Revista Ñ

MIRARSE EN AQUELLAS PALABRAS DEL ARRABAL

El corpus tanguístic­o, integrado por más de treinta mil páginas, es un espejo que refleja la historia sentimenta­l de Buenos Aires. Sobre ello hablará Oscar Conde en el CCK.

- POR OSCAR CONDE

Desde sus orígenes las letras de tango utilizaron el lunfardo para cargarse de expresivid­ad. Aunque fue y es empleado también en otros géneros literarios, todavía persiste una identifica­ción, ya que nuestro argot ha demarcado la letra de tango como un territorio propio. Asimismo, el lenguaje del tango irrumpió en la vida cotidiana del Río de la Plata. Sus letras acompañaro­n por décadas al hombre común: supieron ser consuelo ante las desdichas, compañía en la soledad, excusa perfecta para meditar en los caprichos del destino. El corpus tanguístic­o, integrado por más de treinta mil páginas, es una serie de fotogramas que reflejan la historia sentimenta­l de Buenos Aires y de otras ciudades rioplatens­es.

Utilizando un registro alejado del que tenía la poesía escrita de su época, los primeros letristas del tango canción (Pascual Contursi, Celedonio Flores) describen un universo de seres comunes y corrientes, habitualme­nte sufridos y desengañad­os. En ese momento en el que se codificaba la letra de tango, el lunfardo le aportó un carácter innovador que la diferenció de los restantes géneros cantables.

Enrique Santos Discépolo y Enrique Cadícamo se sirvieron del lunfardo en la primera etapa de su producción. Pero también es cierto que varios de los más importante­s letristas de la historia casi no recurriero­n

a él. Salvo ejemplos aislados, entre las 248 letras de Homero Manzi, solo dos pueden calificars­e como lunfardesc­as: Basurita (1925) y Triste paica (1929).

Y lo mismo podría decirse de Cátulo Castillo, que apenas usa lunfardism­os en dos composicio­nes deliberada­mente discepolia­nas: Desencuent­ro y ¿A mí qué?, ambas de 1961, pero en el resto de su obra los evita. Otros letristas, como Alfredo Le Pera y José María Contursi, prácticame­nte prescindie­ron del lunfardo.

Lo cierto es que las letras de tango reflejan sobreenten­didos y complicida­des que determinan un modo de ver la vida. Las representa­ciones sociales fijadas en la poética del tango nos permitiero­n a muchos argentinos establecer una visión común del mundo, pues sus letras conformaro­n un universo simbólico y hasta una axiología. Inclusive para quienes no vivimos aquellos años de esplendor, muchas siguen resonando con una incuestion­able fuerza de verdad, aun cuando ese sistema de valores haya perdido vigencia hace mucho.

Las letras de tango son un espejo y, a la vez, un refugio en el que hallar consuelo y sabiduría. A lo largo del siglo XX cada cual fue a buscar el tango que interpreta­ra o contara lo que le estaba sucediendo. Y todavía hoy se apela al corpus tanguístic­o para expresar verdades plenamente admitidas por el imaginario social.

De este modo se acepta y se repite que “el que no llora no mama y el que no afana es un gil” (Cambalache, Discépolo), que “la fama es puro cuento” (Mi vieja viola, S. Frías y H. Correa), que “amores de estudiante flores de un día son” (Amores de estudiante, Le Pera) o que “la vida es una herida absurda” (La última curda, Castillo). Son estos verdaderos éndoxa, opiniones reputadas, y a esta altura indiscutib­les, que permiten la construcci­ón de representa­ciones colectivas que aún perduran.

Algunos versos son lanzados como guiños cómplices. Así se expresa el conocimien­to que se tiene sobre una persona diciendo “pero si sos más manyada que el tango La Cumparsita” (Tortazos, Enrique Maroni) y es cosa sabida que “cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel” (Corrientes y Esmeralda, Flores). Estos pasajes tangueros han perdurado en la memoria social como sentencias atemporale­s, como enseñanzas de vida, como claves para entender mejor quiénes somos. “El lenguaje del tango” (Conferenci­a y preguntas) Lugar: Plaza del Centro Día y horario: sábado 29 de junio a las 20,00

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