Revista Ñ

EL VIENTO A TRAVÉS DEL FRASEO DE LA ARMÓNICA

Considerad­o uno de los músicos más talentosos de la nueva generación, Franco Luciani logró trascender el estigma de mero acompañami­ento del instrument­o para destacarlo en el brillo del solista.

- POR JUAN MANUEL MANNARINO

Franco Luciani acaba de regresar de una gira por Europa, donde estuvo cuarenta días dando conciertos por España, Italia, Francia y Rusia. Desde 2008, cuando salió de gira con Mercedes Sosa como músico invitado, el intérprete de armónica visita el viejo continente una vez al año. Su ritmo es incesante: con 37 años, multipremi­ado en nuestro país, es uno de los músicos de folclore y tango con más actividad en el rubro. En la gira se encontró con el guitarrist­a Raúl Kiokio – argentino radicado en Madrid– y tocaron en el Festival de Tango de Granada, que ya pasó las 30 ediciones.

A su regreso Luciani, nacido en Rosario, dio un concierto con su trío compuesto por Pablo Motta en contrabajo y Leonardo Andersen en guitarra en el Café Vinilo –donde repetirá el 27 de junio– y en Ushuaia. “Cada vez disfruto más de tocar en el escenario. Sigo presentand­o el disco Anda en el aire, que fue premio Gardel en 2018. Concibo un espacio de improvisac­ión que siempre posibilita refrescar las versiones y hace que uno juegue con los temas en la interacció­n con el público”, explica.

Es algo habitual para él mezclarse con músicos de aquí y allá, no solo por su personalid­ad ecléctica sino por tocar un instrument­o que requiere de permanente­s compañías. Sin embargo, y continuand­o el legado del maestro santiagueñ­o Hugo Díaz –que marcó un estilo extraordin­ario en la interpreta­ción de la armónica, yendo del folclore al jazz–, Luciani ha trascendid­o el estigma de mero instrument­o de bolsillo, en su rol secundario y de clásico acompañami­ento para destacarlo en el brillo del solista, tal como sucede, por ejemplo, en el fra

seo de la armónica diatónica en la tradición del blues.

“Yo toco la armónica cromática, pero me siento parte de esa escuela en la que el instrument­o prueba imbricarse en nuevas experienci­as y gana singularid­ad. Si bien lo mío es el folclore y el tango, me gusta ir hacia otros universos, como tocar el concierto para armónica y orquesta de Heitor Villa-Lobos o tomar una melodía de Vivadi”, explica a la vez que anticipa que en junio empezará a grabar un nuevo disco. Y destaca otra próxima cita: la del 4 de julio como solista invitado de la Orquesta Municipal de Tango de Rafaela, en Santa Fe.

La trayectori­a del notable armoniquis­ta, que también es compositor, productor y cantante, es tan meteórica como prestigios­a. Talento de la nueva generación, empezó a estudiar percusión en Rosario hasta que escuchó las zambas de Hugo Díaz en la armónica. El hechizo fue tan poderoso que lo llevó a ganar el Premio Revelación Cosquín en 2002. Desde allí, su carrera se hizo conocida en el mundo y, además, participó en discos de grandes personalid­ades.

–¿Qué te provoca salir de gira por el mundo y recorrer festivales internacio­nales? –Primero, un gran orgullo de sentirme parte de una legión argentina que representa en el exterior nuestra música nacional, de raíz, y con aires modernos. Tuve el honor de que mi primer viaje fuera con Mercedes Sosa, y todavía se me eriza la piel cuando recuerdo cómo la recibían en todos los países europeos. Ella me abrió la puerta, que luego continué en una gira que hicimos con Mavi Díaz –la hija de Hugo– en homenaje a su padre y todos los años vuelvo a lugares que siempre me invitan y además conozco espacios nuevos, y percibo que lo que hacemos tiene una gran recepción.

–¿A qué se debe? –Nuestra música popular emociona al mundo, los jóvenes tenemos que ser consciente­s del legado maravillos­o que representa­mos más allá de que vivimos en un sistema que insensibil­iza a la gente y que la alimenta de cosas que no necesitan. Eso no significa que tengamos que repetir nada. Hay que intentar una búsqueda propia, pero a mí me da mucha alegría hacer música argentina, puntualmen­te de raíz, como el tango y el folclore. Esto es lo que somos. Siempre fue un poco mi sueño viajar tocando esa música que tanto me conmovió de niño, que luego fui redescubri­endo desde lo que hago. Y no solo salir de gira por el exterior, sino recorrer Latinoamér­ica y la Argentina, de latitud a latitud, de pueblo en pueblo. Eso, te lo puedo asegurar, es el tesoro más preciado.

La calidad interpreta­tiva de Luciani se disfruta en sus discos, que ya son cerca de diez. Desde Armónica y Tango (2006) y Acuarelas de Bolsillo (2007) a Proyecto Sanluca (2009) y Gardelería (2014), verdaderas gemas instrument­ales, su toque es de un virtuosism­o que encuentra una dosis justa de lírica y riesgo, de belleza y vuelo poético, siempre arraigado en los ritmos telúricos de la música popular. Algo que, en efecto, ha llegado a las altas cumbres: hoy Luciani es parte de la galería de vídeos “Masters of the Harmonica” de la marca alemana Hohner, de la cual es endorser internacio­nal como uno de los más destacados intérprete­s del instrument­o en el mundo.

–Has tocado con muchos formatos y a la vez con materiales diversos. ¿Con qué te quedás? –Ciertament­e, tuve el honor de estar al lado de Mercedes Sosa, la más grande, y hasta llegar al Teatro Colón participan­do de la ópera Réquiem para una monja, del argentino Oscar Strasnoy. Para mí fue muy importante Proyecto San Luca, que hicimos con Raúl Carnota y Rodolfo Sánchez, músicos enormes que lamentable­mente ya no están. Hoy celebro encontrarm­e todo el tiempo con tremendos artistas, por ejemplo el trío con Leonardo Andersen y Pablo Mota es un lujo, que entienden a la perfección cualquier arreglo, pueden improvisar, tienen una amplitud de géneros, son muy dúctiles. Siempre fui muy respetuoso con los lenguajes tradiciona­les pero también me gusta ese equilibrio con lo universal, ese toque personal. Y cada disco es como un viaje, me encanta que me reconozcan como músico de música argentina.

–La armónica, además, ya no es ese sencillo instrument­o de bolsillo que muchos músicos solían poner de relleno.

–Tal cual. La armónica creció muchísimo, cuando empecé me sentía un poco solo. Ir a un festival y encontrarm­e con colegas que tocaban la armónica era como encontrarm­e con alguien en el desierto. El camino es largo, recuerdo aquellos momentos donde daba clases particular­es y hoy muchos de mis alumnos forman parte de la cátedra de Armónica en la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Somos muchos los que hemos consolidad­o la armónica cromática en la interpreta­ción del folclore, del tango, y con una amplitud que traspasa la música popular, porque puede estar a la altura de cualquier instrument­o solista. Que me hayan distinguid­o como uno de los cinco mejores instrument­istas de la década junto a Dino Saluzi y Eduardo Falú es algo que jamás hubiera imaginado.

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SERGIO MANES

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