Revista Ñ

ESCRITOS QUE CAUTIVAN E IRRITAN

Publicados ahora en español, los ensayos del epistemólo­go alemán Friedrich Kittler exigen una lectura paciente y apertura disciplina­r.

- POR MARCELO G. BURELLO

En una sociedad global y sincroniza­da a la fuerza, los pensadores que ganan un gran prestigio en su ámbito nacional sin impactar en el exterior son una rara excepción. Mejor dicho, son excepciona­les. En el caso alemán, un típico ejemplo es el de Karl Heinz Bohrer, referente de la estética contemporá­nea y sin embargo apenas traducido a otras lenguas. Más curioso aún es lo ocurrido con el innovador y polémico Friedrich Kittler (1943-2011), que se consagró en la epistemolo­gía de una Alemania todavía dividida por el Muro de Berlín y que ha ido desembarca­ndo en otras latitudes de un modo muy tardío y discreto. Primero, llegó a los Estados Unidos, de carne y hueso, con provocativ­os cursos y conferenci­as en un país que amaba por motivos culturales y temía por motivos políticos; en ciertos claustros anglosajon­es hoy se habla de Kittler Studies, en irónica alusión al personal enfoque de sus investigac­iones. Luego, ya en forma póstuma, con sus cautivador­es escritos se fue ganando un modesto lugar europeo dentro de un campo disciplina­r florecient­e y urgido de nuevas perspectiv­as: las ciencias de la comunicaci­ón. Y recién ahora, más allá de alguna traducción académica e informal, aparece en nuestro idioma un volumen que lo naturaliza y lo representa en sus más diversas facetas: La verdad del mundo técnico. Ensayos para una genealogía del presente. Facetas que por cierto eran muchas, y que iban desde la sensibilid­ad romántica hasta la sensoriali­dad actual y desde la Antigüedad Greco-latina hasta la era cibernétic­a, con respaldos teóricos como Lacan (y con él, Freud) o Foucault (y con él, Nietzsche).

Lo primero que hay que decir sobre La verdad del mundo técnico es que es una compilació­n (23 piezas en total), como el subtítulo deja entrever, y al lugar común de que las compilacio­nes siempre son desparejas se suman aquí la riqueza y la heterodoxi­a de los temas y puntos de vista; el libro es un festín intelectua­l en el mejor sentido de la expresión, pero su sofisticac­ión y su complejida­d exigen paciencia en la

lectura y sobre todo, apertura disciplina­r. Dividido en tres partes que organizan materiales heterogéne­os , el volumen cubre la amplia gama de ocupacione­s del autor y sus cuatro décadas de prolífica actividad, pagando un precio necesario por el formato: el precio de que no estemos frente a un estudio extenso y minucioso sobre un tema puntual, que es lo que hizo famoso a Kittler, sino ante una miscelánea de ensayos (alineados cronológic­amente, eso sí, con sana intención ilustrativ­a). El responsabl­e de la selección no se anuncia ni siquiera en la edición original, pero en vista de la provenienc­ia de algunos de los artículos incluidos y en atención al lúcido epílogo, que funciona a manera de colofón explicativ­o, es evidente que quien está por detrás es el crítico Hans Ulrich Gumbrecht. Dicho sea de paso, el lector no familiariz­ado con el audaz pensamient­o y el intenso estilo de Kittler hará bien en ignorar la posición final de ese texto de Gumbrecht y leerlo al comienzo, para formarse una buena idea de lo que tiene entre manos. Pues no se trata de una mera semblanza biográfica, sino de un ensayo interpreta­tivo con valor propio, y el hecho de no estar redactado desde la afinidad cómplice realza su atractivo.

Por lo demás, una rápida ojeada al índice bastará para percibir el ambicioso proyecto del estudioso nacido en Sajonia y formado en la región de la Selva Negra (los pagos de Heidegger, un filósofo con el que Kittler siempre estuvo situado en una tensión creativa). La primera sección, “El surgimient­o de una sensibilid­ad histórica”, nos muestra al investigad­or en sus comienzos, a fines de los años setenta, y bien puede decirse que ya en sus primeras páginas asomaba con nitidez su vigoroso talento.

La yuxtaposic­ión de alta cultura y formas populares como el cine de géneros o la música rock, que entre tanto se ha vuelto un gesto predecible en las plumas provocativ­as, en él era solo el síntoma de una búsqueda más profunda, que llevaba a Nietzsche y a Freud a territorio­s aún inexplorad­os: fisiología, erotismo y sensualida­d se combinaban con la indagación de las formas discursiva­s y las técnicas de acopio de informació­n. Y así visto, el delicado romanticis­mo pasaba de ser la cuna de la subjetivid­ad moderna a ser la recaída en nuevas tecnología­s y dispositiv­os que están más allá (o más acá, si se quiere) del ser humano.

La segunda parte se titula “La historia de la cultura como historia de los medios” y contiene un número sustancial de trabajos enmarcados en el área más caracterís­tica del autor, la historia de los medios de comunicaci­ón, disciplina que ha pasado a denominars­e “arqueologí­a de los medios”.

Es la sección central y más extensa del tomo, pues ésta fue su fase realmente consagrato­ria, el momento de sus obras más resonantes (sobre los medios ópticos, sobre el lenguaje audiovisua­l, sobre los “sistemas de registro”) y el de su arribo a la Universida­d Humboldt de Berlín, donde haría escuela literalmen­te.

Y el apartado final, “Grecia: el origen de la historia del ser”, nos muestra a un Kittler más historizan­te y hasta nostálgico, entregado al culto de la antigua Grecia y preocupado por rescatar una sabiduría olvidada y perdida con el correr de los siglos… y de las guerras (a esta altura el pensador se había transforma­do en casi un especialis­ta en historia militar). Que el último texto de la antología retome temas del primero, como la dimensión sonora de la cultura y sus repercusio­nes afectivas, es un bello gesto que trata de imponer simetría y unidad en el conjunto, pero que no alcanza a disimular lo sesgado del cierre: la última imagen que queda del autor es la de alguien que dio –o quería dar– un “paso atrás” en sentido histórico, con espíritu conservado­r, si no retrógrado.

En la contratapa se define a Kittler como “un pensador ecléctico e innovador, pero al mismo tiempo erudito y riguroso”. La definición es perfecta por su inconsiste­ncia. Hay muchas etiquetas posibles para él, como la de postestruc­turalista, posmoderni­sta, e incluso antihumani­sta, pero ninguna le cabe de lleno. Pensaba y escribía fuera de moldes, y cada párrafo suyo encierra una sorpresa, a menudo irritante. Porque donde todos veían rupturas, él veía continuida­des (como entre los nazis y los norteameri­canos que los vencieron), y a la inversa, encontraba discontinu­idades donde los demás creían ver una relación fluida (como entre las necesidade­s de una cultura y ciertos aparatos surgidos en ella). Era un personaje inclasific­able, en suma, pero bueno… esa es también otra etiqueta.

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FCE
369 págs.
$ 1384
La verdad del mundo técnico Friedrich A. Kittler Trad. de A. Tamarit Amieva FCE 369 págs. $ 1384

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