IRREALIDAD DE BORROSAS FRONTERAS
En las fotos de Leonor Caraballo exhibidas en FoLa las personas y las cosas parecen habitar un mundo más allá de los límites de la vida.
Hay que caminar hasta el fondo de FoLA, atravesar la primera sala, enorme, donde se exhiben las fotos de la excelente muestra Antología, de Jorge Aguirre, y luego la sala 2, donde se muestra El mundo de Tita, de Fabiola Cedillo, para llegar a lo que para muchos –casi todos– será una sorpresa: las dos series de fotos de Leonor Caraballo, Transitorio (1998-2000) y Sueños vivos y vidas muertas (2002-2008), nunca exhibidas en Buenos Aires, que integran la muestra Retratos de una ciudad en partes. Es que pocos se han encontrado antes con su obra: Caraballo emigró a Nueva York en 2001 y desde entonces solo se mostró un puñado de sus fotos el año pasado, en una pequeña muestra -ho
menaje de la que Rodrigo Alonso fue curador en el espacio que Fundación Las Lilas tuvo en la feria BA Photo.
Las dos series de la muestra en FoLA, curada por el fotógrafo Esteban Pastorino junto con el iraní Abou Farman Farmaian–viudo de la artista, antropólogo y escritor, con quien formó en los últimos años el colectivo artístico Caraballo-Farman–, son dos mundos tajantemente divididos: hacia la derecha de la sala, el espectador se encuentra con retratos de travestis realizados a fines de los años 90, mucho antes de que –al menos en Buenos Aires– la identidad de género y las siglas LGBTQ ocuparan un lugar importante en la agenda; hacia la izquierda, retratos de la ciudad y sus personajes –ambos, casi en ruinas– que era Buenos Aires inmediatamente después de la debacle de 2001.
Vale la pena detenerse brevemente en los títulos de la muestra y las series que la
componen: Transitorio puede asociarse con la capacidad de transformación, con la posibilidad de cambiar de género, pero también con los albergues transitorios de la zona de Palermo frecuentados por los travestis en los años 90. Por su parte Sueños vivos y vidas muertas habla literalmente de eso, pero en su versión en inglés, Dream Things and Still Lives, tiene otras lecturas posibles, tanto o más interesantes: la primera, cosas de los sueños y naturalezas muertas; la segunda, sueña cosas y congela vidas. Finalmente, Retratos de una ciudad en partes puede entenderse como retratos de una ciudad hecha pedazos o retratos hechos en partes de una ciudad, que también alude a la desintegración o por lo menos a lo no integrado. Todos esos sentidos que pueden adivinarse o entreverse en esos tres títulos están en estas dos series de fotos de Leonor Caraballo.
Los de Transitorio son retratos de una profunda intimidad. En cada mirada, en cada gesto, en cada pose de los travestis que aparecen en ellos, se advierte la familiaridad, la cercanía y hasta la complicidad que unió a la fotógrafa con los modelos. Fueron tomados en diversas situaciones y contextos. En uno de los retratos, tomado en lo que parece ser un camarín de teatro, se ven sobre una mesa solo dos coloridas pelucas y una ollita (¿con cera para depilar?) delante de una pared empapelada con fotos de Tita Merello, Graciela Alfano y otras divas inalcanzables. Otros son retratos en grupo o en soledad, tomados en la pensión, en la cocina, en una escalera, posando en una silla, probándose ropa: las situaciones son diferentes, pero la cercanía –se diría la hermandad– es la misma.
En la otra serie, Sueños vivos y vidas muertas, las fotos tienen cierta calidad onírica, se trate de objetos o de personas. En ese conjunto hay dos retratos de otra serie, Visitations –exhibida hace años en una muestra del Museo del Barrio, en Nueva York–, en los que los fotografiados son personas que visitan tumbas de seres queridos en el cementerio de la Chacarita. Pero visitation no significa visita, sino aparición, presentación sobrenatural de algo o alguien. ¿Son vivos que se aparecen a los muertos? En todo caso, la tristeza y la soledad infinita de los retratados no parecen de este mundo. Solo se las puede considerar comparables con las que uno cree reconocer en los ojos y el rostro de una estatua de Cristo en una iglesia que la autora llamó, con tanta razón como humor, “Cristo deprimido”. Así son las personas y las cosas en estas fotos de Leonor Caraballo: no las divide ni las separa una frontera clara entre lo vivo y lo no vivo. Ni siquiera es posible decir entre lo vivo y lo muerto, porque lo no vivo no es lo muerto en estas fotos de Caraballo. Ese Cristo deprimido, esos personajes que atraviesan una oscurísima soledad cargando como pueden un ramo de flores, habitan el mismo mundo o el mismo sueño creado o descubierto por la artista. Uno y los otros son apariciones que Caraballo ha vuelto visibles. Entre los dos grandes retratos de Visitations hay otro, de una gran puerta cerrada –sí, es posible el retrato de una puerta en la dimensión Caraballo– que tampoco parece de este mundo. Al menos, parece el pasaje hacia otro. Es una puerta, se entera uno cuando lee la cédula de la obra, del Teatro Nacional Cervantes.
La misma sensación de irrealidad –surreal o hiperreal– pueden producir en el espectador otras de estas fotos de la muestra, como la toma cenital de unas muñecas en una caja, los retratos de un mozo y de un peluquero, o la foto de decenas de maniquíes desnudos contra la pared. Leonor Caraballo Retratos de una ciudad en partes Lugar: FoLA, Godoy Cruz 2626. Fecha: hasta el 23 de junio. Horario: lunes a domingos, 12 a 20; mié. cerrado. Entrada: $100. Lunes, gral., $50, est. y jub., gratis.