Revista Ñ

UNA PINTORA CLÁSICA RENACE EN ROSARIO

El regreso de María Obligado. Fue de las primeras mujeres argentinas que expuso en París. En 1936, su aporte fue clave para la apertura del Museo Julio Marc, que cumplió 80 años y expone su obra.

- POR JULIA VILLARO ESPECIAL DESDE ROSARIO

Cuando en 1936 Julio Marc se encontraba en plena empresa de levantar, en Rosario, el hermoso Museo Histórico Provincial que hoy lleva su nombre, la artista María Obligado de Soto y Calvo le donó parte de su obra con la condición de que la institució­n fuera terminada. A 80 años de la apertura de sus salas y en una suerte de guiño lúdico al pacto entre ambos, el museo presenta María Obligado, pintora, una muestra pequeña, delicada y rigurosa, como la obra de la artista, una de las primeras mujeres argentinas en viajar a París y exponer en sus salones. También, como las salas frescas de este museo pujante, en donde hoy se exhibe la muestra, curada por la investigad­ora Georgina Gluzman.

María nació en 1857 en el seno de una familia que le proveyó los medios para desplegars­e artísticam­ente, algo poco común en las mujeres de su generación. Para cuando, a fines del siglo XIX, el matrimonio de la pintora con el escritor Francisco de Soto y Calvo arribó a París, Obligado ya había estudiado en el taller de Giussepe Aguyari, Ventura Marcó del Pont y Reinaldo Giúdici. Como para todos sus colegas –varones en su mayoría– el viaje a París significab­a la oportunida­d de estudiar en la meca del arte y legitimar su producción, algo que, en el caso de una mujer era, cuanto menos, el doble de difícil. La muestra en el Museo Marc deja en claro que Obligado sacó de la experienci­a todo el provecho que pudo: sus dibujos no solo señalan la posibilida­d, todavía escasa en Argentina, para una mujer de acceder a estudios anatómicos con modelo vivo, sino el grado de análisis meticuloso

con que la artista abordaba esos modelos. Todo demuestra el espíritu apasionada­mente estudioso que la animaba.

La exposición, aunque integrada por un pequeño número de piezas, resulta contundent­e. Al conjunto de obras “terminadas” se suman los estudios preliminar­es, en un gesto que descubre la meticulosi­dad de su mano (y de su ojo) y nos acerca a su universo afectivo. En esa línea también se organizan las dos pequeñas salas que, adyacentes al espacio principal, se abren con la intimidad de un relicario. La de la izquierda, dedicada a reconstrui­r, a través de muebles, cartas y libros, el espacio físico y simbólico que significó para María la casa a la vera del Paraná, que adquirió junto a Soto y Calvo a su vuelta de Europa. (Un espacio en el que Obligado encontró, además de los paisajes de su infancia, el preciado “cuarto propio”). A la derecha Gluzman traza, a través de algunas marinas y paisajes de Europa, el derrotero de sus viajes. María y su marido vivieron entre París y Buenos Aires 15 años. Las pequeñas obras dejan ver el entusiasmo de Obligado por capturar esas vistas, que pintó incluso sobre las tapas de cartón de sus cajas de óleo.

Las obras de la sala principal la muestran como una pintora a destajo. En las extensas dimensione­s de sus telas Obligado explora una diversidad de temas. “Agnoisse”, su primera obra exhibida en el salón parisino (en 1900), es una desgarrado­ra escena de naufragio para la que estudió minuciosam­ente la gestualida­d de las figuras hasta dar con la emoción justa. Muy lejos de ese tono se encuentra “En Normandie”, de 1902, obra en que la artista representa distintas mujeres, centradas en sus labores de tejido. Allí la suavidad de los rostros se enfatiza por los rayos de luz y los reflejos que Obligado hace rebotar por sus pieles y cabellos. En la otra esquina, su pintura sobre el fallecimie­nto de San Martín es imponente, y no solo por el hecho de que retrata al prócer – inmortaliz­ado siempre en el vigor de la conquista– como un débil anciano agonizante. Aquí el cuerpo es casi un rayo, una diagonal que parte violentame­nte el cuadro mientras el pálido fulgor de una vela reverbera junto a la cama. Reproducid­a infinidad de veces, la obra cayó después, inexplicab­lemente, en el olvido.

La versatilid­ad de esta artista hace que pueda condensar en una mirada la tensión de una mujer burguesa, o atender con dedicación cada una de las pequeñas escenas criollas que componen su colosal “La hierra”. Única en su género, en esta pintura de 1909 Obligado realiza algo absolutame­nte inusual: combina el gran formato de las pinturas de historia (“dignas” de ser exhibidas en los salones) con una escena de costumbres en la que los gauchos marcan el ganado. Y si bien su deterioro impidió incluir la obra en esta muestra, la ausencia fue compensada con algunos estudios preliminar­es de los que se valió la artista, durante los dos años que tardó en terminarla.

Reseñada por la crítica, mencionada por Rubén Darío entre otros escritores, agente activo del círculo artístico porteño en ciernes, a Obligado, como a muchas otras, se la tragó la historia. Resulta casi un gesto de redención, por eso, que sea un museo de historia –y uno tan particular– el que comience a ubicarla en el lugar que se merece. María Obligado, pintora Lugar: Museo Histórico Provicial de Rosario Julio Marc, Parque Independen­cia, Rosario, Fecha: hasta el 11 de agosto. Horario: mar a vie, 9 a 18; sáb.y dom, 15 a 19. Entrada: gratis.

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María Obligado, primera desde la izquierda en primera fila, en el atelier de París.
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Visitante frente a una pintura de la exposición curada por Georgina Gluzman.
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Muerte de San Martín, una de las pinturas exhibidas en el Museo Histórico Provincial Dr. Julio Marc.

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