De padres e hijos y de la falta o exceso de amor
Amélie Nothomb. Una de las escritoras más célebres en lengua francesa explora los miedos, milagros y errores en las relaciones filiales.
Alrededor de la figura de Amélie Nothomb ha ido creciendo un mito que no es necesario conocer para leer sus libros y que, sin embargo, como todo mito de autor, parece la condición necesaria para que esa obra puntual se produzca: nadie que no fuera ella podría escribir estos libros.
La mitad de las entrevistas que le hacen son como interrogatorios incrédulos acerca de su forma de vida. Dice Nothomb que se despierta a las tres y media de la mañana y a las cuatro está escribiendo. Lo hace, muchas veces, en una oficina que dispuso para ella la editorial que la publica, Albin Michel, un cuartito sin ventanas en el barrio de Montparnasse. Escribe durante cuatro horas, interrumpe para comer algo y luego le dedica cuatro horas más a la composición de correspondencia manuscrita. “Necesito, para soportarme, un mínimo de cuatro horas diarias de escritura creativa y cuatro o cinco horas más de escritura de cartas. Si no me atengo a esa disciplina, entro en proceso de autodestrucción. No puedo fallar ni un día”, dijo, en un tono melodramático, algo dark, que la define como personaje romántico, frágil, a destiempo.
Así, Amélie Nothomb (hija de una familia belga, que pasó su infancia entre China y Japón y que hoy es una escritora francesa) escribe todos los años cuatro libros, siempre breves, objetos al borde de la nouvelle, y luego llega el momento del sacrificio, en el que lee la cosecha del año y selecciona solo uno para publicar, como un relojito, en septiembre, para la rentreé. El resto de los textos los guarda pero jura que nunca los va a publicar, aunque no se anima a dar el paso que dieron otros autores de su estirpe: quemarlos.
Sus lectores se cuentan de a miles en todo el mundo, y no es necesariamente porque esta mitología personal haya calado hondo en la sensibilidad de nuestros días o porque ella aparezca en las tapas de todos sus libros en más de 40 idiomas, sino porque los textos que escribe producen un efecto hipnótico difícil de explicar. Su imaginación es al mismo tiempo extraña y cercana; su prosa es al mismo tiempo profunda y ligera; los autores que cita pueden ser de culto y populares; sus tramas son atrapantes e insignificantes. ¿Cómo se puede hacer todo eso, junto, sin que el artefacto no colapse, sin que la estructura no se desarme? A Nothomb le lleva cuatro libros por año y ocho horas de escritura diaria alcanzar ese pequeño milagro: 150 paginitas anuales en las que ese equilibrio es posible.
Golpéate el corazón, publicado en Francia en 2017 y en español ahora, trabaja sobre uno de los tópicos favoritos de la autora: las relaciones entre padres e hijos (hit universal si los hay). Esta vez sigue la vida de una niña desde que nace hasta sus 35 años, en una relación terrible con su madre que luego tendrá su versión de espejo invertido con una profesora de la universidad. La tesis dramática del libro podría ser esta: los padres siempre producen un daño sobre los hijos, ya sea por falta o por exceso de amor, y no hay demasiado remedio. Así, cuando se dice que Amélie Nothomb es una escritora “oscura”, quizás lo sea no por la ropa que usa, no por incurrir en géneros como el terror, sino por abordar justamente los miedos que todos tenemos, los que anidan en el día a día de nuestras vidas de padres e hijos, de amantes y de amigos. ¿Qué pasa si estamos haciendo todo mal? ¿Qué pasa si nunca terminamos de ver nuestros errores?
A esta altura de los acontecimientos, ya resulta estéril decir que un nuevo libro de Nothomb es “bueno” o “malo”. Eso sucede con algunos artistas de producción constante y sostenida cuyo sistema empieza a ser más amplio que cada una de sus piezas (Woody Allen, César Aira, etc.). Lo que producen es una melodía, un tono, una vibración: a esa música se la oye o no se la oye.