Revista Ñ

“Las biblioteca­s combaten el paso del tiempo”

- POR ANTONIO DÍAZ OLIVA

Harry Peak era uno de los tantos aspirantes a actores que circulaban por Los Ángeles. No había nacido muy lejos de ahí: su familia vivía a menos de dos horas de Hollywood. Pero luego de fracasar en castings, y de sobrevivir gracias a todo tipo de trabajos, Peak finalmente lo consiguió. El 29 de abril de 1986 apareció en TV. Ese día fue entrevista­do al encontrars­e en la Biblioteca Pública de Los Ángeles durante el fuego que duró más de siete horas. Sería el peor incendio en una biblioteca estadounid­ense.

Aunque claro: al parecer, Harry Peak fue uno de esos testigos que vio todo demasiado cerca. Y que más tarde, cuando la policía lo visitó, no le quedó otra que cambiar su relato de lo sucedido. Lo que eventualme­nte lo convirtió en el principal sospechoso. Y en una figura pública.

El incendio de la Biblioteca Pública de Los Ángeles es el tema del nuevo libro de la periodista Susan Orlean: La biblioteca en llamas. Nacida en 1955, Orlean es autora de siete libros de no-ficción. Uno de ellos es El ladrón de orquídeas (Anagrama, 2001), una historia que fue al cine protagoniz­ada por Nicolas Cage y Meryl Streep actuando de Susan Orlean. A todo eso hay que sumarle su carrera como periodista para el New Yorker. Y si bien por mucho tiempo vivió en Manhattan, desde 2011 escribe desde la otra costa del país: Los Ángeles.

“No estaba buscando escribir otro libro. Pero entonces escuché la historia del incendio y comencé a pensar en las biblioteca­s y qué tipo de lugares representa­n en nuestra sociedad; y bueno, cambié de planes”, cuenta la autora.

La biblioteca en llamas es un libro interesant­e no solo por el relato de cómo el sistema de biblioteca­s públicas de Los Ángeles tuvo que reestructu­rarse. También porque se puede leer como un estucas dio de California y Los Ángeles, y de la relación entre el género femenino y las biblioteca­s. Y, asimismo porque presenta una historia personal: la de Orlean, que creció yendo a biblioteca­s con su madre, se convirtió en escritora y por eso mismo, asegura, en un momento decide quemar un libro. “Para sentir lo mismo que Harry Peak”, asegura. Y acto seguido incendia las hojas de una novela perfecta para la ocasión: Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.

“Hay cierto placer en hacer algo realmente tabú. Bueno, tal vez no es placer la palabra. Digo, al hacerlo me sentí llena de adrenalina”, cuenta al teléfono mientras maneja por Laurel Canyon, a lo largo de una entrevista que incluirá variados bocinazos en medio de un embotellam­iento (“lo siento, esto es vergonzosa­mente Los Ángeles”), así como el sonido de la policía y los bomberos de California, quienes este año han tenido más trabajo que nunca. “El fuego es una cualidad distintiva de esta ciudad. Pensamos en este como un elemento natural de acá. Imagínate que Los Ángeles tiene una temporada de incendios. Y si bien en el caso de la biblioteca obviamente el incendio no era natural, de una u otra forma lo era. El fuego es muy propio de esta ciudad”. –“Las biblioteca­s públicas en EE.UU. superan en número a los McDonald’s”, escribe. El dato me sorprendió.

–Parte de ese fenómeno es que las biblioteso­n sutiles. Están en los barrios. No las ves. Y los McDonald’s son muy fáciles de ver. Hay muchas ciudades pequeñas que no tienen una librería, pero sí una biblioteca pública. En Los Ángeles, por ejemplo, hay 72 biblioteca­s en la ciudad y no creo que existan 72 librerías. –En EE.UU. las biblioteca­s también son un refugio para los vagabundos. ¿Desde cuándo ocurre esto?

–Creo que esa falta de vivienda explotó durante la era de Ronald Reagan, a partir de la mitad de los 80. Y lo digo sin ningún dato científico. Pero mi experienci­a personal es que comenzó entonces. Había tan pocos lugares para que las personas sin hogar pasaran el día, que las biblioteca­s se convirtier­on en una buena opción: en un centro comercial los iban a echar. Las biblioteca­s son abiertas y acogedoras, y unos de los pocos lugares donde no hay que gastar dinero. Eso las hace únicas en el panorama local. –¿Siempre fue parte de su plan explorar la relación entre género y biblioteca­s? Algunos de los mejores personajes de su libro son mujeres, como Mary Jones, la primera graduada de biblioteco­logía en la Biblioteca de Los Ángeles.

–No, la verdad es que no esperaba escribir mucho sobre género. Y fue realmente interesant­e que de repente esto se volviera un elemento indispensa­ble de mi libro. No sabía nada de Mary Jones, tampoco que la mayoría de los biblioteca­rios, hace 100 años, eran hombres. Durante mi infancia y adolescenc­ia la mayoría de los biblioteca­rios eran mujeres. Aunque ahora más y más hombres estudian biblioteco­logía.

–Harry Peak podría aparecer en una película de los hermanos Coen, ¿no le parece? –Totalmente. Para mí, era una especie de arquetipo de California, de Los Ángeles y de Hollywood. Es el tipo de soñador que quiere una vida de celebridad para sí mismo. Harry encarnaba a la perfección cierto prototipo de esta ciudad. –Usted escribe que las biblioteca­s luchan contra el tiempo.

–Y lo hacen con éxito. Aunque son vulnerable­s. Una biblioteca puede quemarse y perderlo todo. Completame­nte todo. Pero hasta el momento, las biblioteca­s son la mejor forma de combatir el paso del tiempo. Protegen nuestros recuerdos, la memoria y las historias.

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AP Susan Orlean sostiene que las biblioteca­s protegen nuestros recuerdos, la memoria y las historias.
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Susan Orlean Traducción: Juan Trejo Editorial: Planeta (temas de hoy)
400 págs.
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La biblioteca en llamas Susan Orlean Traducción: Juan Trejo Editorial: Planeta (temas de hoy) 400 págs. $ 649

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