Totalitarismo azteca y violencia preñada de mal
Literatura mexicana. De trama previsible pero de sarcasmo eficaz, se reedita una novela anticipatoria de Antonio Ortuño.
La editorial Planeta ha lanzado la colección Bordes, que presenta autores latinoamericanos poco conocidos en nuestro país, siguiendo el tradicional circuito que parte del país de origen, pasa por España y después llega al resto de Latinoamérica. Antonio Ortuño es autor de varias novelas y libros de cuentos y fue distinguido en 2010 por la revista británica Granta como uno de los autores jóvenes más importantes en lengua española.
El buscador de cabezas es su primera novela, data del año 2006, y narra el ascenso al poder de un régimen totalitario en un México distópico a través de un periodista corrupto con fantasías filo fascistas: “Uno de los principales errores de la violencia es su carácter provisional, su condición inconclusa. Los fuertes, aún en su predominio, corren el riesgo de ser mordidos por los débiles mientras no los exterminen, pero nadie suele tener estómago para aniquilar a nadie”, escribe Alex Faber en una tradición en la que se puede rastrear a Dostoievsky, Easton Ellis o Jim Thompson.
Faber es un ex skinhead paradójico, compendio de flaquezas físicas y morales, hijo de una próspera familia progre –término peyorativo en la novela– que por puro resentimiento hacia su misma clase y entorno se pone al servicio de la campaña electoral que llevará al poder al movimiento de extrema derecha Manos Limpias, desde el periódico El Futuro.
La novela –muy bien narrada– abunda en frases contundentes, de un sarcasmo y cinismo altamente eficaz para llevar adelante una trama algo previsible sobre el final pero correcta y atractiva en la que la violencia y el horror paulatinamente se espiralizan. Faber oscila entre lealtades contrapuestas: el poder, los amigos o el amor, mientras desciende a la abyección personal y conserva alguna perspectiva de redención.
A modo de comentario o fundamentación, ofrece reflexiones éticopolíticas y pistas cultas que brindan cierto espesor conceptual, a riesgo de redundar con la acción: “Los corazones blancos gustan mancharse las manos de rojo. Nada como una buena causa para hacer pasar un mal rato a
un vecino o a quien sea. Nada como las buenas intenciones para promover el crimen. Todo bien está preñado de mal”.
Leída como novela de anticipación –tal vez, haya que buscar allí las razones de su reedición– El buscador de cabezas acierta en los métodos seguidos para acceder al poder en nombre del orden en Occidente, tanto en la década del 30 como en la actualidad: generación de caos, rechazo a los partidos políticos tradicionales, nacionalismo esencialista, racismo, xenofobia, etc.
Todo está allí, con diez años de adelanto tanto a la tendencia como a los métodos que en la actualidad se despliegan en Europa y en los principales países del mundo. Pero falla en lo particular: en el proceso que ha seguido México, y la falta de descripción de los motivos y poderes reales detrás de estas estrategias.