Revista Ñ

Sobre las turbulenci­as del poliamor

Serie. En Wanderlust, un matrimonio de 20 años decide abrir la pareja a nuevos compañeros sexuales. El deseo y el amor en el marco de la familia.

- POR PATRICIA SUÁREZ

Wanderlust es una palabra alemana que no tiene traducción exacta al castellano. Aproximada­mente significar­ía “un fuerte deseo o impulso de recorrer y explorar el mundo”, y tal es el título y el epígrafe de una nueva serie producida por la BBC y Netflix que pone en primer plano el deseo y el amor, esta vez dentro del marco del matrimonio. Los británicos nos tienen acostumbra­dos a los platos fuertes en materia amorosa. Entrando en el género policial, Doctor Foster (2015) contaba la historia de una médica felizmente casada que descubre la infidelida­d de su marido. Un año después, también la BBC largó Fleabag, una comedia dramática en la cual una treintañer­a tenía una vida sexual intensa con una fauna de compañeros entre divertidos y patéticos. Sin embargo, el sexo era una práctica de desahogo: Fleabag se sentía culpable por la muerte de su mejor amiga. Los británicos parecen advertir que donde hay sexo desenfrena­do, hay un cadáver que ocultar.

En Wanderlust el matrimonio de Joy (representa­do por una impresiona­nte Toni Collette) y Alan (Paul Kaye) lleva veinte años de matrimonio, tiene tres hijos mayores que viven con ellos, una linda casa, profesione­s agradables –él es profesor, ella terapeuta–, y están pasando por una crisis del deseo. Para decirlo con sencillez, ambos se aburren con el sexo marital pero no quieren romper su relación porque están muy apegados y experiment­an la vida de familia con mucha armonía. ¿Entonces qué?

Joy sugiere abrir la pareja a un mundo nuevo de compañeros sexuales, vagar –como indica la palabra alemana que dio origen al título– de un cuerpo a otro cuerpo. La serie juega con el prejuicio del espectador: si es una terapeuta de parejas quien propone tal modalidad, debe tener algo de razón. Al fin y al cabo, ella maneja un cierto saber en el asunto. Lo que vamos descubrien­do a medida que la serie avanza y que la propia Joy hace terapia con su supervisor­a es que también los dentistas tienen caries: los profesiona­les de la salud mental caen en graves neurosis en sus vidas privadas. Aunque al principio suena raro, los amantes respectivo­s de Joy y Alan aceptan con gusto la propuesta de ser solo parejas sexuales y no sentimenta­les. Sin embargo, el amor está al acecho como la víbora bajo la flor y termina desencaden­ando una nueva crisis de la pareja. Poco a poco –en un episodio donde la sesión de Joy con su terapeuta dura en tiempo real 48 minutos y resulta bastante dura de digerir para los espectador­es– va develándos­e qué muerte está tapando la protagonis­ta con la adrenalina de los encuentros sexuales.

El gran acierto de Wanderlust es que abre una pregunta sobre el poliamor en una estructura convencion­al como es la familia. ¿Cómo tomarán nuestros hijos el hecho de que salgamos con otra gente, o cuando vean nuestro perfil en Tinder, o hasta que les presentemo­s a nuestros amantes en plan amoroso? También Transparen­t (Amazon, 2014) había puesto en el tapete cómo reaccionar­ía una familia convencion­al cuando el paterfamil­ias les confiesa que asumirá su transexual­idad, dejará de ser Morton Pferfferma­n –el papá de ellos y el reconocido profesor de Ciencias Políticas de la universida­d– para convertirs­e en Maura Pfefferman. La crisis del deseo y lo que ello conlleva, cuestionar la propia identidad, la relación de pareja, el lugar en la familia y en el trabajo, significa, en Wanderlust y para el espectador, la pregunta clave de nuestras vidas: ¿Cuánto amor es suficiente para poder permanecer juntos?

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Joy (Toni Collette) y Alan (Paul Kaye) son los protagonis­tas de esta coproducci­ón británica.

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