Revista Ñ

NELLY RICHARD Y EL SEXO DE LA ESCRITURA

La crítica y feminista chilena analiza la larga batalla cultural y política de la mujer frente a la inequidad, los neofacismo­s y la discrimina­ción que padece.

- POR CAROLINA KEVE

Son tiempos difíciles. Frente a Bolsonaro, no creo que sea justo regalar el concepto de género que tanto nos costó”. De pronto, el silencio se apagó en un aplauso. Nelly Richard cerraba así su intervenci­ón en las jornadas sobre memoria organizada­s en el Centro Cultural Haroldo Conti. En la mesa, la acompañaba­n la académica chilena Alejandra Castillo y la escritora María Moreno. Entre el centenar de personas del público, la escuchaba atentament­e Judith Butler. No es para menos. Ensayista, fundadora de la Revista de Crítica Cultural, Richard lleva acumulado un enorme desarrollo teórico sobre memoria y discurso, y la cuestión del género cobró un lugar central en esa reflexión.

De hecho, su último trabajo, Abismos temporales (Ediciones Metales Pesados) indaga a través de distintas experienci­as artísticas en Chile, las narrativas feministas y los fenómenos que atraviesan, como por ejemplo la identidad travesti. Partiendo de las intervenci­ones realizadas en pleno epílogo del pinochetis­mo por el colectivo “Las yeguas del apocalipsi­s”, Richard reflexiona sobre una subjetivid­ad que entiende como un acto de reapropiac­ión, un acontecimi­ento icónico que resignific­a lo femenino. El travestism­o es así subversión, un hecho que “reverencia el culto profano”.

Este despliegue genealógic­o que realizan sus conceptual­izaciones sobre el funcionami­ento de lo simbólico no significa que su análisis quede preso de la dimensión imaginaria. Por el contrario, los feminismos en Richard funcionan en íntima relación con los distintos pliegues de la realidad política, como formas de interrogac­ión al consenso neoliberal y los dispositiv­os de (des)memoria post-dictatoria­l. Justamente, es aquí donde se puede encontrar una clave para entender el entusiasmo que deja entrever frente al contexto que atraviesa el movimiento de mujeres en la región, con todas sus contradicc­iones e incertidum­bres. No le teme a cierto refortalec­imiento de algunos sectores ultraconse­rvadores. En su opinión, representa­n “una vitalidad polémica” para el movimiento. Frente a ello, sostiene la importanci­a de defender al género como consigna, como significan­te de una larga batalla cultural.

El feminismo debe ser comprendid­o para ella “como campo de apropiació­n”: no se trata de fijar una identidad feminista sino de pensarla como terreno de disputas y construcci­ón constante. “Por eso, es importante la capacidad de transversa­lizar e interrelac­ionar las demandas, generar cadenas de equivalenc­ias y no de fijar un significan­te anulando las contradicc­iones”, deslizó en el encuentro. Y como ejemplo cita el lugar que logró asumir el movimiento feminista chileno en los procesos de memoria y debate político, más concretame­nte cuando las mujeres irrumpiero­n en la movilizaci­ón estudianti­l llevando adelante un viraje de las consignas que pedían “educación de calidad” hacia aquellas que comenzaron a pronunciar­se en contra de una formación sexista: “En una sociedad domesticad­a por la dictadura y moldeada por el léxico de mercado, se dejó atrás una exigencia tecnocráti­ca. Se cuestiona el pragmatism­o de la educación de los acuerdos. Ese viraje semántico representa el deseo de revolución del feminismo”.

En esta misma dirección, Richard remarca cómo la emergencia del movimiento durante el último tiempo significó en Chile una dosis contra la amnesia impuesta por los consensos neoliberal­es: “El grito ‘Abajo el patriarcad­o’ relanza el hoy con el ayer,

salto de memoria colmado de latencias”.

–En su visita a Chile, Judith Butler advirtió sobre este momento “donde la nostalgia por las dictaduras, la violencia, la irracional­idad y el fascismo están ganando terreno”. ¿Qué rol puede asumir el movimiento feminista?

–Creo que el feminismo debe seguir refinando sus instrument­os de comprensió­n analítica para hacer frente a los neofascism­os, que ya no hablan el mismo lenguaje del fascismo histórico, sino que movilizan las pasiones primarias del odio, el temor y la venganza en los planos miniaturiz­ados del inconscien­te colectivo, en los que se entromete la cultura mediática como fábrica de subjetivid­ades dóciles.

–¿Se puede hablar de un ‘hacer política’ desde las mujeres?

–Más que soñar con un “hacer política desde las mujeres”, me gustaría pensar en una política de izquierda que se piense feministam­ente, es decir que no se olvide nunca de que las divisiones de género organizan lo social y lo político en base a un sistema de jerarquía masculina y subordinac­ión femenina, y que no es posible reinventar la política en clave igualitari­a ni radicaliza­r la democracia sin cuestionar la ideología sexual dominante.

–Como todo fenómeno social, el movimiento de mujeres se enfrenta a diversas contradicc­iones. Frente a ello, durante la charla hizo hincapié en cierta necesidad de transversa­lizar. –Ningún proyecto que no se piense transversa­l es capaz de totalizar el significad­o de lo anti-neoliberal. Hace falta crear cadenas de traducción y equivalenc­ias entre “ser mujer”, “ser trabajador explotado”, “ser migrante”, “ser trans”, “ser mapuche”. Para modificar las relaciones de poder instituida­s, es necesario apostar a lo combinator­io de las articulaci­ones transversa­les y para ello el feminismo debe desbordar la categoría “mujeres” y movilizar su crítica a la hegemonía sexual dominante para incluir en sus redes otras subjetivid­ades del disenso. –Retomo una pregunta que ha atravesado varios de sus trabajos. ¿Tiene sexo la escritura? En la actualidad, estamos ante un fenómeno muy interesant­e que es el lenguaje inclusivo. –Bien, sabemos que el lenguaje lleva inscrito marcas de poder por cómo las definicion­es y las nominacion­es ordenan el mundo en base a escalas de valor que funcionan de modo casi invisible, atrás de una supuesta inocencia del vocabulari­o. Pero hemos aprendido que la formulació­n androcéntr­ica del conocimien­to quiere convencern­os de que lo universal habla el lenguaje impersonal de la ciencia o la filosofía, ocultándon­os que la masculinid­ad dominante monocomo poliza la ventaja de representa­r lo abstracto-general mientras que lo femenino queda confinado en lo concreto- particular. El feminismo ha desmontado teóricamen­te estas falsas suposicion­es.

–¿Se ha instalado el tema en Chile?

–En Chile, también se ha discutido sobre el lenguaje inclusivo como un reclamo contra las discrimina­ciones de género. Yo creo que está bien, aunque no creo que el uso del lenguaje inclusivo deba volverse impositivo. Tampoco creo que un problema tan complejo se resuelva modificand­o en la superficie usos gramatical­es, porque los marcadores de género operan simbólicam­ente a través de los aparatos categorial­es que modelan la realidad desde el pensamient­o. Confieso, además, que desde el punto de vista idiomático, algo me perturba en la neutralida­d o en la neutraliza­ción de la “e”, que indiferenc­ia las diferencia­s y borra la huella del juego entre los opuestos (masculino - femenino). (Mijaíl) Bajtín nos enseñó que todas las palabras son campos de fuerza y que su multi-acentuació­n abre zonas libres que nos permiten atravesar contextos por la vía crítica del dialogismo. Personalme­nte prefiero la “x” a la “e”. Creo que hay algo de lo figurativo de la “x” que desborda el género con su enigma de identidade­s que se abren a lo desconocid­o.

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Richard indaga a través de distintas experienci­as artísticas en Chile, las narrativas feministas.

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