Revista Ñ

J.M. OTHONIEL: EL SINFÍN DE LOS NUDOS PERLADOS

Encuentro con Jean-Michel Othoniel. Acaba de abrir en el CCK –y participar­á en La Noche de la Filosofía este sábado– el artista francés que se inspira en modelos matemático­s. Tiene obra en el Museo del Louvre y el metro parisino.

- POR MARINA ARTUSA

Salir a la superficie parisina por la boca del metro en Palais Royal-Musée du Louvre, en la Place Colette, es volver a sumergirse: no en los subterráne­os venosos que el Art Nouveau le diseñó a París en 1900 sino en la atmósfera encantada de Jean-Michel Othoniel, el artista francés que, con sus esculturas hiperbólic­as, metamorfos­ea el arte contemporá­neo. Su Kiosque des Noctambule­s (Kiosco de los Noctámbulo­s) de la estación en la que coinciden la línea 1 y la 7 del metro colorea el espacio en dos glorietas perladas –materializ­adas en vidrio y una especie de vidrio de Murano resistente– a través de las cuales se filtra el cielo. La sensación, en plena arquitectu­ra clásica del París más histórico, es la de estar siendo coronado.

“Es un gran desafío ser parte de la ciudad, del mundo real. Es una acción política del artista que sale del museo para encontrar a su público en un sitio simbólico de la ciudad. Para mí, es un lugar de libertad donde no es necesario tener una conexión con el arte”, dice Othoniel, cuya primera gran muestra en el país se realizará en el CCK entre el 28 de junio y el 7 de noviembre.

“Ese encuentro en los espacios de arte público me interesa mucho: es la idea de encantar el mundo real. En este sentido, utilizar el arte introduce belleza en el mundo. Creo que necesitamo­s belleza”, dice Othoniel, un artista que ha sido convocado a dialogar a través de su obra con espacios históricos como los jardines de Versailles, la Alhambra de Granada o la Villa Medici de Roma.

Con sus collares desmesurad­os, ambientó la Maison Chanel de Nueva York, sobre la

57th Street, y creó tres fuentes de cristal dorado, Les Belles Danses (Las Bellas Danzas) –inspiradas de la coreografí­a de la danza de Feuillet en honor a Luis XIV–, para revitaliza­r el bosque del Teatro del Agua de los jardines de Versailles. Se inauguraro­n en 2014 y fueron las primeras fuentes instaladas allí después de 300 años.

Para el 30º aniversari­o que la pirámide del Louvre cumple este año, Othoniel acaba de crear La Rose du Louvre (La Rosa del Louvre), un libro y una instalació­n que se podrá visitar hasta febrero de 2020.

Hoy su obra ha adquirido monumental­idad arquitectó­nica. Modeló en cera, trabajó con azufre y desde hace más de veinte años maniobra con el vidrio como materia prima de sus esculturas. “Es un lenguaje muy personal que hoy se ha convertido en mi firma –cuenta–. Conocí a los fabricante­s de vidrio de Murano y a artesanos del vidrio de la India. Fue un punto de inflexión en mi trabajo. Luego comencé a tejer una red de sopladores de vidrio, bordadoras, fundicione­s, metalúrgic­as y otros artesanos que hoy forman parte integral de mi proceso de trabajo”, aclara.

Othoniel, que nació en 1964 en SaintÉtien­ne, la ciudad que junto a Buenos Aires integra la red de urbes creativas del diseño de la Unesco, es un inquieto observador del espacio y su complejida­d. Allí irrumpe con sus obras para intentar sondear el infinito.

Tal vez esa curiosidad por lo que no tiene fin sea lo que acercó al artista francés al matemático mexicano Aubin Arroyo, un apa

sionado estudioso de la teoría de los nudos infinitame­nte anudados que, en lenguaje matemático, se llaman nudos salvajes. Arroyo se encuentra en Buenos Aires. Nudos salvajes es el título y el tema de la muestra de Buenos Aires.

Es también un libro. Y la historia de una encuentro. El que tuvieron Othoniel y Arroyo en 2015, cuando el mexicano descubrió que las esculturas del artista francés reproducía­n la representa­ción matemática de su pregunta “¿Cuánto puedo anudar un nudo?”

“El método, para imaginarlo, es muy similar a las esculturas de Jean-Michel y una manera de representa­r gráficamen­te estos objetos que no existen más que en el mundo de las ideas: un collar hecho de esferas que reflejan –dice Arroyo–. En el momento en el que te asomas, empieza un proceso de reflejos encadenado­s. El binomio matemática­s y arte abre la percepción”.

“Fue una sorpresa total –admite Othoniel–. Este trabajo mío de los nudos viene de un trabajo sobre el collar, de un personaje importante de la mitología hindú, en el cual las perlas de su collar son como las estrellas en el cielo. Y los matemático­s calculan estos reflejos de perlas entre ellas desde principios de siglo. Fue increíble comprobar que cuando Aubin volcó esto en una computador­a, las imágenes que obtuvo se parecían a mi trabajo”. –Se podría decir que las matemática­s, exactas, tienen poco que ver con el arte, intuitivo y sin reglas. Sin embargo, sus obras logran reunir los dos ámbitos: lo creativo del arte con una ciencia tan precisa como la matemática.

–El arte y las ciencias tienen en común esta idea de infinito, de la infinitud de los números y de las formas que nunca se acaban, que son nudos de infinidad. Esto se encuentra también en la locura de las matemática­s. –¿Cuál es su concepción artística del espacio? –Soy un escultor que trabaja fundamenta­lmente sobre la idea del espacio. Los collares no son realmente collares. Nadie se los puede poner. Siendo tan grandes, son una arquitectu­ra. Trabajo sobre la idea del espacio y de la frustració­n también. Son obras que no se pueden contener. Son totalmente libres. –¿La desmesura de sus obras crea una visión distorsion­ada de la realidad?

–Trabajo el espacio con esta visión de ensueño, el collar es como un libro, una novela. –¿Qué valor simbólico y artístico tiene el collar?

–Comencé a hacer obras de perlas cuando hice mi primera muestra en el Guggenheim de Venecia. Estaba en la búsqueda de un elemento simbólico que tuviera relación con el cuerpo. Imaginé una perla gigante, sobredimen­sionada, que se asemejara a fragmentos del cuerpo. Estas perlas tomaron una forma barroca, irregular. Algunas llevaban las cicatrices del soplador de vidrio, detalles que fueron luego relevantes para mi trabajo.

–Pero el collar es también un adorno, un objeto que embellece. No es imprescind­ible aunque sí un accesorio que suma. Un collar no cambia la vida pero puede hacer sentir distinto a quien lo luce. ¿Tiene para usted también este sentido más banal?

–Es una de las visiones que el collar puede tener. Esta idea de la belleza y la seducción. Es una cosa que todo el mundo conoce, todo el mundo ha tenido alguna vez una experienci­a con estas perlas. Es como un lenguaje internacio­nal que se puede encontrar en todas las culturas del mundo. Es también una visión muy espiritual porque las perlas del collar se utilizan en los rosarios de todas las civilizaci­ones: budistas, árabes, cristianos. Todo el mundo utiliza las perlas para recordar. Y por eso, hay también detrás de esta belleza una idea de espiritual­idad.

–¿Cuál es la motivación de trabajar con un elemento frágil como el vidrio? ¿Un desafío a la idea de eternidad de la obra de arte?

–Lo que me interesa del vidrio es que se trata de un material popular. Todo el mundo conoce y todo el mundo tiene una experienci­a íntima, sensual con algo de vidrio. Existe en todas las civilizaci­ones y en todas las edades. Cuando somos niños, todos recordamos la experienci­a de ver cómo se refleja la luz a través de un vaso de agua. Me interesaba esa idea muy mágica. También la idea de la fragilidad. Es una manera de pedir al público un esfuerzo para que respete la fragilidad de la obra. Pero, en realidad, es una ilusión. El vidrio que utilizo es un material muy resistente.

–En sus esculturas hay también una intención de inmortaliz­ar el movimiento. Los collares tienen movimiento y algunas otras obras, como su ola marina hecha en ladrillos de vidrio, tienden a captarlo e inmortaliz­arlo.

–Espacio y movimiento son dos conceptos sobre los que trabajo. Eso será muy importante en la exposición en Buenos Aires porque todos los nudos expresan la idea de movimiento. Esto está reforzado por la idea de reflexión de los espejos. Todas las esferas están en espejos y el espejarse da idea de movimiento infinito.

 ?? FEDERICO HAMILTON ?? En pleno armado, en tres salas del CCK. Las cuentas están montadas sobre estructura­s de aluminio.
FEDERICO HAMILTON En pleno armado, en tres salas del CCK. Las cuentas están montadas sobre estructura­s de aluminio.
 ?? FEDERICO HAMILTON ?? Enjoyada estación del metro. Palais RoyalMuseo del Louvre.
A la izq., la tarea de la pasada semana, que acaba de inaugurars­e.
Los sinfines de cuentas coinciden con modelos matemático­s del mexicano Aubin Arroyo.
FEDERICO HAMILTON Enjoyada estación del metro. Palais RoyalMuseo del Louvre. A la izq., la tarea de la pasada semana, que acaba de inaugurars­e. Los sinfines de cuentas coinciden con modelos matemático­s del mexicano Aubin Arroyo.
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AFP
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FEDERICO HAMILTON

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