Sobre las turbulencias del poliamor
Serie. En Wanderlust, un matrimonio de 20 años decide abrir la pareja a nuevos compañeros sexuales. El deseo y el amor en el marco de la familia.
Wanderlust es una palabra alemana que no tiene traducción exacta al castellano. Aproximadamente significaría “un fuerte deseo o impulso de recorrer y explorar el mundo”, y tal es el título y el epígrafe de una nueva serie producida por la BBC y Netflix que pone en primer plano el deseo y el amor, esta vez dentro del marco del matrimonio. Los británicos nos tienen acostumbrados a los platos fuertes en materia amorosa. Entrando en el género policial, Doctor Foster (2015) contaba la historia de una médica felizmente casada que descubre la infidelidad de su marido. Un año después, también la BBC largó Fleabag, una comedia dramática en la cual una treintañera tenía una vida sexual intensa con una fauna de compañeros entre divertidos y patéticos. Sin embargo, el sexo era una práctica de desahogo: Fleabag se sentía culpable por la muerte de su mejor amiga. Los británicos parecen advertir que donde hay sexo desenfrenado, hay un cadáver que ocultar.
En Wanderlust el matrimonio de Joy (representado por una impresionante Toni Collette) y Alan (Paul Kaye) lleva veinte años de matrimonio, tiene tres hijos mayores que viven con ellos, una linda casa, profesiones agradables –él es profesor, ella terapeuta–, y están pasando por una crisis del deseo. Para decirlo con sencillez, ambos se aburren con el sexo marital pero no quieren romper su relación porque están muy apegados y experimentan la vida de familia con mucha armonía. ¿Entonces qué?
Joy sugiere abrir la pareja a un mundo nuevo de compañeros sexuales, vagar –como indica la palabra alemana que dio origen al título– de un cuerpo a otro cuerpo. La serie juega con el prejuicio del espectador: si es una terapeuta de parejas quien propone tal modalidad, debe tener algo de razón. Al fin y al cabo, ella maneja un cierto saber en el asunto. Lo que vamos descubriendo a medida que la serie avanza y que la propia Joy hace terapia con su supervisora es que también los dentistas tienen caries: los profesionales de la salud mental caen en graves neurosis en sus vidas privadas. Aunque al principio suena raro, los amantes respectivos de Joy y Alan aceptan con gusto la propuesta de ser solo parejas sexuales y no sentimentales. Sin embargo, el amor está al acecho como la víbora bajo la flor y termina desencadenando una nueva crisis de la pareja. Poco a poco –en un episodio donde la sesión de Joy con su terapeuta dura en tiempo real 48 minutos y resulta bastante dura de digerir para los espectadores– va develándose qué muerte está tapando la protagonista con la adrenalina de los encuentros sexuales.
El gran acierto de Wanderlust es que abre una pregunta sobre el poliamor en una estructura convencional como es la familia. ¿Cómo tomarán nuestros hijos el hecho de que salgamos con otra gente, o cuando vean nuestro perfil en Tinder, o hasta que les presentemos a nuestros amantes en plan amoroso? También Transparent (Amazon, 2014) había puesto en el tapete cómo reaccionaría una familia convencional cuando el paterfamilias les confiesa que asumirá su transexualidad, dejará de ser Morton Pferfferman –el papá de ellos y el reconocido profesor de Ciencias Políticas de la universidad– para convertirse en Maura Pfefferman. La crisis del deseo y lo que ello conlleva, cuestionar la propia identidad, la relación de pareja, el lugar en la familia y en el trabajo, significa, en Wanderlust y para el espectador, la pregunta clave de nuestras vidas: ¿Cuánto amor es suficiente para poder permanecer juntos?