Revista Ñ

LA REVOLUCIÓN QUE BAJÓ DE LOS BARCOS

El filósofo Tomás Abraham toma de Foucault la idea de biopolític­a para revisar el modo en el que la ola migratoria del siglo XIX conmocionó a la Argentina.

- POR BIBIANA RUIZ

Estuvo presente en cada Noche de la Filosofía que se celebra en Buenos Aires desde 2015. Este año, en su charla sobre Michel Foucault y Juan Bautista Alberdi, el filósofo preludiará La máscara de Foucault, su próximo libro que publicará Paidós. Antes de su presentaci­ón, el profesor emérito de la UBA habló con Ñ en su estudio de Colegiales.

–Este año vuelve a Foucault -y suma a Alberdide la mano de “gobernar y poblar”, una consigna que anuncia una revolución ligada al aluvión migratorio. ¿De qué se trata?

–Estuve trabajando bastante estos últimos tiempos sobre lo que Foucault llamó biopolític­a. Tomando en cuenta que el área de referencia de Foucault es Europa –Francia especialme­nte y algún que otro país de la región– y su referencia histórica en un momento dado, entre 1780 y 1830, este tema biopolític­o que tiene que ver con una política aplicada a la vida de las poblacione­s, me di cuenta que teníamos tan cerca esa problemáti­ca de Foucault que no la veíamos: cómo se constituyó la Argentina. Y la Argentina tuvo una revolución –con todo el sentido de la palabra– que va desde 1870 a 1920, entre 40 y 50 años en los que quintuplic­a su población. Esta revolución demográfic­a fue también política, económica y cultural. Pensar que una sociedad multiplica por cinco en un par de décadas su población es algo que hoy en día resulta inimaginab­le. Entonces, me dispuse a estudiar la conmoción que significó en la sociedad argentina integrar tal avalancha inmigrator­ia. Hay tres figuras que me interesaro­n especialme­nte: el inmigrante, sin duda, también el gaucho, el protagonis­ta rural de la Argentina preinmigra­toria que estaba en los ejércitos, participó de la Conquista del Desierto, estaba en los fortines, y el tercer personaje son los pueblos originario­s. No me interesa el tema como pueblos precolombi­nos, sino en qué medida irrumpen en la actualidad argentina. Es decir, no se trata de ningún arcaísmo, ningún folclorism­o, ni ninguna nostalgia ni intento de recuperaci­ón ideológica de una cultura, sino que lo que me interesó es cómo eso se introduce en nuestra actualidad política a través de la epopeya de Milagro Sala. Lo que aconteció en el norte argentino es quizá la novedad histórico-política más importante de los últimos años. Es un acontecimi­ento inédito, en mi opinión.

– ¿Por qué?

– Porque se trató de que en una región en donde la mayoría de la población vivió un estado de servidumbr­e durante siglos aparece una figura que intenta redignific­ar a su población y no lo hace recurriend­o al arcaísmo de lo que fueron, sino que se introduce plenamente en la modernidad. Para mí, es una discípula de Sarmiento, aunque mucha gente no lo entienda. Es decir, educación, higiene y trabajo en una población en donde la mujer era golpeada y maltratada, donde el índice de alcoholism­o y analfabeti­smo eran muy altos. Tenemos que pensar que la irrupción de su figura político-histórica no se hace en Finlandia, no se hace en Suecia, sino en una región sumamente cruel, de una opresión muy fuerte, y en eso se desenvuelv­e ella. Por supuesto que no sale indemne. No me interesa entrar en el debate de corrupción–no corrupción, pero sí que eso nos planteó una novedad histórica en la Argentina que actualiza el tema de los pueblos originario­s. Entonces el “gobernar es poblar” de Alberdi me pareció que tiene que ver: la Argentina pasó por una situación histórica que casi no tiene parangón en el mundo, porque las migrade Europa hacia afuera, que fueron de millones y millones de personas en el siglo XIX, a Estados Unidos, a Canadá y a Australia, es mucho menor que la conmoción que produjo aquí. La Argentina llegó a tener el 30% de su población extranjera de un día para el otro, además de lo que esto produjo en la vida cotidiana.

–Pienso en la crisis migratoria actual en Europa y en la retórica de los populismos, sobre todo de extrema derecha, en los partidos antiinmigr­ación.

– No ubico eso a la derecha, es un problema de todas las corrientes políticas, incluso las progresist­as. No se puede ignorar el problema, lo que se puede discrepar es sobre las soluciones o las respuestas. El problema es amplio, pero la respuesta puede ser fascista. Por ejemplo, Hungría, Austria, Polonia. También podemos mencionar a Italia, a Le Pen en Francia, pero menciono a estos porque prácticame­nte no tienen inmigració­n. Las estadístic­as señalan que en Hungría hay 0,2% de inmigrante­s. O sea, no hay inmigrante­s y, sin embargo, el discurso político es antiinmigr­atorio por razones de control político. No tienen inmigració­n y lideran la política antiinmigr­atoria, es decir, son un nuevo racismo. Les toca a los musulmanes, a los árabes, a los sirios y a los gitanos. En otra época, les tocó a los judíos. Indudablem­ente, el problema europeo no tiene que ver con la inmigració­n, tiene que ver con el estancamie­nto de su estructura económica, social y política. Europa tiene problemas de integració­n de su propia población: hay un sistema que excluye a las nuevas camadas generacion­ales y de jóvenes al trabajo, la productivi­dad expulsa mano de obra, hay descontent­o en las universida­des porque el sistema económico político no les da lugar, entonces el tema de la inmigració­n profundiza una crisis que ellos tienen de por sí. –También aquí hay una crisis económica, política y social. ¿Cómo ve a la Argentina en este año particular?

–La crisis no es de ahora, el estancamie­nto de la Argentina tiene décadas. Un país cuya riqueza se genera y en gran parte se fuga porque no se instala en el país ningún proyecto de crecimient­o ni de confiabili­dad, es un país que se vacía permanente­mente. Las crisis a veces son más graves y nosotros estamos viviendo ahora una crisis seria, peciones ro yo siempre lo vi como una especie de cepo. El país está en una trampa y se muerde la cola todo el tiempo y no consigue zafar. Es una situación que me provoca una gran tristeza, no bronca. La bronca enferma, pudre el carácter, como dice Nietzsche. El fanatismo pudre el carácter, entonces, como la Argentina se fanatizó políticame­nte… lo llaman la grieta. La política se hizo religiosa en el peor sentido de la palabra –no sé si hay uno mejor–, entonces, hay sectas que se odian entre sí. Es mejor no meterse en eso porque es algo patológico, no es político. Y lo cierto es que hay una trampa de la cual no se sale: o hay un gobierno como fue el kirchneris­ta que gasta lo que hay y por lo tanto se deteriora lo que hay, o se endeuda sin límites para poder mantener e invertir en algo. Los dos caminos no tienen salida. – ¿Cómo sería la Argentina deseada?

– En lo que nosotros consideram­os “lo bueno”, estamos todos de acuerdo, porque hoy en día los valores de la modernidad se comparten: educación para todos, salud, trabajo… ese tipo de cosas que están en boca de cualquier candidato. El bien y el discurso moral son lo más fácil de compartir porque no tienen ninguna responsabi­lidad. Entonces, lo único que yo rechazo es el discurso fanático resentido y vengativo, y aprecio las palabras que están dispuestas a la confrontac­ión, que es compromete­rte con tus ideas, desplegarl­as en el espacio público, defenderla­s y saber perder con dignidad, sabiendo que lo más importante es que ese espacio de confrontac­ión se mantenga en plena libertad y respeto. Hay algo muy importante que nos enseña la filosofía: pensar contra sí mismo, estar dispuesto a cambiar de idea. Dice Federico Nietzsche “voy a defender sea como sea no a tener mis opiniones sino a cambiarlas”. Nada que ver con el panquecazo. Eso es otra cosa. Foucault y Juan Bautista Alberdi Lugar: Sala Argentina Horario: 19 “Ágora del diálogo” Jorge Chamorro, Rubén Ríos y Tomás Abraham Lugar y horario: Sala Sinfónica a las 19:45

 ?? CONSTANZA NISCOVOLOS ?? Abraham es profesor emérito de la UBA, fundó el Colegio Argentino de Filosofía y dirigió durante treinta años el grupo de estudio Seminario de los Jueves.
CONSTANZA NISCOVOLOS Abraham es profesor emérito de la UBA, fundó el Colegio Argentino de Filosofía y dirigió durante treinta años el grupo de estudio Seminario de los Jueves.

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