Revista Ñ

Las armas de lo sobrenatur­al le hacen frente al femicidio

Narrativa argentina. En Cometierra, una mujer del conurbano bonaerense resuelve crímenes por medio de visiones.

- POR PATRICIA SUÁREZ

Dolores Reyes hace su entrada en la literatura argentina con la novela Cometierra. La autora escribió una historia atractiva y singular, cuyo dinamismo se parece al de las series que solemos ver. En las afueras de Buenos Aires, tal vez una villa o una zona carenciada, una jovencita devela crímenes comiendo tierra: tiene visiones de los muertos en sus últimas circunstan­cias. Se trata de la tierra que rodeó de alguna manera a los cadáveres de quienes descubrirá su paradero, así como también de quienes se han perdido o fugado, como su propio padre.

Acompañada desde la infancia solo por su hermano Walter, la chica crece sin poder defenderse de quienes le suplican que averigüe dónde están y si aun viven sus seres queridos. Le dan en pago sumas de dinero, que ella quema comprando cosas, abandona la escuela, se alimenta casi exclusivam­ente de cerveza.

La novela comienza con la protagonis­ta niña el día que entierran

a su madre en el cementerio, y se hace fuerte –la niña y la novela– luego de la muerte de la maestra, “la seño” Ana. Cierto día, Ana desaparece y ella la descubre a través de un dibujo: la pueden hallar atada en un corralón. Después, la chica la sueña constantem­ente, hasta le produce dolor soñarla. Cometierra recuerda el dolor de algunas historias de Stephen King, sin los golpes bajos del terror. La sensación que de verdad envuelve al lector es la congoja, la angustia y la impotencia que se siente junto a la protagonis­ta para poder parar los crímenes que están en el diario de hoy y también en el de mañana.

Según relata la misma autora, el libro pasó por los ojos de Selva Almada y de Julián López durante su escritura y después, y sin duda tiene la impronta de estos escritores. Por otra parte, evoca un mundo que aparece en los textos de la misma Selva Almada y de Acheli Panza, por citar una línea de la narrativa en la que la fragilidad, lo sobrenatur­al y lo femenino es primordial.

La realidad descarnada de quienes se enfrentan todos los días a la muerte, más allá de la General Paz, como cualquier persona común se enfrenta al precio de la papa. Es decir, mientras a unos los preocupa un número que no es cuestión de vida o muerte para nadie, los otros ya no pueden siquiera sentir preocupaci­ón, solo les queda el dolor. Muchas de las víctimas de las que se narra en el libro son mujeres, pero no exclusivam­ente. No es un libro específico sobre el femicidio, sino sobre la vulnerabil­idad.

El lenguaje del libro es el que habla cualquier adolescent­e y joven en la calle y en la casa, absolutame­nte actual. Dolores Reyes escribe como se habla, y a raíz de eso la pregunta que podría hacerse al respecto es cuánto hubo de reflexión al elegirlo como modo de expresión. Si bien por una parte esta actualidad facilita la lectura, también tiene sus bemoles.

La lengua está en continuo moviEs miento y el habla se modifica día a día; es una de las razones por las que las Academias de la Lengua actualizan su diccionari­o cada año. La elección de un lenguaje que se acerque a lo real y que simule desmarcars­e del lenguaje literario, conlleva el riesgo de que en diez años se vuelva ilegible.

Algo parecido nos sucede con el cocoliche de principios de siglo, que es imposible leer sin glosario, o los versos lunfardos de Carlos de la Púa. Es de suponer que el lenguaje de Cometierra remite al habla de su protagonis­ta, y habrá que esperar al próximo libro de Reyes para saber si hará de él su lenguaje literario o si este es un proceso de búsqueda que irá a parar en uno más propio.

Los dos caminos son apetecible­s en una autora que puede emocionar con su palabra.

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176 págs.
$ 490
Cometierra Dolores Reyes Sigilo 176 págs. $ 490

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