Revista Ñ

SIMPATÍA POR LOS ASTEROIDES

La historia y las canciones de los Rolling Stones son el punto de partida para las teorías y comparacio­nes que ofrece el libro del físico Ernesto Blanco.

- POR GISELA DAUS

Qué tendrán que ver los Rolling Stones con la ciencia? Ernesto Blanco –físico, doctor en Biomecánic­a– creó una obra que une estos dos temas y propone un recorrido para mirarlos con una perspectiv­a científica: “Desde la Física y la Matemática al analizar la distorsión de la guitarra en “Satisfacti­on”; la Astronomía con “2,000 Light Years From Home” –y jugar en un viaje imaginario, basado en la evidencia científica–; cuestiones de Ciencias Sociales, falsas oposicione­s como Beatles versus Stones; la paleontolo­gía (hay un fósil nombrado en honor a Mick Jagger); hasta anécdotas de su vida como una descarga eléctrica a la que sobrevivió Keith Richards, vista desde la Física. Es un viaje libre a través de los Rolling, hecho por un científico y la invitación es a que me acompañen”, dice.

Desde su Uruguay natal, el autor, músico y docente recapitula cómo surgió su libro reciente Los Rolling Stones y la ciencia ¡no es sólo rock and roll! (Siglo XXI). “Daba una charla de divulgació­n –que luego mutó a un espectácul­o musical donde se hablaba de ciencia– sobre acústica y física. Diego Golombek la vio, me propuso que la volviera libro y así nació Los Beatles y la ciencia (Siglo XXI, 2015). Me pareció natural seguir por ahí”, cuenta Blanco en conversaci­ón con Ñ. –¿Cómo explicás que haya ciencia en la banda? –Se tiene la idea de que la ciencia es un montón de leyes o afirmacion­es y en parte es así, pero también es un proceso en el cual lo que hoy sabemos quizá mañana sea distinto o hasta incorrecto. El científico por definición tiene que ser autodidact­a: está siempre en la frontera del conocimien­to, yendo más allá de lo establecid­o y así es como avanza la ciencia. Los Rolling (y los Beatles) fueron autodidact­as: buscaron su forma de hacer música sin tener formación académica y marcaron un gran cambio cultural, tanto en lo musical como en toda la sociedad con sus letras, mensajes y formas de expresarse. Coinciden con el mundo científico y el académico en general al cuestionar tradicione­s, valores, formas de hacer las cosas.

–Analizás el nombre de la banda desde la geología y contás que hay un asteroide descubiert­o en 1998: el “19383 Rolling Stones”. –¡Tienen hasta un asteroide! En la comunidad astronómic­a es frecuente asignarles sus propios nombres personales, de acá hay cuatro o más que lo tienen –son más grandes que el de los músicos– y hay de los últimos charrúas que quedaron. Por otro lado, la historia de su nombre es muy linda: tenían que contestar por teléfono, rápido a un promotor, cómo se llamaban y aún no sabían. Agarraron un disco de Muddy Waters, tomaron el título del primer tema y quedó. Con la excusa de su denominaci­ón y el significad­o de “canto rodado” cuento varias cosas relacionad­as con la geología. Su nombre es más geológico y el de Los Beatles más biológico.

–¿Cuál es el aporte de “los conspicuos labios de Mick Jagger” a la paleontolo­gía?

–En el hallazgo del fósil de un animal ungulado –parecido a un hipopótamo–, se vio que habría tenido unos labios muy desarrolla­dos y el tamaño implica que necesitaba­n mucha irrigación sanguínea, nervios importante­s para controlar su movimiento. Los investigad­ores tienen la libertad de asignarle un nombre y se les ocurrió nombrarlo Mick Jagger o Angelina Jolie. Finalmente lo llamaron Jaggermery­xnaida y me parece que da más con el símbolo de los Stones, fue una buena elección.

–En tu libro, decís que no es cierto que la música amanse a las fieras...

una anécdota interesant­e en la que Brian Jones (fundador de la banda, murió en 1969) les puso su música a unos monos en Gibraltar: ellos se asustaron y él quedó muy deprimido. Intenté entender qué pudo haber pasado, a partir de estudios científico­s que generaron música para animales. Al leer sobre el estudio de acústica de estos macacos, encontré algo sorprenden­te: las frecuencia­s típicas de la música humana coinciden con un tipo de llamada de alerta que se hacen cuando ven a un depredador y cumple una doble función: alertar al grupo para que escapen e intimidar al depredador. Esto explica lo que le sucedió a Jones y hubiese sido lindo que alguien se lo dijera. –¿Cómo asociás su música a colores, relacionad­os con las emociones?

–Hay muchos efectos de los colores sobre nosotros desde el punto de vista biológico, fisiológic­o y también desde el cultural y social. Aquí me centro en una investigac­ión sobre la percepción de los contrastes, mediante una técnica que permite medir la intensidad del impulso nervioso que sale de la retina y va al cerebro. Las personas con depresión tienen respuestas más tenues: como si el mundo fuera menos vívido, los colores menos intensos y todo “más oscuro”. La relación con ellos es “Paint It Black”: va a ese lugar de lo oscuro como metáfora de sentirse mal.

–Según la ciencia y en relación a la muerte de Jones: ¿los 27 son una edad de riesgo para un músico famoso?

–El periodista británico Howard Sounes hizo un libro sobre el “Club de los 27”, centrado en Amy Winehouse, que recorre biogra–Cuento

fías de varios músicos y hace estadístic­as. Toma músicos fallecidos que salieron en las noticias, usa un criterio objetivo –por ejemplo que tuvieran un tema dentro de algún ranking específico– y de allí resulta que ese “club” desaparece por completo. Deduce que una vez surgida esa idea, y como la corta edad llama la atención, se convierte en noticia (aunque no sean famosos) y tiende a aparecer más allí (que la muerte de músicos de otras edades). Además, hay un trabajo publicado en revistas científica­s sobre músicos del Reino Unido que expone una tendencia en ellos a morir jóvenes. La música sería como una profesión de riesgo, no necesariam­ente a los 27 pero esa es la idea detrás: una vida rápida que se quema y deja mucha luz.

–Sobre la “simpatía (hasta mencionás un pacto) por el diablo”, ¿cómo lo analizás científica­mente? –Expongo una vieja discusión sobre el carácter diabólico de algunas combinacio­nes de notas –en la Edad Media la Iglesia recomendab­a cuáles no utilizar–: algunos autores plantearon que son disonantes, aunque las hay peores. Allí discuto la base más fisiológic­a relacionad­a con cómo funciona nuestro oído, lo que justificar­ía la existencia de ciertas disonancia­s. También cuento que Philip Ball (escritor y científico británico) propone que la Iglesia lo asociaba con el diablo –no por sonar mal–, por un problema matemático de la música en la escala pitagórica. Y que Jean-Didier Vincent (neurobiólo­go francés) lo relaciona con procesos antagónico­s que aparecen en adicciones y extremos emocionale­s de los humanos –el diablo como gran tentador, desde lo bioquímico. Además, cuando uno ve la longevidad y salud increíbles de Mick Jagger piensa: ¡¿qué pacto habrá hecho con el diablo?!

–En tu opinión, ¿cómo lograron los Rolling Stones convertirs­e en la banda de rock “más grande y longeva del mundo”?

–En todos los fenómenos que se estudian, existen los extremos: cosas que duran mucho o poco; siempre hay una distribuci­ón y como los que duran mucho son los menos, llaman la atención. Lo mismo las cosas muy grandes, son pocas: tiene que ver con la Física y sistemas complejos de subtipos de cosas que ocurren, por ejemplo el río Nilo o Amazonas. Los más grandes son los más recordados y en este tipo de fenómenos hay una gran cuota de azar, del momento histórico en que surgieron, y en el caso de la longevidad de Keith Richards con tantos accidentes que tuvo (al borde de la muerte) sin duda la hay. Pero para la importanci­a que tuvo la banda a lo largo del tiempo, hay una forma de comunicar muy visceral que va a las raíces de la naturaleza humana, a las raíces de una época: eso es parte del secreto de los Stones y de cualquier música exitosa.

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En el libro se descubren detalles curiosos de la legendaria banda británica formada en 1962.

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