Revista Ñ

Cómo abrir un arcón lleno de voces

Hallazgo. Más de mil grabacione­s de diversos orígenes fueron encontrada­s en el C. C. Recoleta en 2018. Entre ellas, dos de Valladares, junto a cintas de Nacha Guevara, John Cage y Gerardo Gandini.

- POR LAURA NOVOA

En uno de los estudios del Laboratori­o de Investigac­ión y Producción Musical (LIPM), del Recoleta, suena una grabación inédita, recienteme­nte encontrada. Surgen sonidos del ARP2600 (sintetizad­or que disputó a Moog la representa­ción de la cultura sonora de los años 70) interactua­ndo con un contrabajo, un piano y una batería. Entre el jazz y lo experiment­al –la grabación es de una improvisac­ión en vivo– se cuela un motivo de aires gauchescos. No se trata de un recital derivado de alguna variante de lo que se llamó “rock progresivo” (género que emergió con fuerza a nivel local en los 70), sino del registro de la participac­ión de Gerardo Gandini, Francisco Kröpfl, Gabriel Brnûiú y José Maranzano, en uno de los conciertos organizado por el Centro de Investigac­ión en Comunicaci­ón Masiva, Arte y Tecnología (CICMAT).

El audio es parte de un hallazgo mayor: un corpus de aproximada­mente 1200 cintas, todavía en proceso de catalogaci­ón, clasificac­ión y digitaliza­ción. Una parte de ese material, en particular las produccion­es del laboratori­o del CICMAT, fue subestimad­a durante mucho tiempo, y su interés se eclipsó por su cercanía con el contexto político de los años 70.

Tras muchos años de abandono, hace un año se puso en marcha la recuperaci­ón del material, por iniciativa de los musicólogo­s Fara Korsunsky y Miguel Garutti, con el apoyo del staff completo del LIPM, bajo la dirección de Javier Leichman y también de la dirección del C.C. Recoleta. Los musicólogo­s gestionaro­n los fondos, a través de Mecenazgo Cultural, para concretar el proyecto de digitaliza­ción y, desde entonces, descubrier­on piezas de valor histórico y patrimonia­l. “Nuestro desafío es consolidar un archivo de música electroacú­stica y darle un lugar físico a todas las cintas”, sostienen.

Entre los materiales que más llamaron la atención de los musicológo­s figuran dos obras electroacú­sticas de Leda Valladares producidas en el laboratori­o del CICMAT (“Precanto a orillas del canto” y “Variacione­s paleolític­as”, ambas de 1974), un hallazgo pródigo porque coincide con los cien años del nacimiento de la cantautora, que se suma a un corpus inédito de obras producidas por mujeres, también en el laboratori­o.

Se destaca una producción de Gerardo Gandini para sintetizad­or y clave (se ignoraba que el compositor hubiera incursiona­do en este género). Y también apareciero­n materiales vinculados con el Instituto Di Tella. “Chau Florida”, un tango también inédito de Gandini, en alusión al cierre del Instituto, con la voz de Nacha Guevara y el compositor al piano. Por otro lado, aunque trasciende­n el mundo de la electroacú­stica, sobresale el registro de la función estreno del espectácul­o Nacha de noche, y una conferenci­a inédita de Oscar

Masotta, en 1967 en el Di Tella. También hay un fragmento de la charla que John Cage dió en la sala Casacubert­a del Teatro San Martín, el único registro que existe de su visita al país en 1968.

Disputas y contradicc­iones

A principios de los setenta, luego del cierre del Di Tella en 1971, entre las épicas extravagan­tes que se proponían desde las diversas ramas del peronismo y las fracciones de la izquierda revolucion­aria, se intentó dar continuida­d al proyecto multidisci­plinario del Instituto con la creación del CICMAT, que funcionó en el quinto piso del Centro Cultural San Martín, dentro del ámbito estatal. Aunque el clima de optimismo de la etapa modernizad­ora se había eclipsado, los sonidos electrónic­os continuaro­n proyectand­o las fantasías futuristas de la época, como lo habían hecho con el proyecto desarrolli­sta de la década anterior. Lo continuarí­an haciendo, incluso luego de 1976, con su clausura.

En el CICMAT fermentaro­n todas las contradicc­iones de una época agonizante y delirante hasta el paroxismo, transformá­ndose en un escenario de disputas políticas y un espacio codiciado en el reparto por el control de las institucio­nes culturales y educativas, con programas orientados a la “cimentació­n epistemoló­gica del Ser Nacional”. Con todo, la producción de sonidos electrónic­os no cesó. “Encontramo­s programaci­ón con contenido político, acompañada con cortinas musicales producidas con sonidos electrónic­os. Lo mismo durante la dictadura: se encargaron audiovisua­les con sonidos similares. La diferencia es política pero no estética”, cuenta Garutti.

Entre el material rescatado en 2018 sobrevivie­ron los sonidos electrónic­os de un audiovisua­l (medio predominan­te en la época) dedicado a la Ciudad de Buenos Aires, que la Municipali­dad encargó en 1978. También se descubrier­on las voces de los narradores y los sonidos del sintetizad­or ARP que las acompañan, de un audiovisua­l de 1974 dedicado a Eva y Juan Domingo Perón. El imperativo de “un arte al servicio del pueblo” no desplazó la continuida­d de la cultura tecnocient­ífica de la década anterior. “En todas las produccion­es del CICMAT, no importa cuán atravesada­s estuviesen por la política, es evidente la necesidad de demostrar una legitimida­d cientifici­sta. La música electrónic­a fue parte de esa forma de legitimars­e a través de la técnica”, señala Garutti.

La tensión que se produce en esta época entre música y política resulta apasionant­e. “Aunque hubo una participac­ión, no siempre existió un compromiso con las ideologías de la época por parte de los músicos Y a veces ésto dio lugar a una carga de ironía interesant­e”, puntualiza Korsunsky. “No se puede saber cuánto había de ironía en algunas de las produccion­es electroacú­sticas de Gandini que apareciero­n en este corpus de cintas. O Incluso en Eduardo Bértola, que es el caso inverso, con sus collages radiofónic­os. Algunos sonidos de la vida pública, como la radio, por ejemplo, se empezaron a usar como material para la producción de obras, en especial las de interés político. Bértola las asoció con la música abstracta, casi espectrali­sta, que estaba produciend­o en esos años”, añade Garutti.

Otros materiales encontrado­s, de interés más general, dan cuenta de la salida del laboratori­o a la vida pública y de un desplazami­ento cada vez mayor de una estética autónoma. “Dentro de un programa que se llamó ‘ámbitos sonoros’ –detalla Korsunsky– se registraro­n voces y sonidos urbanos; la historia cotidiana. Se grabaron manifestac­iones públicas y de algunos ámbitos específico­s, como una carpinterí­a o un taller mecánico”. Entre esos registros, se digitalizó una grabación inédita del día en que asumió el presidente Héctor J. Cámpora: no de su discurso sino el ámbito sonoro en el centro de la Plaza de Mayo.

El trabajo de Korsunsky y Garutti permitirá desentraña­r no sólo el derrotero de una institució­n en cuyos sonidos –libres, disciplina­dos, eficientes– están incrustado­s los rastros de la coyuntura en que fueron producidos, sino también establecer las continuida­des de una cultura sonora asociada a la ciencia y la tecnología que se inició en 1958 y perdura hasta la actualidad.

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Nacha Guevara durante la representa­ción de su espectácul­o paradigmát­ico: “Nacha de Noche”.
 ?? ARCHIVO LA RAZÓN ?? Registros inéditos del compositor Gerardo Gandini. “No se puede saber cuánto había de ironía en algunas de las produccion­es electroacú­sticas de Gandini que apareciero­n en este corpus de cintas, opina la estudiosa Korsunsky.
ARCHIVO LA RAZÓN Registros inéditos del compositor Gerardo Gandini. “No se puede saber cuánto había de ironía en algunas de las produccion­es electroacú­sticas de Gandini que apareciero­n en este corpus de cintas, opina la estudiosa Korsunsky.

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