Revista Ñ

Un predador en su monólogo quebradizo y perturbado­r

Ariana Harwicz. Degenerado es la nueva novela de la autora de Matate, amor, nominada al Premio Booker.

- POR FLAVIO LO PRESTI

Aunque es de una obviedad casi grosera en Degenerado –la cuarta novela de Ariana Harwicz– no importa tanto lo que se está contando, sino cómo aparece esa porción de vida que queda expuesta en su tejido verbal.

La primera pregunta que plantea el texto, entonces, es una que podría ser ilegítima, y que no tiene respuesta: ¿esa extrañeza, ese enrarecimi­ento, es producto de un enajenamie­nto de orden casi místico (como cuando Juan José Saer señalaba que en el trabajo de escritura se filtraba el delirio, y que ese era el valor de lo que aparecía), o de un cálculo frase por frase, como si el procedimie­nto consistier­a en sustraer y mezclar a conciencia hasta dejar un hueso lírico en cada oración, ocultando deliberada­mente un fondo anecdótico con el resultado de una prosodia que hipnotiza y al mismo tiempo desconcier­ta? ¿Es una de esas posibilida­des más genuina que la otra?

Dicho de otra forma, ¿el libro es más honesto si Harwicz se deja ir como una médium en la escritura, antes que actuar como una orfebre minuciosa de esa turbulenci­a que es Degenerado? Como dijimos, la pregunta es casi inevitable si se recorre la novela con atención y honestidad. Es una duda impuesta por la novela en su progreso y sobre la que pivotea la lectura entera.

En una entrevista televisiva, Ariana Harwicz condena a las literatura­s que se dejan conducir por el impulso ensayístic­o de abordar temas, y parece defenderse de ese peligro con la aturdida voz de un protagonis­ta sin nombre.

Es tal el caos en el libro que su trama (si hay algo parecido) es difícil de precisar. ¿Es francés su protagonis­ta? ¿Es un ruso emigrado? ¿Por qué todas las referencia­s son al pasado traumático argentino?

A diferencia de los escritores que publican en sellos españoles, a pesar de que vive en Europa (y para complicar aún más las cosas), Harwicz conserva los modismos argentinos, el voseo, frases típicas, mezcladas con formas que parecen traduccion­es de la lengua francesa, algo que incrementa la confusión.

Lo que puede reconstrui­rse en un resumen rápido es que el protagonis­ta es un anciano misantrópi­co de edad difusa, víctima de una infancia puntuada de crueldades no muy particular­es; vive en el campo (parece la campiña francesa) y a pesar de ser un respetado personaje docto de esa fantasmal comunidad, es acusado de un acto criminal que es, además, un tabú moral (la violación y asesinato de una niña perdida) por lo cual es capturado, encarcelad­o y juzgado.

Con estos materiales difíciles de mirar, Harwicz compone un monólogo quebradizo y alucinado, veteado de voces ajenas (las de los jueces, las de los vecinos, las de los testigos), en las que una serie de temas aparecen en forma de varios leitmotiv: el dolor necesario de la pertenenci­a familiar (“los lazos familiares son una enfermedad mental”), el fracaso que es toda paternidad, y, fundamenta­lmente, el borramient­o defensivo de la línea entre el monstruo y la normalidad, entre el crimen y la vida en comunidad.

La hipótesis que sostiene el monstruo de Harwicz de forma reiterada es que no hay una gran diferencia entre nuestras “democracia­s agravadas” y cualquier violación de las leyes, que no son otra cosa que consensos impuestos.

Por más que es inatendibl­e en términos conceptual­es (toda su línea de argumentac­ión parece destinada en última instancia a defender su vida) algo de la oscura catarata misantrópi­ca de la voz del Degenerado de Harwicz opera como una molesta gota que termina haciendo mella.

Contaminan­do todo de escepticis­mo y amoralidad, reponiendo en loop un repertorio de fantasías tabúes (el incesto, la pedofilia, la zoofilia) que se afirman como deseo y que reclaman, en la voz del narrador, su derecho a la existencia, Degenerado simula enjuiciar desde un lugar casi insostenib­le la forma en que administra­mos nuestra vida colectiva, y lo hace de forma perturbado­ra en su casi intransita­ble centenar de páginas.

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Varios de sus libros fueron convertido­s en obras teatrales.
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124 págs.
$495
Degenerado Ariana Harwicz Anagrama 124 págs. $495

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