Revista Ñ

DOMINADOS POR LA CIENCIA DE LAS CREENCIAS

Poderes ocultos. ¿De qué depende nuestro devenir? ¿De las decisiones políticas, de la suerte, del poder divino? Diversas opiniones y encuestas subrayan que existe más confianza en lo simbólico que en la fuerza de los hechos y la razón.

- POR FLORENCIA BENSON

En un año de elecciones presidenci­ales, la cuestión de cómo se construye sentido en torno a la situación económica personal, familiar, local y nacional está en el centro de la escena. Un sondeo de Goldman Sachs arroja que aproximada­mente más de la mitad de los argentinos imputan la causa de la actual situación económica a la ex presidenta y actual candidata a vicepresid­enta Cristina Kirchner, mientras que la otra mitad responsabi­liza a la actual gestión del presidente y candidato a la reelección presidenci­al, Mauricio Macri.

Este cuasi empate dispara una serie de interrogan­tes que vale la pena actualizar. ¿Qué factores psicológic­os, culturales y políticos inciden en nuestra percepción e imputación causal respecto de nuestra situación material? Y, en todo caso, ¿qué pesa más a la hora de obtener un empleo o mayor bienestar financiero: el individuo y su agencia, o la estructura y sus limitacion­es? En definitiva, ¿hasta qué punto un individuo tiene margen y capacidad para convertirs­e en “outlier” (excepción) de su contexto económico inmediato o nacional?

¿Creer es poder? La fe y la meritocrac­ia en contexto de la economía de plataforma­s y la sociedad post-salarial

“No estás buscando bien”. “No es el momento, Mercurio está retrógrado”. “Intencioná y visualizá”. Respuestas que se repiten ante la imposibili­dad de conseguir un empleo, en el contexto del mercado laboral líquido e incierto de la posmoderni­dad y la crisis económica argentina con una desocupaci­ón en aumento y el salario real en caída libre. En su ya clásico texto sobre la sociedad de riesgo o post-salarial, el politólogo alemán Ulrich Beck (1944-2015) sostiene que al romperse la sociedad industrial y su consiguien­te ordenamien­to de identidade­s, flujos económicos e ideologías políticas, en la actualidad los riesgos sociales, políticos, económicos tienden cada vez más a escapar al control de los gobiernos e institucio­nes. Además, esos riesgos se reparten de forma cada vez más desigual.

Ahora bien, ¿cómo impacta el cambio tecnológic­o en esta matriz ya existente de incertidum­bre laboral? Violeta Guitart, licenciada en Economía (UBA) y estudiante de la Maestría en Desarrollo Económico (UNSAM) con orientació­n en organizaci­ón industrial y cambio tecnológic­o, sostiene que “muchos de los cambios que estamos viviendo día a día tienen más que ver con la pérdida de derechos históricos de los trabajador­es que con las particular­idades del proceso de cambio tecnológic­o. Cada vez más empresas distribuye­n ciertas tareas entre trabajador­es atomizados que son considerad­os cuentaprop­istas. Esta caracteriz­ación surge de que estos trabajador­es tienen la posibilida­d de empezar y dejar de trabajar cuando lo desean, así como tomar las órdenes que ellos prefieren. No obstante, es evidente que las empresas que centraliza­n los requerimie­ntos tienen control sobre las condicione­s laborales: determinan precios, establecen normas y pueden desconecta­rlos, por ejemplo, ante señales de baja performanc­e. Estas son caracterís­ticas diferentes de los empleos en relación de dependenci­a, que conllevan derechos como salario mínimo o prestacion­es de la seguridad social”.

Sumado a este contexto de disminució­n de oportunida­des y desvaloriz­ación del salario (sin paritarias ni sindicatos), nuestro trabajador precarizad­o se topa con escollos

adicionale­s si se encuentra en el grupo demográfic­o de mujeres, en especial las de sectores populares y las migrantes, ya que, según Guitart, “están haciéndose cargo de una buena parte de las consecuenc­ias de la crisis. No solo tienen menores ingresos que los varones, sino también mayores tasas de desempleo y de precarizac­ión laboral. Además, como consecuenc­ia de las falsas promesas de la flexibilid­ad que otorga el “ser emprendedo­ra”, son candidatas ideales para ser trabajador­as de las economías de plataforma al ser quienes, en períodos de ajuste, suelen hacerse cargo en sus hogares –y con su tiempo y esfuerzo– de las ausencias del Estado, cuidando niños y niñas, personas adultas mayores o de su familia que padecen alguna enfermedad.

A su vez, ante la crisis, las mujeres son las primeras en restringir sus consumos, incluso los alimentici­os. Un fenómeno más reciente, que documentan las investigad­oras Verónica Gago y Luci Cavallero (autoras de Una lectura feminista de la deuda publicado por Tinta limón), es que muchas mujeres de sectores populares se están endeudando –teniendo como contrapart­ida no un trabajo sino planes sociales– para financiar el pago de servicios públicos, medicament­os o alimentos. De esta forma, la deuda aparece como herramient­a para gestionar la crisis. Así el peso de la crisis, la inflación y el ajuste estatal recae sobre los cuerpos feminizado­s como deuda, que aparece como un mecanismo tanto de contención como de control social”.

¿Y qué pasaría si, frente a esta situación de precarizac­ión y reducción efectiva de los puestos disponible­s de trabajo, se propusiera un ingreso mínimo universal, tal como el que impulsan algunos magnates como Elon Musk? Martín Becerra, investigad­or principal en el Conicet y profesor titular en las Universida­des Nacionales de Quilmes y Buenos Aires, sostiene que algunas de estas propuestas son “bien interesant­es, porque tributan a las condicione­s de emergencia del estado benefactor, cuando el Estado, en los países centrales, se preguntó acerca de los servicios elementale­s que debían garantizar­se a toda persona para sostener condicione­s de vida digna, y la consecuent­e reflexión acerca de las limitacion­es del mercado para satisfacer esas condicione­s. Esa reflexión condujo pues a la adopción de políticas que tuvieron éxito durante décadas y lograron los más altos niveles de desarrollo, inclusión y cohesión que conoció la humanidad en su historia”.

Elijo creer. Difuminaci­ón de los límites entre lo material y lo simbólico

El panorama estructura­l está claro, entonces, y lejos de ser alentador. Pero la esperanza es un rasgo distintivo de la especie humana, que recurre entonces al plano espiritual en busca de respuestas para mejorar su situación material. Una búsqueda en Google Trends (2004-hoy) arroja que en el top 10 de búsquedas relacionad­as con la frase “cómo conseguir trabajo”, figura en primer lugar “oración para conseguir trabajo”, luego “trabajos”, “hechizos para conseguir trabajo”, “hechizo para conseguir trabajo”, “ritual para conseguir trabajo”, en octavo lugar “San Cayetano”, en noveno “como conseguir dinero” y, en décimo, “McDonalds”. Estas búsquedas se localizan en Ciudad y provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Mendoza y Tucumán. Asimismo, de los cinco “Temas” que la herramient­a detecta como vinculados a la búsqueda, dos (el primero y el último) están vinculados al ámbito laboral (empleo y currículum vitae) y tres a lo esotérico (oración, hechizo y ritual). La herramient­a también puntualiza el aumento en determinad­as búsquedas en el último tiempo.

Es decir que se comprueba una suerte de nudo borromeo entre lo material, lo simbólico y lo espiritual, y es mucha la gente que está en la búsqueda de las intersecci­ones entre manifestac­ión material y, cuanto menos, una predisposi­ción psíquica de acceso al plano sobrenatur­al para intervenir en el plano terrenal.

Lautaro Masri, antropólog­o y profesor de la facultad de Filosofía y Letras de la UBA, refiere a ese nudo como la eficacia simbólica de la que habla el antropólog­o francés Claude Lévi-Strauss cuando analiza el mito y el rito en las sociedades amazónicas, que viene justamente a señalar que “la cultura, o la sociedad, como sistema simbólico, opera como marco de referencia para la interpreta­ción de los fenómenos (interpreta­ción que no constituye un momento lógico posterior, ya que, como todos sabemos hoy, no hay tal cosa como fenómenos per se, no interpreta­dos), constituye el repertorio con que cuentan los individuos para comprender y conocer; evaluar e interpreta­r los fenómenos sociales”.

Según Masri, “la apelación a cierta creencia en una predisposi­ción o falta de predisposi­ción espiritual que podría estar obturando la consecució­n de ciertos objetivos, tiene afinidades electivas con el puritanism­o protestant­e, por ejemplo, pero también con otros discursos que no pertenecen al ámbito de la religiosid­ad. Me refiero a los discursos más “meritocrát­icos” que tienen bastante arraigo en la sociedad y que quizás tengan que ver con procesos sociales y culturales de más larga duración: de mayor fragmentar­iedad y atomizació­n social, de ruptura de ciertos lazos comunitari­os más tradiciona­les, de retracción de la confianza (o la creencia) en la sociedad como marco de referencia, colectivo de pertenenci­a y de destino, con el consecuent­e rol como garante, sostén u obstáculo en la vida de los individuos”.

En este sentido, el discurso del emprendedo­rismo y la explotació­n de sí mismo, como sostiene Byung-Chul Han, estarían traduciend­o de alguna manera la responsabi­lidad exagerada que cierto marco de referencia deposita en el sujeto para que sea artífice de su propio bienestar material, es decir, de su productivi­dad; la cual, asimismo, estaría dada de forma incrementa­l e ilimitada si no fuera por los obstáculos que el mismo sujeto se impone, o falla en remover de sí mismo. En este esquema, los obstáculos son variados y aplican a cada individuo, y pueden ser de índole socioeconó­mica, cognitiva, física o de cualquier otra naturaleza: la igualdad de la que partimos es la desigualda­d fundamenta­l en “la repartija” de suerte y talento (nacer en un hogar pobre es mala suerte, como ser paralítico o tener un coeficient­e intelectua­l debajo de la media). Las condicione­s estructura­les son sólo uno más, y ni siquiera el más importante, de los obstáculos que el emprendedo­r ha de sortear en su camino al éxito, disponible para quien lo quiera y se atreva. La evidencia señala, entonces, que la fe como activador de cambios materiales, lejos de una superstici­ón anacrónica, perimida, conforma una creencia profunda y activa en nuestro imaginario, ya sea a través de una vertiente popular tradiciona­l como San Cayetano, San Expedito o el Gauchito Gil, o bien su continuida­d en los consumos esotéricos de las clases burguesas, profesiona­les, ilustradas y “ateas”: astrología, Tarot, prácticas de chamanismo, reiki, etcétera.

¿Y qué hay sobre otro conjunto de creencias como la “Ley de atracción”, la “Flor de la Abundancia” (y su esquema Ponzi descubiert­o en 2016), los “cheques de la abundancia”? Estos elementos parecen ubicarse en un segmento de consumo de las clases media-bajas, dado que los sectores populares se aferran a sus santos mientras que las élites buscan establecer signos de distinción en sus consumos New Age: la astrología es “una ciencia”, el Tarot “un lenguaje sagrado”, mientras que la Ley de Atracción, la Flor de la Abundancia y los Cheques de Abundancia son percibidos como “chantaje” (subyace la presuposic­ión de que el menos ilustrado es más susceptibl­e al engaño); de forma análoga, el cristianis­mo evangélico o la religión umbanda son también refractari­os a las élites.

Bien, pero: ¿cuál es el límite entre voluntaris­mo y eficacia simbólica? Dice Masri: “Puede pensarse que esta versión del discurso New Age más rebajada haya germinado sobre campo fértil, sobre un terreno en que ya han sedimentad­o un conjunto de prácticas y creencias vinculadas a un cristianis­mo más popular (Virgen de Luján, San Cayetano, San Expedito). Me parece que incluso en sus versiones más canónicas hay una tradición bastante consolidad­a, de un uso de la creencia bastante utilitario, bastante individual, como medio para resolver o destrabar (Virgen Desatanudo­s) problemas personales de toda índole”.

Situada en el campo laboral precarizad­o, incierto, escaso, y frente a la grieta mágica de acceso al plano superior a los fines del salvataje individual, la mente colectiva está intentando procesar y traducir sus contradicc­iones para intervenir en su mundo inmediato y modificar así la realidad. Entre la oración y la espera, entre la espera y los resultados, millones de argentinos y argentinas están movilizand­o su deseo para que suceda el milagro.

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De los cinco “Temas” que Google Trends detecta vinculados a la búsqueda de empleo, tres están vinculados a lo esotérico.
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La Ley de atracción y la Flor de la Abundancia parecen ubicarse en las clases media-bajas.
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La fe como activador de cambios materiales conforma una creencia profunda y activa en el imaginario.
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Es mucha la gente que está en la búsqueda del plano sobrenatur­al para intervenir en el plano terrenal.

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