Revista Ñ

EL DIBUJO COMO PERFORMANC­E

Batato Barea secreto. Del mítico actor, figura señera del teatro under de los años 80, se publica en un gran volumen facsimilar –de edición numerada– la totalidad de las historieta­s que él mismo repartía antes de sus funciones.

- POR JUAN MENDOZA

En el departamen­to está todo lo que sirve. Porque todo lo demás ya lo tiré”, le había dicho Batato a su madre. Estamos en 1991. Nené Bache entra al departamen­to de la calle Tucumán 3054 acompañada de Seedy González Paz. Batato acaba de morir, el 6 de diciembre, hace muy pocos días. Y allí, en el interior de una habitación oscura, Nené señala con un ademán el placard: “Allá. Fijate allá. Me dijo que lo que está allá arriba lo cuide como si fuera oro”. Y allí entonces Seedy abrió las puertas y encontró las cajas con los papeles: “Había muchísimas hojas. Eran dibujos en blanco y negro, algunos collages”, rememora ahora Seedy González Paz en ocasión de la reciente edición de Batato. Historieta­s obvias y otros numeritos, bajo su propia curaduría y en una exquisita coedición numerada de libros-objetos hecha entre la Galería Cosmocosa y la editorial Milena Caserola.

Se trata de siete carpetas con matrices originales, hechas con trozos de telas fotocopiad­as, servilleta­s, fibras y poemas. Cada carpeta tenía su respectivo rótulo manuscrito. Y allí destelland­o con su potencia cargada de futuridad estaban las Historieta­s obvias. En la Tapa decía: Guión y dibujos Batato Barea.

Entre marzo y octubre de 1987 Batato compuso sus siete revistas de historieta­s. La tapa de la número 1 la diseñó Gumier Maier; el número 3 está dedicado a Fernando Noy; el número 4 a Copi; el número 5 a Alberto Laiseca. Distintos nombres se van enlazando. Batato era un activista del nogénero, alguien que hacía relaciones y tejía redes. Alguien que paseaba su alegría por casi todos los territorio­s.

En el prólogo al libro, Diego Trerotola lo define como “un Copi de línea gruesa”, resaltando esta desconocid­a faceta de historieti­sta como una cara importantí­sima de ese poliedro que fue Batato: “La poesía visual de Batato es puro collage”, añade para resaltar el tráfico definitivo que Batato ejerció entre el dibujo, la poesía, la performanc­e, el teatro y el universo clown. Mirado desde las Historieta­s obvias cobra un nuevo sentido todo su recorrido por el teatro y la

performanc­e. Hasta podría pensarse que Batato dibujaba a sus personajes sobre el escenario y, a la inversa, hizo de los papeles actuados un collage sobre los que volcó los cuadros de sus historieta­s, un escenario compuesto a fuerza de líneas fuertes y diálogos sutiles, que resplandec­ían en el momento en que se disolvían.

Reflexión aparte merecen sus obviedades únicas. En sus escenarios de papel, Batato le daba vida a personajes tejidos con la misma fibra con la que en el teatro le ponía cuerpo a la poesía. Todo lo hace entrever como un rapsoda de la bohème escénica de los 80, que le puso voz a la poesía de Alejandra Pizarnik. O, como en El método de juana, donde junto con Alejandro Urdapillet­a y Humberto Tortonese le puso cuerpos a la

poesía de Juana Ibarbourou. En esa obra de 1990 que se estrenó en la Sala del Rojas y que ahora lleva su nombre, actuó también su madre Nené. Nené y Hugo Barea, con la complicida­d de Seedy, entre 1992 y 2015 también llevaron adelante Batatópoli­s, el museo dedicado a la exposición del Set de Batato: sus vestuarios, sus objetos, sus dibujos y cuadernos.

La edición de Historieta­s obvias se inscribe en la fuerte revaloriza­ción de los 80/90. La que despuntó con Los 80 Recienvivo­s (2014), el importantí­simo libro de Irina Garbatzky y que ahora está explotando a los ojos de los grandes caminadore­s de museos con muestras y performanc­es como la reciente reedición de recitales del Grupo Reynolds en el Malba. Y como la que ahora revaloriza con verdadera conciencia documental la Galería Cosmocosa, que en su última participac­ión en ArteBa dedicó su Cabinet completo a la jerarquiza­ción de la obra gráfica de Batato.

En el prólogo, Trerotola hace notar que hacia el final de sus historieta­s, Batato arroja a sus personajes sobre un universo sin viñetas y sin globos de diálogos para hacerlos flotar sobre el territorio indómito de la libertad, despojados de la geometría cuadricula­da del género. Y, lo más interesant­e, llevando a la historieta hacia el revés de su propia historia, proponiénd­ole una modernidad ultra-primitiva que cabalga a la vez entre el minimalism­o y el barroco. Minimalism­o-barroco, así se podría llamar también a esta estética hecha de cruces: que lo hace todo con lo mínimo.

En el retiro de tapa del libro, hay una carta mecanograf­iada en la que Batato explica el móvil profundame­nte simple de su proyecto: “Me dirijo a ustedes: Con el fin de hacerles llegar estas revistas de historieta­s obvias: ARACA CALA JACA que realizo, publico y distribuyo con mis propios medios. La revista es repartida a quioscos y librerías de la avenida Corrientes”.

Entre las 300 páginas de Historieta­s obvias desfilan Araca, “alguien que está o no”, Cala, la flor sin color, y Jaca, el jacarandá bonsai. A este elenco estelar de personajes eurítmicos y perfectame­nte armónicos entre sí se añaden el Panadero, el Punto Asesino, la Luna, el Sol y la Nada.

Los personajes se presentan solos, se narran a sí mismos. Y todo el tiempo suceden cosas cuasi-dadaístas y cargadas de un dramatismo sutil. A Jaca(randá) bonsai lo visitan canarios y jilgueros; le hacen cosquillas pero no se ríe: porque (como es un árbol) es de madera. Cuando Cala tiene sed, llueve. Araca habla del “hombre del futuro” y, en un collage vertiginos­o, nos da las claves de las decisiones que cambiarán a nuestra especie. Todo eso en 1987, cuando el ocaso de la Primavera Alfonsinis­ta, cuando la superinfla­ción, en el umbral de los saqueos y el menemismo. Y en el ocaso de su vitalismo que parecía imparable pero que ya se apagaba.

Había nacido en Junín en 1961, y desde su departamen­to de la calle Tucumán, con su historial de movimiento­s por el Abasto, Cemento, el Parakultur­al y el CCRojas, Batato le dio pulso al corazón de una época que ahora, de la mano del blanco y negro de sus dibujos, salta como un resorte hasta el presente.

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Entre las páginas de las “Historieta­s obvias” de Barea, desfilan los personajes de Araca, “alguien que está o no”, Cala, la flor sin color, y Jaca, el jacarandá bonsái.
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 ??  ?? En su prólogo, Diego Trerotola señala que hacia el final de sus historieta­s Barea arroja a sus personajes a un universo radical, sin viñetas y sin diálogos.
En su prólogo, Diego Trerotola señala que hacia el final de sus historieta­s Barea arroja a sus personajes a un universo radical, sin viñetas y sin diálogos.
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 ??  ?? Barea disfrazado con velo, collar y pieles para una de sus actuacione­s. La imagen inspiró el cuadro de Marcia Schvartz, de 1989. A propósito del mismo, la ensayista Andrea Giunta escribió: “El retrato remite al café Einstein, al Parakultur­al o a Cemento, espacios en los que transcurre una escena under que pronto va a filtrar a la de las artes visuales”.
Barea disfrazado con velo, collar y pieles para una de sus actuacione­s. La imagen inspiró el cuadro de Marcia Schvartz, de 1989. A propósito del mismo, la ensayista Andrea Giunta escribió: “El retrato remite al café Einstein, al Parakultur­al o a Cemento, espacios en los que transcurre una escena under que pronto va a filtrar a la de las artes visuales”.
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300 pg./ $ 1480
Batato. Historieta­s obvias y otros numeritos Batato Barea Cosmocosa/Mile na Cacerola 300 pg./ $ 1480

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