Ensayo inmersivo en la cámara frigorífica
Al atravesar esas cortinas de pesados y anchos flecos plásticos, como en las extintas carnicerías, el ambiente se pone hostil. Refrigerada de manera artificial y pintada de negro, una sala de museo recrea el ámbito laboral de mujeres trabajadoras de la carne, pioneras en exigir igual salario por igual tarea. Sucede en Obreras, trabajo en el frigorífico y el barrio Saladillo, la muestra del Museo de la Ciudad Wladimir Mikielievich, de Rosario, que abraza un tema tan histórico como actual. Se caracteriza por el uso de montajes escenográficos, convirtiendo sus salas en cámara frigorífica, casilla de chapas o ámbito de una protesta gremial callejera.
En una sala introductoria, la exhibición delimita su contexto: en el sur rosarino, el barrio Saladillo tenía una vida propia de sesgo aristocrático de las afueras, hasta que allí se instaló la trasnacional estadounidense Swift en 1924, al borde del río. Este le ofrecía ventajas para la explotación del recurso natural, pero no solamente. La planta llegó a tener entre 10 y 12 mil trabajadores, entre los que las mujeres comenzaron a ser mayoría, con salarios más bajos y frencuentes situaciones de acoso. Resignificado con el tiempo, aquel barrio parece hoy esquivo a las definiciones de residencial u obrero, y la muestra lo resuelve con un mural de estética cómic en una pared y una propuesta participativa: que los visitantes dejen registrado en un post-it su vínculo con el barrio, convirtiendo la pared contigua en un mosaico flúo multicolor.
En la antesala a la cámara frigorífica –en franco contraste–, un fichero y un reloj reciben a los visitantes por el circuito en que las trabajadoras iniciaban cada jornada, extensa y marcada por la productividad. A las fotografías que confirman la presencia femenina en las largas mesas de trabajo, se suman las fotos de carnet que las muestran notablemente avejentadas a los 35 años. Se suman el ruido de las sierras y el zumbido constante del motor que mantenía frías las reses, sus derivados y a sus productoras. Breves testimonios, surgidos de entrevistas, hablan de acoso laboral, delaciones y trato servil. Unas pequeñas vitrinas exhiben la variedad de productos elaborados, desde embutidos hasta jabones..., y un ejemplar de la revista corporativa Swiftlandia fortalece su propio relato: la mujer en su rol familiar, lejos de la escena que le provocaba enfermedades (la brucelosis era la más frecuente) y muertes tempranas por agotamiento.
La muestra despliega recursos diversos, de múltiples fuentes: archivos fotográficos del museo local, de historiadores barriales, del Museo 1871 Berisso, que tiene la colección del Swift y elementos del museo Raúl Malatesta de Villa Gobernador Gálvez, también en Santa Fe. Otra sala recrea una casilla de chapa con braseros para cocinar y faroles de querosén. Y tiene una puerta que la comunica directamnete con una sala completa con los rastros de la organización sindical de las trabajadoras del frigorífico: pancartas que muestran sus reclamos: licencia por maternidad, jornadas de ocho horas, etc. y su vinculación con los episodios de relevancia nacional: la planta de Swift en Berazategui fue el corazón del movimiento obrero peronista. “Es una excusa para hablar de la explotación, la desigualdad de género, la pobreza, pero también el empoderamiento de las mujeres en términos personales que se logra a través del trabajo colectivo”, explicó la historiadora Laura Pasquali, investigadora del Conicet y al frente del equipo de curaduría.
Emblema de la muestra, el retrato de una de estas obreras es una pintura de Aldo Magnani, discípulo de Ricardo Sívori y Juan Grela, conocido como “el pintor de Saladillo”. La retratada es su mujer, Magda, quien dio la noticia de la muerte del pintor, a los 96 años, días antes de la inauguración, según contó Nicolás Charles, director del Museo.
La apuesta por las nuevas tendencias en museología para potenciar la experiencia del visitante, a través de montajes sensoriales, yafectivos, aquí no está reservada a propuestas lúdicas y ligadas al entretenimiento. Es un indicio. La sala frigorífica debería estar más fría, dice la investigación histórica que llegaba a 20 grados bajo cero.