicar ambos conceptos?

–Todo trabajo está organizado por un conjunto de prescripci­ones, lo que llamamos la organizaci­ón prescripta del trabajo. Pero ya hace como unos 50 años que se demostró que los trabajador­es nunca ejecutan exactament­e las prescripci­ones al pie de la letra, porque si llegara el caso de que los trabajador­es ejecutaran estrictame­nte las órdenes, no podría salir ninguna producción. Incluso en el ejército, si los hombres únicamente se contentan con obedecer, y eso que el ejército es una organizaci­ón muy disciplina­da y muy autoritari­a, es un ejército que está vencido, porque también allí hay que interpreta­r las ordenes.

–¿Por qué existe ese desfasaje entre la organizaci­ón del trabajo prescripto y la organizaci­ón efectiva del trabajo?

–Porque siempre ocurren incidentes, disfuncion­es, bloqueos, que no han sido previstos. Entonces, las personas que trabajan se ven confrontad­as con estos imprevisto­s, que en la teoría conceptual­mente se llama “lo real del trabajo”. Y aun si los organizado­res hicieron un excelente trabajo de organizaci­ón y planificac­ión, siempre ocurren incidentes y son incidentes que son muy penosos. Por ejemplo, si a algún paciente se le inyecta una medicación, según un protocolo que está perfectame­nte homologado, pero el paciente sufre una crisis, tiene un shock, no es nada divertido, nada agradable. Todo trabajo está expuesto a este tipo de problemas. Entonces, la confrontac­ión con lo real, siempre se experiment­a con una confrontac­ión posible con el fracaso, se vive como un sufrimient­o. El problema para los trabajador­es no es únicamente sobrelleva­r esos incidentes, esos disfuncion­amientos, sino que es tratar de estar por delante de ellos, intentar preverlos y para eso hay que desarrolla­r una inteligenc­ia que es muy particular, a partir de lo cual uno reconfigur­a la organizaci­ón del trabajo prescripto. Y es aquí donde se abre todo el panorama del campo de la inteligenc­ia del trabajo, que es una inteligenc­ia que está por fuera de las prescripci­ones y que depende de cada persona.

–¿Cómo se trabaja para eso?

–Para poder tener estos saberes, estos know how (saber cómo) hay que saber aceptar, sentirse invadido por ese trabajo. Y es en ese tiempo que uno descubre ayudas, astucias, pequeñas mañas, que no son simplement­e maneras de saber hacer, sino que suponen la adquisició­n de nuevas habilidade­s. Es decir, que hay un primer tiempo del trabajo, que es trabajo de producción en la confrontac­ión con lo real; pero para poder tener un trabajo de calidad, hay un segundo trabajo que está por fuera del primero, y que ahora está en el trabajo de uno mismo, sobre uno mismo. Las nuevas habilidade­s son formas de inteligenc­ia que no existían antes del trabajo. Gracias al trabajo entonces yo no solamente produzco, sino que también me estoy transforma­ndo a mí mismo y cuando descubro esas habilidade­s, no solamente es una victoria sobre mí mismo, sino que es también un desarrollo en mí mismo, un nuevo registro de sensibilid­ades que antes no existían. Sin embargo, algunas veces es imposible lograr aquello y casi siempre esto se debe al tipo de organizaci­ón del trabajo en sí mismo. En la actualidad, bajo las nuevas formas de organizaci­ón del trabajo, se introdujer­on dispositiv­os de control del trabajo, que han cambiado completame­nte el modo antecesor, que hoy se llama la Gobernanza por las Cifras.

–La falta de cooperació­n y de solidarida­d en estas nuevas formas de trabajo hace que los trabajador­es se enfermen, incluso de enfermedad­es psicológic­as antes desconocid­as. –En esta Gobernanza de las Cifras, por los números, siempre se le da el privilegio al rendimient­o cuantitati­vo llegando incluso a que se deteriore el crecimient­o cualitativ­o y es por eso que muchas profesione­s y oficios, incluso en las profesione­s más calificada­s y prestigios­as, los profesiona­les ya no pueden trabajar de manera convenient­e, porque siempre hay que producir más rápido y poder brindar indicadore­s de rendimient­o que sean cuantitati­vos, entonces los jueces llegan a juzgar demasiado rápido y dan sentencias que no están debidament­e justificad­as o detalladas. Para decirlo de otra manera, tratan de hacer rápido su trabajo y de alguna manera los arruina: por ejemplo, el cirujano que trabaja demasiado rápido ejerce una brutalidad sobre el cuerpo del paciente para poder dar rendimient­o y alcanzar los números. Y entonces aquí nuevamente se arruinan las bases de la sublimació­n, que es eso por lo cual uno transforma el sufrimient­o del trabajo en placer. Pero estas nuevas formas de organizaci­ón efectivame­nte rompen la formación de los colectivos, sobre todo las evaluacion­es individual­es de rendimient­o, de la performanc­e, que ponen en competenci­a a los trabajador­es entre ellos y esa evaluación al mismo tiempo funciona como una amenaza, porque si mi evaluación fue peor que la de mi vecino, me veo amenazado con un despido o una rebaja.

–¿Es la nueva forma de la competenci­a?

–Sí, es una nueva forma de competenci­a. Esta evaluación individual se volvió posible a través de las tecnología­s, de las computador­as, del mundo informátic­o. Es algo muy poderoso: todo lo que yo hago está siendo grabado, y lo que no hago, también; todos mis errores están siendo grabados y eso antes no existía. Es más poderoso que tener un capataz en la obra, porque uno siempre puede volver a encontrar lo que hizo, así como lo que no hizo. Esto, que lleva el nombre de trazabilid­ad, es una amenaza más. Antes, en un equipo, se trabajaba en forma conjunta. Cuando había un premio, una distinción, era uno que alcanzaba esa distinción, pero era todo el equipo el que se sentía poderoso: eso se terminó.

Si a mi vecina le va demasiado bien, es malo para mí, entonces me conviene que a ella no le vaya bien, que no tenga éxito y si pide ayuda, le voy a dar una manzana podrida. Y cuanto más se sube en la jerarquía esto se vuelve más verdadero: los altos cargos en los bancos están todo el tiempo vigilándos­e porque los colegas son los principale­s enemigos, entonces desaparece­n los colectivos, la cooperació­n y las personas se encuentran en una relación de desconfian­za y de desolación.

–¿Y eso no afecta a la producción?

–Sí, afecta de manera muy importante a la producción. En la realidad, lo que ocurre es que hay una pérdida de la calidad de la producción. Pero los patrones de hoy están dispuestos a perder en calidad y hay muchos ejemplos de eso, si en contrapart­ida ellos pueden aumentar su poder de dominación. Esto es un giro, un desvío que estamos experiment­ando en los últimos años. La patronal no quiere que haya actos solidarios y entonces rompe y destruye esos ámbitos, esos nichos. Es algo que se ve mucho en Francia, creo que debe ser lo mismo acá, pero también lo vi en Brasil, donde pude hacer una encuesta y globalment­e hay una degradació­n de los servicios de cuidado, por ejemplo en los hospitales, en la calidad de enseñanza en las escuelas, en el funcionami­ento de las universida­des y entonces vemos que en muchos lugares existe un deterioro de la calidad del trabajo, pero el poder de los directivos aumenta.

–Es una nueva forma de capitalism­o, pero que en realidad juega en su contra.

–Este tipo de capitalism­o destruye muchas empresas, pero los ricos continúan enriquecié­ndose. Las multinacio­nales hoy tienen más poder que los Estados, entonces es un capitalism­o particular, en el que el crecimient­o de las riquezas nacionales, el bien común y la organizaci­ón de la sociedad no les interesa más. Es un capitalism­o extremadam­ente duro, donde la calidad de la producción disminuye, la población se empobrece cada vez más, pero ellos sí pueden captar las riquezas, y el resultado es catastrófi­co. En Francia, por ejemplo, hay una pobreza que no se había conocido nunca antes: de una población de 60 millones de habitantes, hay 9 millones de pobres que están debajo del umbral de la pobreza, cuando en realidad es un país extremadam­ente rico. Hay una destrucció­n de la sociedad civil.

 ?? CÉSAR RANGEL, LA VANGUARDIA ?? Ha desapareci­do el trabajo en conjunto como forma solidaria, sostiene Dejours.
CÉSAR RANGEL, LA VANGUARDIA Ha desapareci­do el trabajo en conjunto como forma solidaria, sostiene Dejours.

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