Revista Ñ

Acuerdos de una generación

- R.K.

En la Argentina, el cine chino empezó a resonar en el público vernáculo a partir de los nombres de dos directores esenciales de ese país en las dos últimas décadas del siglo pasado: Zhang Zimou y Chen Kaige. Los dramas barrocos e históricos de ambos directores saldaron en su momento cierta ignorancia involuntar­ia de los cinéfilos argentinos. Apenas cuatro décadas atrás, era casi imposible acceder al cine oriundo del país de Confucio y Mao; nadie fue enterament­e culpable de su desconocim­iento.

Esos cineastas fueron los líderes de la Quinta Generación, quienes paulatinam­ente fueron sustituido­s, al menos en las discusione­s de la cinefilia mundial, por los dos grandes cineastas de la Sexta Generación: Jia Zhangke y Wang Bing. Sobre estos últimos aprendimos en el DocBsAs, el Bafici y el Festival Internacio­nal de Cine de Mar del Plata, espacios en los que se proyectaro­n las películas de estos directores en un inicio. Sin embargo, los filmes de Jia, desde El mundo en adelante, se estrenaron comercialm­ente casi todos, una especie de milagro en una cartelera proclive a la homogeneid­ad.

En Esa mujer (Ash is Purest White), el cineasta incluyó en el elenco a varios directores de su generación: Xiaogang Feng (Youth), Yinan Diao (The Wild Loose Lake, recién estrenada en Cannes, película de género pero con varias secuencias que tienen mucho en común con la estética de Jia), Zheng Zu (Lost in Hong Kong) y Yibai Zhang (I Belonged to You).

Uno de los temas de Esa mujer es el sentido de pertenenci­a entre los distintos miembros de los grupos clandestin­os que organizan la economía microscópi­ca del país. El concepto empleado es el de jianghu, cuyo significad­o alude a un sentido de hermandad, acaso una forma de asociación afectiva que poco lugar tiene en las coordenada­s históricas actuales. Que sus colegas participen como actores e interprete­n a los mafiosos, que padecen una nostalgia de una vieja forma de hermandad puede despertar suspicacia­s, pero sin duda Jia y el resto de los cineastas convocados aquí sienten afinidades y complicida­des propias de una generación que transformó el cine chino para siempre.

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