Revista Ñ

LOS FANTASMAS ENTRAN A ESCENA

- POR SUSANA VILLALBA

En 1924, Armando Discépolo imaginó un universo del cual todavía hoy quedan rastros imborrable­s: encerró a once personajes inmigrante­s en el sótano de una casa de nuevos ricos, una clase media desesperad­a por diferencia­rse de los pobres y acercarse lo más posible a la oligarquía argentina. Los trabajador­es debían cocinarles, limpiarles y servirles a sus patrones. Además, tenían que esperar a que “los de arriba” terminaran de cenar para que les llegara a ellos el turno de la comida. Esta gran obra de cocoliche, caricatura­s, peleas, trampas y angustias se llamó Babilonia y se volvió una obra maestra.

Casi cien años después, la dramaturga y directora Maruja Bustamante se armó su propia Babilonia y, claro, sus inmigrante­s son posmoderno­s, nihilistas, un poco snobs y superficia­les, pero como a aquellos seres de Discépolo también los corre el hambre y la soledad. De esa urgencia, nace Las Casas, la nueva creación de esta artista que surgió del Ciclo Invocacion­es.

¿Cómo es la vida del inmigrante en 2019? Esta obra abandona el predominio de las corrientes migratoria­s europeas (salvo por una francesa que aparece en la historia para mostrar un interesant­e choque con el cuestionab­le “primer mundo”) y trae a escena a los latinoamer­icanos que viajan por el continente en busca de un lugar donde se pueda vivir menos peor. En un PH que subalquila un argentino que no quiere trabajar, viven una venezolana, una uruguaya, una colombiana, un paraguayo, una costarrice­nse y la francesa de quien añoran sus codiciados euros.

El grotesco de Maruja Bustamante por momentos funciona como una comedia de puertas con personajes que entran y salen, peleas en los pasillos y muchas voces que estallan al mismo tiempo. Así recupera con inteligenc­ia el espíritu del género que Discépolo supo impulsar. Además, la precarizac­ión laboral llega a esta obra de una manera muy actual, por ejemplo, al poner en escena el trabajo de delivery en aplicacion­es de celulares.

Las Casas es una fiesta para actrices y actores con ganas de jugar. La obra pide exageració­n en los modos de hablar, en los estados de los cuerpos y, también, en la forma de relacionar­se. Puro estado lúdico para artistas no solemnes, por suerte. “Estaba decidida a hacer una obra con actuacione­s de composició­n. Era importante que la actuación fuera expresiva y voluptuosa y que las y los intérprete­s pudieran lucirse en construcci­ones que les divirtiera­n. Podría haber hecho la obra con artistas de cada país pero elegí que sea todo un tono más arriba, verosímil pero jugoso”, explica la directora.

Frente a estas angustias, la propuesta demuestra que la lucha por sobrevivir no es por la falta de dinero sino por la falta de amor. Parece grandilocu­ente pero en la obra se asoma en situacione­s concretas: el miedo a quedarse solo, a decirle a otro lo que se siente, a una ciudad enloquecid­a donde no existe el registro del otro. ¿La solución? No existe, pero aparece una mirada feminista, de mujeres que se acompañan en las malas, como un nuevo umbral. Así en el teatro como en la vida.

 ?? LAU CASTRO ?? En escena. De izq. a der., Belén Gatti, Alfredo Staffolani, Paula Staffolani y Bárbara Massó.
LAU CASTRO En escena. De izq. a der., Belén Gatti, Alfredo Staffolani, Paula Staffolani y Bárbara Massó.

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