Revista Ñ

VARIACIONE­S SOBRE LO INMINENTE

Música. En su último ensayo, el experto David Toop analiza la improvisac­ión libre y bucea en sus antecedent­es más variados e inesperado­s.

- POR JORGE LUIS FERNÁNDEZ

Después de escribir libros sobre hip hop (Rap Attack), las fusiones en la música contemporá­nea (Océano de sonido) y hasta el sonido en la pintura (Resonancia siniestra), era lógico que el músico y crítico inglés David Toop escribiera sobre improvisac­ión libre, habiendo sido miembro del prestigios­o London Musicians Collective durante los años setenta y habiendo tocado con los más notables improvisad­ores. Pero no habría que confundir En el maelström con un libro sobre la improvisac­ión comúnmente asociada al free jazz. Después de todo, existen numerosos volúmenes al respecto, como The Freedom Principle, de John Littweiler, As Serious As Your Life, de Valerie Wilmer, o el mismo Free Jazz de Ekkehard Jost, por nombrar solo algunos títulos. Lo que hace Toop es narrar las esquirlas que dejó la explosión de la también llamada fire music en la improvisac­ión europea, y buscar sus raíces en el jazz norteameri­cano previo a 1958, año en que aparecen las primeras y seminales improvisac­iones de Cecil Taylor y Ornette Coleman.

Toop encuentra antecedent­es de improvisac­ión libre en Antonin Artaud, en actitudes de Edgar Varèse, en instrument­os electrónic­os como el théremin y en escritores que ahondaron en el flujo de conscienci­a como Joyce y Proust; en las excentrici­dades milenarias del tao, los haiku de Matsuo BashĪ, el humor absurdo de The Goon Show y las técnicas experiment­ales de Max Ernst. Pero es cuando su mirada se focaliza en la música del siglo XX, más específica­mente en el jazz, cuando su libro gana substancia. Toop alumbra los rincones menos observados a los que se remonta el origen del free jazz. Menciona a Roy Eldridge y Erroll Garner como figuras periférica­s de los cincuenta y luego se centra en Lennie Tristano, un pianista blanco al que atribuye buena responsabi­lidad en el surgimient­o de la escena. Al referirse a un concierto de fines de los cuarenta, escribe: “Tristano impartía una serie de directivas: nada de guitarra rítmica (demasiado cercano al swing), nada de melodía (demasiado comercial). En cambio, instaba a sus músicos a tocar contraarmo­nías y contramelo­días”.

La cima de su creación es la pieza “Descent Into The Maelström”, una adaptación aural del cuento de Edgar Allan Poe que dio título al libro. Grabada en 1953, la pieza “resulta sorprenden­te para la época –escribe Toop, que asocia el tema de Tristano con la música concreta–. Sus parientes más cercanos son Étude noir y Étude violette de Pierre Schaeffer. La posibilida­d de que Tristano los haya escuchado es mínima, aunque él y Schaeffer estaban manipuland­o el sonido mediante técnicas de grabación básicas como el overdubbin­g y la variación de pitch. Ambos entendían la potenciali­dad de la caja del piano como una estructura resonante y vibrante cuyo exterior apacible oculta violentas fuerzas mantenidas en tensión y oscuridad”.

Otro músico periférico que rescata es el baterista Chico Hamilton. Una sesión de su quinteto, fechada en agosto de 1955, incluyó un track titulado “Free Form”: un ejercicio de improvisac­ión libre que, según el chelista Fred Katz, nació de sus improvisac­iones solistas. Según el autor, este y otros experiment­os de los cincuenta expresaban conflictos sociales de la época. “La música ponía en escena de manera amable y elegante una lucha política más amplia, en la que adoptar posiciones radicales sobre el conflicto racial, despertar la sospecha de comunismo, llevar una apariencia inusual o expresar cualquier tipo de disidencia significab­a arriesgars­e a una violenta represión”.

Los aportes de la escena en Japón también fueron relevantes. Con influencia­s de la milenaria música de corte gagaku, Pierrot Lunaire de Schönberg, el jazz, el surrealism­o y el indetermin­ismo de John Cage, Yasunao Tone crea en 1960 Group Ongaku, una agrupación que hacía uso extensivo de la anarquía instrument­al a punto tal que algunos sonidos, dice Toop, “parecían llegados de la habitación de al lado”. Así explicó Tone la base de su modus operandi: “Fue el uso que hicieron los surrealist­as del automatism­o, que incluía la escritura automática, la decalcoman­ía, el collage, el cadáver exquisito y otras técnicas que, creían, permitían un acceso al inconscien­te (…). Creo que mi tesis sobre el dadaísmo y el surrealism­o nos ayudó a teoKaryobi­n. rizar la improvisac­ión grupal”, añadió sobre el peculiar estilo de iniciar y completar frases entre los integrante­s, siguiendo el estilo del cadáver exquisito.

Toop también traza lazos con el destructiv­ismo de Gustav Metzger y el expresioni­smo abstracto, la tendencia a azotar el piano con el antebrazo como una extensión de las acciones de Pollock como arrojar pintura sobre un lienzo. Incluye las experiment­aciones en Roma del colectivo Nuova Consonanza y el grupo norteameri­cano Musica Elettronic­a Viva como episodios continenta­les de la libre improvisac­ión. Pero es cuando inserta sus experienci­as personales, como un temprano encuentro con AMM en un recital de rock, que su libro gana en emoción y profundida­d. Así describe su descubrimi­ento del grupo, telonero fantasma de una actuación de Cream en 1966 en The Roundhouse. “Entre los equipos había partes de una batería, pero el resto de los objetos eran inidentifi­cables. Puede que hubiera un violonchel­o. Un hombre alto se agachó y se puso a jugar con un aparato que estaba apoyado en el piso. Fuertes ruidos electrónic­os brotaron del sistema de amplificac­ión. No recuerdo ninguna reacción del público, que todavía era escaso”.

La música del seminal cuarteto inglés integrado por Keith Rowe (guitarra tratada y radio), Eddie Prévost (batería), Lou Gare (saxo) y John Tilbury (piano), eventualme­nte acompañado­s por el compositor Cornelius Cardew, simboliza para Toop una enajenació­n de los procedimie­ntos familiares que se desprenden de la música clásica y la musicologí­a. Las improvisac­iones de AMM en The Place, un oscuro estudio de danza en Londres, o en el ámbito marginal del Royal College of Art, eran agonística­s maratones donde nadie, según Gare, “daba tregua. Si los otros estaban tocando demasiado fuerte y no podías hacerte oír tenías que aguantar. Tenías que quedarte sentado allí hasta que el volumen disminuyer­a, seguir con lo que estabas haciendo. Y podía ponerse más y más ruidoso. A veces el volumen alcanzaba niveles increíbles”.

Toop se reserva la mayor calidez para hablar del baterista John Stevens y su disciplina­do séquito de músicos, la red de sonidos silencioso­s que practicaba con su Spontaneou­s Music Ensemble, cuya influencia del gagaku alcanzó su clímax en el álbum

Pero hace extensiva la influencia de la libre improvisac­ión a muchas de las músicas que se hicieron en los sesenta. “Resulta extraordin­ario cuando uno lo piensa hoy, pero algunas de las bandas más exitosas en la historia de la música popular –los casos más notables son The Beatles, The Rolling Stones y Pink Floyd– incursiona­ron en algún aspecto de la improvisac­ión libre, ya fuese como ejecutante­s, oyentes o benefactor­es”. Y cita como ejemplo “largos jams de uno o dos acordes, feedback de guitarras y montajes de cintas”.

Toop tiene esa apertura, ese sincretism­o, y ese amor por lo arcano. Y cuando consigue conciliar mundos dispares se produce cierta magia en el libro.

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El pianista Lennie Tristano, figura seminal en el jazz del siglo XX.
 ??  ?? En el maelström David Toop Trad. Tadeo Lima Caja Negra
448 págs.
$ 665
En el maelström David Toop Trad. Tadeo Lima Caja Negra 448 págs. $ 665

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