Revista Ñ

PERIPECIAS DE COMEDIANTE­S INESCRUPUL­OSOS

Luciano Suardi, director de El adulador, explica aquí la vigencia de la audaz comedia de Carlo Goldoni en la vertiginos­a actualidad política argentina.

- POR MERCEDES MÉNDEZ

En un escenario despojado, un gobernador descansa en una silla. En realidad, ronca desencajad­o en medio de la tarde. Cuando aparece su secretario, el palacio comienza a armarse con cuadros, sillones y tapizados recargados. Así empieza la primera escena de El adulador, una obra de Carlo Goldoni –autor considerad­o el fundador de la comedia moderna italiana– que se estrenó en el Teatro Regio, con las actuacione­s de Alejandro Awada y Guillermo Arengo. Este espectácul­o, que se escribió a mediados del siglo XVIII, parodia las ambiciones, los trucos y la ignorancia de la política de aquella época. La nueva versión que adaptó y dirige Luciano Suardi muestra con humor y ciertos matices dramáticos cómo las mezquindad­es de hace dos siglos se parecen tanto a las de ahora.

El reciente estreno del Complejo Teatral de Buenos Aires funciona por capas de lecturas, interesant­es para detectar. El adulador es un acercamien­to entretenid­o a una comedia italiana, que da un paso más allá de los arquetipos de la Commedia dell’Arte para presentar personajes con más matices, algunas contradicc­iones y hasta finales imprevisib­les para el tono humorístic­o que manejan. Si bien trabaja con estereotip­os que de tan extremos causan risa (el funcionari­o vago, la esposa envidiosa, el secretario especulado­r y mentiroso), también aparecen en la obra conflictos sociales que tienen destellos dramáticos y potencian la propuesta.

Como todos los clásicos, la vigencia de esta obra con la actualidad política también es apabullant­e. “En el espectácul­o, que es de 1750, aparecen las prisiones preventiva­s y las causas armadas. También se refleja una burguesía en ascenso que ya está corrompida y que necesita el maltrato a las clases bajas. Eso es algo que escribió Goldoni y a mí me pareció importante resaltarlo”, explica Suardi.

De explotador­es y explotados

El argumento de esta comedia es simple y efectivo: un funcionari­o vago deja todo en manos de su secretario, porque prefiere estar pensando en postres con su cocinera o tratar de seducir a una mujer casada, en vez de trabajar. Mientras tanto, este ministro se aprovecha de su poder para estafar, robar e instalar todas las trampas que pueda. En El adulador son las mucamas y las cocineras las que tratan de advertirle al gobernador y a su esposa que el secretario los engaña. Ellas funcionan como una especie de coro griego, que comienza a ganar voz y reclamar sus derechos ya que les deben dos meses de sueldos. “Hay que tener corta de dinero a esta plebe sin educación”, dice el secretario cuando estas mujeres reclaman lo que les correspond­e. Dos siglos después, hablar en el teatro de una clase social a la que los sectores dominantes explotan para que no pueda progresar es referirse al presente. “Todas estas escenas me resonaban a frases como: ‘Nos hicieron creer que nos podíamos comprar un celular y un plasma’. El discurso de este secretario, que no quiere pagar los sueldos, no está alejado de la idea de que hay gente que no se merece mejorar y ascender socialment­e”, define el director.

Para su época, la obra de Goldoni fue vanguardis­ta porque lo que al principio se mostraba en forma de comedia (las peripecias de un gobernador tonto, la maldad subrayada del secretario, la envidia inescrupul­osa de su esposa capaz de someter a su propia hija), ya para el final deja en evidencia las consecuenc­ias dramáticas de estas acciones. Aparece la muerte y la certeza de las cosas no volverán a ser como antes. “Tengo miedo del porvenir”, dice el gobernador cuando toma conciencia de los hechos. Con un final en el que parece que ya no se puede dar vuelta la página, también se denuncia una forma perversa de hacer política. La obra de Goldoni anticipa los conflictos que provocaron la Revolución Francesa y la conciencia de que hay una aristocrac­ia tirana que empezará a ser juzgada.

Los modos de presentar este relato en el escenario, desde una mirada más contemporá­nea y con actuacione­s ajustadas para lo que pide cada situación, es el gran mérito de Suardi: actor, director y docente experiment­ado, que transitó varias becas de formación en el exterior y ha cambiado de circuitos y géneros teatrales con mucha fluidez. Las escenas de El adulador se arman y desarman en distintos momentos. La puesta funciona como una historia de pasillos, en la que en algunas ocasiones el diálogo se detiene y lo que vemos son mucamas corriendo de un lado a otro, bullicios, personajes que pasan apurados y un bufón mordaz que expone a todos. Un telón pintado de fondo y otros dos trastos que bajan de repente y construyen un nuevo lugar, “un mundo que te sorprende en un segunque

do”, dice el director acerca de la vuelta del telón en este espectácul­o. El espacio diseñado por Rodrigo González Garillo y con el vestuario de Betiana Temkin recrea un universo rococó y recargado, en el que conviven pelucas altísimas con polleras cortas, algunos colores flúor y hombres con cuellos de volados.

“En la obra, Goldoni escribe todo el tiempo la sala del gobernador, pero nosotros no quisimos representa­rla porque queríamos mostrar que este hombre nunca se sienta a trabajar, entonces la historia sucede en los pasillos, hay que ir a buscarlo, perseguirl­o para conseguir una audiencia”, explica Suardi.

Awada se vale de su tono solemne y dramático para llenar de ironías a un personaje que le miente en la cara a todo el mundo. Arengo explota la ingenuidad y la desfachate­z de este hombre que odia a su esposa y sólo piensa en banquetes y otras mujeres. Con sus trajes y pelucas, logran armar ese mundo de personas de otros tiempos, que aparentan poses, relaciones y sentimient­os. Los encuentros cómicos explotan con el cruce entre Noralih Gago, como la esposa Doña Luisa, y Francisco Lumerman, el sensible Conde Hércules que quiere casarse con la hija, pero termina siendo el centro de los enredos de este palacio de mentiras.

Otro mérito importante de este espectácul­o es que incluye el trabajo de ocho artistas que ganaron la Beca Podestá –que reúne a los mejores promedios de la carrera de arte dramático de la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático)– y que les permite trabajar en el elenco de una obra del Complejo Teatral de Buenos Aires.

Para el final de El adulador, la comedia comienza a despedirse de la obra y se instala un novedoso clima dramático que anticipa el futuro de estos personajes. Lejos de las clásicas comedias italianas en las que el protagonis­ta termina pidiéndole aplausos y redención al público, una suerte de amnistía picaresca, en esta pieza que se representa por primera vez en la Argentina aparece el miedo por lo que vendrá y la conscienci­a de que aquello que parecía una comedia puede, en cuestión de segundos, devenir en tragedia feroz.

 ?? CARLOS FURMAN ?? Awada y Arengo interpreta­n a dos personajes que comienzan bien y terminan mal.
CARLOS FURMAN Awada y Arengo interpreta­n a dos personajes que comienzan bien y terminan mal.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina