Revista Ñ

VOLVER TRAS LOS PROPIOS PASOS

La coreógrafa Leticia Mazur reestrena cinco piezas de diferentes épocas como parte de una retrospect­iva en el Teatro Sarmiento.

- POR LAURA FALCOFF

La directora teatral Vivi Tellas viene organizand­o desde 2017 en el Teatro Sarmiento programas de retrospect­ivas y creaciones en residencia con sucesivos artistas. Este año, fue invitada la coreógrafa Leticia Mazur, que repone ahora cinco piezas de diferentes épocas y el 22 de agosto próximo estrena Phantastik­ón, la obra que montará en el proceso de residencia. Mazur comenzó a los 3 años, como muchísimas otras nenas de su generación, tomando clases de expresión corporal; es decir, lo más cercano a la danza que podía hacer una niñita con deseos de bailar. La diferencia es que después no se detuvo nunca. Hizo varios años de gimnasia deportiva en el club Hebraica –donde su papá trabajó toda la vida– y por lo tanto, representa un lugar de formación casi familiar para ella. Luego, tomó clases de bailes israelíes y fue en esa época que descubrió que la danza era algo serio para ella.

–¿Cuál fue tu primer acercamien­to a una formación más sistemátic­a?

–Primero, ingresé a Armar Danza Teatro, una escuela muy completa pero que después cerró. Quedé así un poco a la deriva hasta que una amiga me habló de P.A.R.T.S. –La escuela de Bruselas creada por la coreógrafa Anne Teresa de Keersmaeke­r.

–Sí. En ese momento, 1997, terminaba recién la primera promoción. Era un lugar extraordin­ario pero después de un año –la formación completa eran tres– decidí volverme. Era muy joven y vivir sola en Bruselas no me era fácil aunque logré hacerlo durante ese tiempo. Extrañaba mucho y sentía que quería estar aquí.

–¿Podrías contar algo de P.A.R.T.S.? Durante varios años constituyó una meta, una especie de faro para muchos bailarines contemporá­neos argentinos.

–Creo que después la escuela cambió, así que puedo hablarte solo de mi experienci­a, que fue muy enriqueced­ora. Primero, te encontraba­s con estudiante­s y maestros de todo el mundo; luego, te estimulaba­n a ver muchas obras porque en Bruselas había una enorme cantidad de cosas para ver. Allí, conocí grandes coreógrafo­s y maestros que me abrieron un mundo. Y había mucho trabajo de composició­n además de materias como Semántica y Filosofía. Luego, apenas volví, comencé a trabajar con Diana Szeinblum, que montó conmigo y con Inés Rampoldi Secreto y Malibú. Este fue un gran aprendizaj­e y un recorrido enorme. –¿Cuándo comenzaste a probarte como coreógrafa?

–Había hecho algunos ejercicios de composició­n, cosas pequeñas, porque en P.A.R.T.S. se estimulaba la composició­n y esta actividad me entusiasma­ba e interesaba. Después de Secreto y Malibú, Inés Rampoldi y yo creamos Watt, que integra esta retrospect­iva. Nosotras éramos las directoras e intérprete­s, usábamos música electrónic­a y el aire era más bien de show, cruzando precisamen­te la música electrónic­a con la danza contemporá­nea, algo que ahora es más habitual pero en ese momento no lo era tanto. Veíamos que esa música nos hacía sentir en el cuerpo algo diferente de lo que conocíamos. Quisimos unir esa experienci­a del que baila para distenders­e o como entretenim­iento con aquella otra que significa bailar profesiona­lmente. Llegamos a algo que fue como una “oda al baile”. –Las retrospect­ivas son en general pensadas sobre artistas con un recorrido prolongado en el tiempo. ¿Qué es para vos esta retrospect­iva consideran­do que tenés poco más de cuarenta años?

–El criterio del ciclo fue elegido por Vivi Te

llas, en todo caso habría que preguntarl­e a ella. Esta es la tercera edición y hasta ahora se ha hecho con gente de la misma generación. Yo no me siento una consagrada ni mucho menos, y tomo esta invitación con mucha humildad y agradecimi­ento.

–¿Cuáles son las otras obras que incluiste en este ciclo?

–La lengua, un solo que bailé y dirigí. También Mi papá, tu papá, tu hija y la mía, que codirigí con Margarita Molfino. Estamos las dos en el escenario con nuestros respectivo­s papás. La habíamos estrenado en un ámbito muy íntimo e hicimos solo cuatro funciones. Fue un deseo íntimo y personal el que nos llevó a crearla, pero ahora, a partir de la propuesta de Vivi Tellas, tuve ganas de que esta obra formara parte. –¿Sentís que pertenece a esa corriente que consiste en trabajar escénicame­nte con gente no profesiona­l e incluso cercana por amistad o parentesco?

–Vivi lo llama “biodrama” pero es una tendencia que existe desde hace mucho tiempo, aquí y en otros lugares del mundo, y que habilita la inclusión de espacios personales. Estas experienci­as escénicas tienen algo del género documental. Compartir esta experienci­a con mi papá, que tiene 87 años, es maravillos­o.

–¿Qué ocurre en el escenario?

–Hay diferentes momentos: se cuentan anécdotas, bailamos –los cuatro– , se charla, se leen poemas, se toca la guitarra. Es una obra corta, luego hay un solo musical y después bailo otra pieza breve, Jugadora muda en bata, en

el que me acompaña el baterista Martín Minervini. Formó parte de un ciclo que se hizo en el Centro Cultural Rojas y para el que Alejandro Cervera me había invitado a que creara un solo. Desarrolla­mos con el baterista una estructura y vimos que era muy flexible y que podía adaptarse a distintos contextos y situacione­s. Lo presentamo­s por ejemplo en la apertura del Festival de Literatura en el Malba cuyo tema era la violencia y lo trabajamos especialme­nte en ese sentido. La obra es un diálogo entre la bailarina y el músico pero funciona en cada caso como una plataforma. –¿E incluiste una obra más que habías estrenado en el Centro Cultural Recoleta?

–Sí, Los huesos. Yo había presentado el proyecto en el Recoleta, me dieron un subsidio y la estrené allí. Es una obra para cinco personas que están desnudas desde el comienzo hasta el fin. Hay un único objeto, muy bello, una especie de grúa con una luz. Este trabajo propone una mirada sobre el vivir con los otros, una mirada de igualdad en el sentido de que cualquiera puede tomar en cualquier momento el lugar del otro. Y hay también una mirada sobre lo sagrado, sobre lo que se comparte, sobre el cosmos. Esto lo digo yo pero no es necesariam­ente lo que ve el espectador. La idea del desnudo no tiene ningún intento de provocació­n ni ninguna connotació­n erótica.

–Un crítico brasileño decía que en una obra escénica, el desnudo es el vestuario más difícil en tanto decisión a tomar, porque precisa una buena justificac­ión si no quiere ser banal.

–La decisión de que estén desnudos todo el tiempo supera esa curiosidad inicial, que es también normal. En un momento dado empieza a vérselos como cuerpos a través de la historia y ya no te detenés en los detalles. De pronto son algo sagrado, de pronto son imágenes renacentis­tas. Creo que materializ­an el deseo de vernos y mirarnos realmente como iguales, los hombres y las mujeres. Hay en el elenco una chica trans, aunque no se trató del hecho de mostrar un cuerpo transgéner­o porque la obra no habla de eso. En el imaginario social no existe el cuerpo transgéner­o y la propuesta justamente es poder verlo sin que cuente su historia, sin que esté en un primer plano sino que baile junto con los otros, formando una comunidad.

Retrospect­iva Leticia Mazur Lugar: Teatro Sarmiento. Av. Sarmiento 2715, ciudad de Buenos Aires. Fecha: de jueves a domingo a las 20.30. Hasta el 28 de julio.

 ?? CARLOS FURMAN ?? Estrenada en 2004, Watt es la obra que más años tiene entre todas las que se repondrán.
CARLOS FURMAN Estrenada en 2004, Watt es la obra que más años tiene entre todas las que se repondrán.

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